Los alemanes se presentan este fin de semana en El Plaza Condesa con un show en 3D
Por Marcos Daniel Aguilar
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Ciudad de México, México, 14/03/14, (N22).- Hay una secuencia en el video Live in Pompeii de Pink Floyd en el que un joven (Roger Waters en 1971) comienza a experimentar con una consola de sonido. Los ruidos electrónicos le sirvieron para integrarlos a las canciones del álbum Middle, uno de los mayores exponentes de la psicodelia británica. En esos ritmos había algo que me parecía familiar, sonidos que ahora puedo escuchar en casi todos los Dj´s del siglo XXI e incluso en la música pop de este tiempo.
Por la misma época en Alemania Ralf Hütter y Florian Schneider comienzan la experimentación musical hacia estos terrenos de la electrónica para fundar uno de los grupos pioneros en el género, Kraftwerk. Esta mítica agrupación se presentó el día de ayer en el Plaza Condesa en un espectáculo 3D que sorprendió a más de uno. Varios espectadores experimentaron la emoción que yo mismo sentí cuando los escuché por primera vez en 2010 cuando fueron los abridores de Radiohead.
La pregunta clave es ésta ¿cómo es que hicieron esta música hace casi 40 años y por qué sigue sonando tan vigente? Creo que se debe a que fueron unos jóvenes soberbios y aventureros que quisieron hacer algo diferente, y lo lograron. Sus canciones, que son las que presentan en esta breve gira de tres días por la Ciudad de México, contienen los aspectos estéticos y de contexto histórico del tiempo en que fueron creadas. Es una música que refleja el auge y el comienzo de la decadencia de Occidente.
En sus gráficas hay iconos de constructivismo o progresismo totalitario, ya sea comunista o capitalista, que aún desea alcanzar la modernidad a través de la conformación de ciudades. Ideales que para la década de 1970 y 1980, en las que se inscribe la música de Kraftwerk, están en declive, pues la gente comenzó a darse cuenta que ninguna ideología política o económica los hacía más felices. Al contrario, las letras de estos alemanes manifiestan la indiferencia de los gobiernos o las empresas hacia las personas: todos somos números, no humanos; somos observados y controlados por los grandes medios de comunicación; todos somos esclavos en la democracia liberal, robots o autómatas, como lo diría Vivian Abenshushan, por cierto, en su nuevo libro Escritos para desocupados.
Perfectamente se podría leer El hombre unidimensional de Herbert Marcuse –de la escuela crítica alemana de Francfurt- con un fondo de Kaftwerk. Sin duda, estos abuelos de la música electrónica –los Rolling Stones del género- lograron atrapar y emocionar a todo el público, porque a muchos nos hicieron recordar imágenes y sonidos de la infancia o de la adolescencia ochentera, y a otros les quedó en claro que no se necesitan estridentes beats para emocionar, para entender la vida de un tiempo determinado, sino que con finas mezclas se pueden obtener las raíces de la esencia humana, pues la música de estos músicos contiene la esperanza y una felicidad frágil que pueden verse cortadas por el fracaso o la imposición del otro, que es el mismo ser humano. Vimos a estos hombres calvos, canosos e incluso barrigones, esos que seremos en breve, pero ¿qué hemos hecho nosotros para reflejar nuestro presente como lo hicieron los de Kraftwerk?
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