En México, los capitalinos vivimos en una ciudad deforestada, sin árboles. José Emilio amanece en una ciudad cuya tumba es, por hoy, el pavimento y se llama Distrito Federal
Por Irma Gallo
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MÉRIDA, México, 13/03/16 (N22).-
«Les pido que cierren los ojos y piensen que junto a cada uno de ustedes está José Emilio Pacheco, con su generosidad, con su amor a los demás, con su aceptación del otro. Él pedía siempre perdón, no quería molestar a nadie», dijo al recibir la presea que lleva el nombre del escritor, Elena Poniatowska.
Recetas para acercarse a José Emilio Pacheco
«Si lo ve de lejos, avance muy poco a poco hacia él, y al llegar hágase presente para no sobresaltarlo. Jamás vaya a abordarlo en una esquina porque él creerá que usted es un taxi. Tampoco lo elogie, porque lo mirará con cierta desconfianza y protestará que no es para tanto. Si le dice que se ve muy bien, él le dirá que no mienta y a continuación le hablará del buen trabajo que hacen los zopilotes. Si lo felicita por ser «nuestro» premio Cervantes, responderá que el dinero va a servirle para pagar su internamiento en los hospitales de Vázquez Raña, que no tienen nada de Ángeles, y resultan los más caros del mundo».
José Emilio y la Ciudad de México
«En México, los capitalinos vivimos en una ciudad deforestada, sin árboles. José Emilio amanece en una ciudad cuya tumba es, por hoy, el pavimento y se llama Distrito Federal. En marzo de 1979, José Emilio escribió un entremés de los ejes viales, las tuberías rotas, las trincheras, los baches, los hoyancos, los árboles talados, el camellón arrasado, el aire letal envenenado.
José Emilio, periodista
«No sólo es la Ciudad y sus catástrofes lo que lo desespera; también la situación de América Latina, sobre la que escribió en Proceso, semana tras semana, así como denunció a la junta militar argentina, y al asesinato de hombres excepcionales como Rodolfo Walsh, el autor de Operación masacre. También lo sabe todo del terrorismo de la guerra contra el narcotráfico, de la violencia, el aislamiento y la represión».
Humilde y soberbio a la vez
«José Emilio ha vivido como si se comiera a sí mismo; todos vivimos de algo que inventamos. Por ejemplo, yo vivo de mis sueños, de mis nietos, de mis hijos. José Emilio, si leemos sus inventarios, vive de la realidad que todas las mañanas lo golpea. No sólo son los acontecimientos políticos los que lo asolan, si no los de los humillados y ofendidos, los del hambre, los de la corrupción; jamás se ha hecho ilusiones, la celebridad no lo abruma. Principio de sexenio, cuenta: suena el teléfono, dice: «no estoy para nadie». Fin de sexenio: el teléfono permanece en silencio; «no soy para nadie».
«Su cultura es piedra de toque en nuestra literatura. Nadie la tiene, nadie la tiene. Pienso en él con nostalgia. Siempre tengo nostalgia de José Emilio, y más ahora que no se deja ver y le llevo ocho años. Descubrirán ustedes que José Emilio Pacheco es ya, y mucho antes de los 80, un icono intelectual de México».
«Cae la noche. Da la hora, así el tiempo se evapora». Y eso lo saben muy bien Cristina Pacheco, su compañera de toda la vida, y Laura Emilia, aquí sentadas, a quiénes abrazo, de veras, con todo el corazón.
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