Polvo de estrellas, «Stardust»

Distrito Federal, 19/02/14, (N22).-


Neil Gaiman (Portchester, Inglaterra, 10 de noviembre de 1960), autor de Stardust (polvo de estrella) nos comparte la historia de un joven a quien le enseñan a alejarse de la magia a pesar de que la tiene al otro lado de su pueblo llamado Muro, un lugar bardeado con una sólo entrada y salida que evita que los mundos se mezclen; sin embargo, Tristan Thorn, protagonista en esta aventura cruza esa barrera para cumplir la promesa que hizo a su amada, guiado sólo por el instinto innato que posee del reino de las hadas. A partir de allí, el autor muestra otro mundo, donde los héroes de las historias pasan hambre, sufren sus heridas, se desesperan, enojan y a pesar de ello creen en sí mismos.

Gaiman, con su narrativa ágil y descripciones acertadas, enseña que “la voz de los muertos es nieve que cae”, dibuja con descripciones fieles a su imaginario creaturas y ambientaciones que llevan al lector al mundo de las hadas. El protagonista se encuentra frente a frente con seres burlones que no ayudan al forastero: brujas crueles que no ponen a dormir a sus víctimas, sino que afilan sus cuchillos para degollar a quien se interponga en su empresa; montañas de gigantes que duermen y tienen un latido por siglo; árboles gruñones que rasgan la piel y pierden a los incautos, u otros árboles-ninfas bondadosos que ofrecen verdades a quien las merece. ¿Acaso el lector había pensado en comprar un tornado, lluvia, viento o rayo de luz?, ¿en la posibilidad de que las estrellas sean mujeres malhumoradas de voz dulce que caen a la tierra, y que si uno se come su corazón puede devolver la juventud?

El libro está lleno de escenas de venganza, se entrecruzan las historias y desembocan en un reino; los buenos y los malos son enemigos comunes, incluso entre sí mismos; peleas entre unicornios y leones, trampas de brujas, reinos heredados, venganzas y asesinatos. Todo esto es lo que espera al lector de Stardust, quien deberá acercarse al libro con la mente abierta y deseosa de creer en la magia y la ficción. (Por Alondra Valverde)

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