La Primera Guerra Mundial comenzó en México

«Si México hubiera tenido un ejército poderoso, organizado a la manera del ejército prusiano, Estados Unidos se hubiera abstenido de entrometerse tan a menudo en su política interna»
Por Sebastián Pineda Buitrago 
Distrito Federal, 31/07/14 (N22).- El asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco
Fernando y de su esposa Sofía Chotek el 28 de junio de 1914, que llevó a que un
mes después el imperio austrohúngaro declarara la guerra a Serbia, parece
baladí y sin las proporciones mundiales de lo que se jugaba en el ajedrez del
mundo al otro lado del Atlántico. La Primera Guerra Mundial, en realidad, había
estallado un año antes, durante los diez días de terror que sufrió la Ciudad de
México entre el 9 y el 19 de febrero de 1913 y que se conocen en la historia
como la Decena Trágica.
Reprocharán este enfoque muchos historiadores de corte
eurocentrista o intracolonialista. Pero así como Inglaterra buscó impedir que
Alemania –el imperio autrohúngaro– dominara en Europa, de la misma forma
Estados Unidos debilitó a México, el país más poblado y fuerte de la América
española, para controlar mejor el hemisferio. Ya en 1898 se había apoderado de
Cuba y Puerto Rico bajo la excusa de expulsar cualquier presencia olorosa a
España.
Tras la Decena Trágica, hacia finales de febrero de 1913,
la Embajada de Estados Unidos impuso en México al dictador Victoriano Huerta.
En el cambio de régimen presidencial, ya para 1914, el nuevo gobierno de
Estados Unidos se declaró enemigo del dictador mexicano. Too late. Huerta había
pactado con los alemanes, en secreto, el desembarco de nuevo armamento. Lo
necesitaba para combatir a los revolucionarios Venustiano Carranza y Pancho
Villa. A cambio, los alemanes tendrían puntos estratégicos en la frontera para
un posible ataque contra the US.
Y, así, la primera batalla marítima de la Gran Guerra no
sucedió en Europa sino en Veracruz, México, el 21 de abril de 1914, cuando la
fuerza naval de Estados Unidos sitió el puerto para impedir que el dictador
Huerta, al que había impuesto un año atrás, se aliara con los alemanes y los
japoneses, y estos le desembarcaran armamento o, peor aun, soldados que
amenazaran su hegemonía hemisférica: “México para los norteamericanos”.

Mi hipótesis se sostiene en buena parte a partir de una
lectura cuidadosa de La guerra secreta en México [The Secret War in México], la
estupenda documentación que el historiador austriaco Friedrich Katz publicó en
la Universidad de Chicago en 1981. Efectivamente, México jugaba un papel
preponderante a comienzos del siglo XX. Se había convertido en el primer o
segundo productor mundial de petróleo. Si bien la gran parte estaba controlada
por empresas de Estados Unidos, desde 1901 el presidente Porfirio Díaz, según
Katz, “comenzó a volverse hacia las potencias europeas, Inglaterra y Alemania
principalmente, invitándolas a invertir en su país y a desafiar la supremacía
norteamericana”. Pero pagó muy caro su desafío.
La nueva superpotencia de los Estados Unidos de América,
que contralaba los Ferrocarriles Nacionales de 
México con maquinistas y tripulantes que ni siquiera hablaban español,
permitió en cierta forma el contrabando de armas a los opositores de Porfirio
Díaz, y una ínfima guerrilla derrotó a todo un Estado. A la diplomacia
imperialista angloamericana no le interesaba la transición democrática de México,
para lo cual hubieran apoyado al general Bernardo Reyes, sino sumir al país en
la anarquía.
Desde tiempo atrás, más bien, parecían conspirar contra
el general Reyes. Éste tenía la idea de reforzar el ejército mexicano con
nuevos sistemas de reclutamiento, cuestión poco conveniente para los intereses
gringos. Si México hubiera tenido un ejército poderoso, organizado a la manera
del ejército prusiano, Estados Unidos se hubiera abstenido de entrometerse tan
a menudo en su política interna. Todo en política es fuerza.
*Sebastián Pineda Buitrago: Leo (de agosto de 1982) toda suerte de cosas y escribo en este blog sobre lecturas, viajes y reflexiones al paso. Mientras, termino un doctorado en Literatura Hispánica en México, donde me publicaron mi primer libro: La musa crítica: teoría literaria de Alfonso Reyes (2007). Mi segundo se llama Breve historia de la narrativa colombiana (2012). Contacto: sebasconection@gmail.com
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