- Al cruzar el Guadalquivir una reportera del diario de Triana, con una cámara y micrófono, me interceptó para preguntarme sobre el caso. Pero le dije que era mexicano y que tenía voz, pero no voto en las cosas públicas de este país
La radio del taxi que me llevó de la estación al barrio sevillano de Triana confirmó lo que muchos españoles esperaban desde hace algunos años. Rodeado de chismes extra políticos y por su avanzada edad don Juan Carlos «no tiene la mejor popularidad entre los ibéricos», así se lo escuché a un tabernero en donde me tomé la primera caña del día.
Ya en mi cuartito de mosaicos religiosos prendí el televisor para ver los telediarios. Analistas comentaron, entre sentimentalismos, lo grandioso que había sido el discurso del rey. Más que mesa de debate político eso parecía un programa de espectáculos: los invitados hablaban mas de sus vivencias al lado del monarca, que de su papel en la política de España. Sólo al temperarse los ánimos comenzaron a comentar sobre la importancia del rey al asumir en colaboración con las fuerzas políticas los poderes que el dictador Franco había dejado tras su muerte.
Por la tarde, y después de visitar la faraónica Plaza de España, compré el diario para ver qué decían de este hecho histórico. Columnistas celebraron la abdicación y recordaron que Juan Carlos ayudó a forjar las libertades democráticas que España no había tenido por décadas. Tal vez sin el rey se hubieran conseguido, pero de forma mas lenta. Así escribió hoy un articulista de El país.
Al cruzar el Guadalquivir una reportera del diario de Triana, con una cámara y micrófono, me interceptó para preguntarme sobre el caso. Pero le dije que era mexicano y que tenía voz pero no voto en las cosas públicas de este país. Sin embargo, le expresé que la monarquía representó en un momento la unión que necesitaban tras el franquismo y que ahora es momento que los ciudadanos decidan hacia donde deben transitar.
Seguí mi camino. Ya en mi pisito leí a otro articulista, quien escribió que Felipe le dijo un día que sólo reinaría si el pueblo lo quiere. Pero por aquí también hay voces republicanas que no quieren más a la monarquía. Que quieren democracia.
Esta no sólo es una transición de un hombre a su hijo. Sino una transicion que puede sacar a España de ese pesar que no debería existir. «Suerte y arte para esta nación». Así como dicen aquí, en la colorida Sevilla.
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