Una novela sobre la justicia de nuestro tiempo: «La soledad de los animales»

  • En La soledad de los animales el autor deja en claro que a las personas no les importa si otro ser humano está sufriendo o si ha muerto, o peor aún, si es que un ser vivo, un animal, una mascota están siendo lastimados

Por Marcos Daniel Aguilar

Distrito Federal, 25/06/14, (N22).- La
soledad de los animales
es la primera novela del dramaturgo y
periodista Daniel Rodríguez Barrón, en donde conjuga precisamente estas dos
disciplinas que ha practicado al menos en la última década: conocer la esencia del ser humano y sus
preocupaciones a la par de su difusión por medio de la prensa televisiva,
escrita o digital, en esta era en que nada existe si no está en los mass media.
Pero Rodríguez Barrón tomó un tema nada usual entre los
novelistas de su generación, que hace del libro una singularidad entre las
novedades editoriales insertadas en explicar la cruda realidad mexicana en
medio del narcotráfico, el crimen organizado y la decadencia urbana que ha
provocado esta descomposición social. El novelista tomó la defensa de los
animales como eje rector de su historia.
Pero atención, que entre líneas, y entre las acciones de unos activistas que critican y se organizan para salvar a los animales que
viven de manera hostil en laboratorios, Daniel Rodríguez Barrón da a conocer su
verdadera preocupación, el tema del cambio moral e ideológico de las
sociedades occidentales en el siglo XXI.
El escritor crea a su protagonista, Laura, defensora
férrea del veganismo, que es capaz de llegar a las últimas consecuencias con
tal de salvar la vida y la salud de cualquier ser vivo que habita en
condiciones miserables, incluso, puede llegar a matar y a matarse en el afán de
conseguir su fin. A su lado está Nínive, su hija, y Pablo, un aspirante a actor
que es violentamente golpeado por la policía sólo por el hecho de trabajar y
tener cientos de perros en su hogar.
El narrador es un periodista, Felipe Nerva, quien está
obsesionado con Laura, a quien seguirá en sus andanzas con tal de estar a su
lado. Daniel Rodríguez pone en esta breve novela varios temas fundamentales. Primero,
que en este siglo XXI, para los individuos todo tiene el mismo valor, ya no hay
nada negativo ni tan positivo, ya no hay causas colectivas por qué luchar, ni
por qué aglutinarse para pelear por ellas. Sólo importa el individualismo y el
beneficio personal.
En La soledad de
los animales
el autor deja en claro que a las personas no les importa si
otro ser humano está sufriendo o si ha muerto, o peor aún, si es que un ser vivo,
un animal, una mascota están siendo lastimados; además, nadie se pregunta si el
ganado comestible muere sin que sufra tanto. En ese sentido la soledad no sólo
es de los animales, sino se habla sobre una soledad humana que ya no tiene
compromiso, esperanza por algo, por alcanzar un bien personal o social.
Por otra parte, el escritor también plantea la otra cara
de la realidad. Pues los pocos individuos que se organizan plantean un
activismo para transmitir su causa o su ideología política, pero lo hacen de
manera radical y violenta. Así, los protagonistas quieren hacer entender a la
gente que está mal que se mate y que se coma a otro ser vivo, pero en su
frustración comienzan a planear acciones extremas como asesinar a quienes
encierran a esas criaturas. Daniel Rodríguez Barrón deja el tema navegando en
este océano, pues este extremismo comete el error de todo movimiento social o político
radical, como lo ha hecho también el capitalismo con la democracia liberal, o
el comunismo o el socialismo, que en su objetivo por cambiar a la sociedad se
abstraen tanto que dejan de ver las necesidades reales de esa misma sociedad.
Y como dice José Ortega y Gasset, que un cambio
revolucionario nunca debe hacerse de forma radicalmente e inmediata, sino que
es un proceso lento que conlleva el cambio de pensamiento. Por ello, los
errores de los movimientos de izquierda, de los derechistas ultraliberales, o
en este caso, los protectores de animales acérrimos o los feministas –a quienes
Daniel también cita-, no les importa pasar por encima de una opinión
contraria y terminar siendo lo que ellos mismos critican: intolerantes.
El autor también deja en sus líneas temas para discutir,
dos preguntas: ¿qué es lo justo el día de hoy?, y una más, ¿qué es lo
prioritario y qué es sólo retórica simplista? Porque podría ser que la lucha
contra la violencia animal sólo sea una máscara y una causa justa simple para
quien no se atreve a luchar por temas trascendentales como la injusticia
social, el asesinato y el genocidio, el calentamiento global. Y como dice
Sergio González Rodríguez en una entrevista que apareció recientemente en la
gaceta Frente, sobre la posibilidad
de dejar de ser políticamente correctos y tirar a la basura los eufemismos para
reconocer las atrocidades como son, sin defender nada, sólo reconocerlo, que
somos corruptos, que somos asesinos, que somos injustos, que somos reprimidos, que
somos pobres, ignorantes, que somos manipulados por una élite política y
económica, que no hay democracia, que no hay legalidad, ni justicia.
Parece más válida esta idea, en vez de abrazarse completamente
y sin reflexión a una causa que tal vez los demás no comparten, mejor hay que
reconocer los errores propios. Reconocer que somos cobardes y que estamos quedándonos
cada vez más solos. Sergio González Rodríguez dice que el Estado mexicano
debería llamarse ahora Anestado –sin estado-, pues no existe el Estado de
derecho que proteja a sus ciudadanos. Mejor reconocer que no hay Estado tal
cual, para que de ahí se pueda construir algo nuevo.
Este anarquismo se parece a la idea con la que Daniel
Rodríguez Barrón dotó teóricamente a su novela, partiendo de su conocimiento de
la historia del anarquismo mexicano e internacional. Ahí el radicalismo con que
Laura, Pablo y Nínive actúan en la obra, ahí el miedo a morir y al sacrificio
por parte de Nerva, de ahí la reflexión sobre la necesidad de tener o no una
ideología en la actualidad. Uno que otro error ortográfico y tipográfico en
esta edición no ensucia tanto la calidad de este pequeño texto que me hizo
recordar a La civilización del
espectáculo
de Mario Vargas Llosa.
Daniel Rodríguez Barrón, La soledad de los animales, La Cifra editorial, México, 2014. 
Imagen:
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