Por Alondra Valverde*
Distrito Federal, 06/03/14, (N22).-
En una apreciación poética de contenidos y técnica, de la poesía viva como mencionan algunos teóricos, la obra poética de Alicia Reyes parecería ser sólo una sombra del abuelo Alfonso. No hay nada nuevo en decirlo, pues quien tenga la oportunidad de conocerla o asistir a su taller sabe que tiene un gran apego hacia él, y eso se refleja en sus textos. Esta situación puede cansar al lector, cuando en más de una ocasión habla de don Alfonso Reyes a lo largo de su Antología.
Si se tiene suerte, el lector lo podrá encontrar a manera de metáfora, pero en la mayoría de los casos, es un descarado “Alfonso Reyes”, “A mi pequeño rey” y enseguida la dedicatoria a él, fuente de poesía, pluma escritora, y todo esto termina devorando a la que podría o no ser una buena poeta. En todo el libro hay cinco textos valiosos, estrofas y versos sueltos que si se separaran de todo lo demás tendrían fuerza por sí solos; no se da cuenta Alicia cuando un poema está terminado o le pide terminar, porque la idea ya está escrita, y en el afán de escribir mucho el texto cae, pierde sentido.
Nos encontramos con asonancias constantes, que no se sabe si es a propósito o a capricho, porque no sigue figuras poemáticas, hay versos que tienen métrica combinados con el verso de metro libre, el campo semántico salta de un lugar a otro, no sigue una línea conductora del poema, salvo textos como “Geometría…” donde hay un juego con los ángulos y las hipotenusas; ahí dice por ejemplo que “cóncava es el alma/ y agudos los sentidos”. Lo cual me parece una buena imagen.
El libro abunda en la repetición innecesaria de versos y palabras en un mismo poema, en la saturación de lluvias y días tristes, hay algunos textos como “El Vagabundo” que es más narrativo y descriptivo, que bien cabría en una prosa ágil, pues el texto, la lectura lo pide a gritos, pero ella se aferra a un género literario donde no termina de encajar. Además de que abundan las metáforas muertas, como “la blonda cabellera”, “las noches obscuras”; adjetivos sobrantes, que como dice Huidobro en su Arte poético, el adjetivo que no da vida mata, y en sus textos resultan tiros al corazón. Hay textos que no están vivos ni tienen razón de existir, terminan siendo, como lo dice ella en uno de sus títulos, un disparate.
Tiene cierres flojos, algunos inconclusos en su totalidad, y como muletilla tiene eso de dejar los versos tibios: es casi de noche, casi de día, no es esto ni aquello, medio frío medio caliente, medio sombra.
Amén de todos estos desaciertos que encuentro según la teoría y las lecturas que a lo largo de mi vida he hecho y me hacen sentir la vida del poema-poeta, encuentro en Alicia Reyes algunos textos salvables, donde una vez fuera de la influencia del abuelo deja libre su escritura y la podemos observar, respirar fuerte en los versos: “las metrallas despiertan de sus sueños de pólvora”, me pareció de las imágenes más rudas y hermosas de su obra.
Me gustan también sus dejos de erotismo suave como en su poema Te invito.
En las dobles lecturas como en Palabras se le aplaude la habilidad para unir dos textos o separar uno y hacer de ambos sentidos una biósfera en armonía.
Recordemos que el poema no está hecho sólo de ideas, sino también de palabras; a la maestra Alicia le falta dejarse ir por su instinto, como dice Pita Amor sobre tener instinto a la hora de escribir, que sólo siguen lo que les es dictado. Mejor que siga por la línea de los poemas amorosos que palpitan y estremecen al lector, por los poemas de observación, de los actos sociales, en lo que ella puede brindarnos el calor de sus versos.
Alicia Reyes, Antología poética, Fondo de Cultura Económica, México, 2013.
*Alondra Valverde. Poeta.