- Su elocuencia y valentía la hicieron una escritora disidente y única. Intermediaria entre el saber especializado y la cultura popular. Hoy cumpliría 80 años.
Por Alizbeth Mercado (@alizbeat)
Distrito Federal, 16/01/13, (N22).-
Susan Sontag es una pensadora de actualidad absoluta que vale la pena leer y escuchar. Se jugó por lo que creía y no tuvo ningún empacho en ser contemporánea de su propia realidad y tomar partido de esta realidad – Sandra Lorenzano.
La contemplación, la crítica y el análisis fueron ejes de su obra. Apostaba por una interpretación “transparente” del arte, es decir, no tergiversar la pieza literaria. Prefería buscar una seducción y observar su naturaleza.
No se limitaba en la admiración de textos y el entendimiento de sus significados, le interesaba dialogar con los autores. Se mantuvo atenta por advertir la voz de un escritor en sus argumentos más allá del estilo.
Paul Goodman, Artaud, Fyre,Warhol, Roland Barthes y personajes políticos como George W. Bush –de quien criticó las acciones en cuanto a política exterior estadounidense- discurrieron en los ensayos de la “Dama negra de las letras americanas” (llamada así por el escritor Norman Podhoretz): Susan Sontag.
Susan nació el 16 de enero de 1933 en Nueva York, jugaba con esta fecha y decía que su país natal era China, no fue así. Su padre comercializaba telas. Sontag vivió con su madre en los Estados Unidos. A los 15 años ingresó a la Universidad de Berkeley, viró sus estudios hacia la Universidad Chicago, donde se graduó en Filosofía y Letras.
Phillip Rieff, un profesor de Sociología, fue su esposo durante nueve años y tuvo con él un hijo, David Rieff, también escritor.
Los años sesenta consagraron su obra literaria gracias a textos como Bajo el signo de Saturno, El Benefactor y Contra la interpretación. En esta década fue corresponsal en la Guerra de Vietnam y desde entonces denunció problemas sociopolíticos.
En 1982 se enteró que padecía cáncer; la enfermedad pasó a ser otra temática para sus ensayos y escribió La enfermedad y sus metáforas.
Susan vivió sus últimos años como pareja de la fotógrafa Annie Lebibovitz, hasta el 28 de diciembre de 2004, cuando falleció.
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A propósito del natalicio de Sontag, los escritores Sandra Lorenzano (SL) y Armando González Torres (AGT) contestaron una serie de preguntas para la Agencia N22
Susan fue una autora interesada en el debate y el diálogo, ¿cierto?
AGT: En efecto, ella era una figura intelectual que, digamos, tenía una gran exposición mediática, también tenía una gran irreverencia crítica. Era una de esas figuras que precisamente, por la gran exposición que suelen tener, pues aparecen con temas familaires para el público, era una autora en ocasiones más conocida por sus declaraciones y provocaciones que por sus libros. Yo creo que esto la hacía muy valiosa, porque si bien es posible guardar las reservas, su elocuencia, valentía y su capacidad de aparición la hacían una figura disidente, única tanto en el ámbito estadounidense como en el ámbito mundial
Y también tomaba cuasi cualquier temática para escribir…
AGT: De hecho ese es uno de sus libros más lúcidos, más personales y más novedoso, La enfermedad y sus metáforas y éste es un libro que me gusta mucho, porque cuando ella fue afectada por el cáncer hace una reseña aguda que es muy dramática y literaria sobre los significados del dolor, la enfermedad en la vida moderna, lo que ella dice es que toda enfermedad viene acompañada no sólo de malestares físicos, sino de diversos significados sociales y emocionales; no es el mismo dolor de un héroe de guerra o una mujer que sufrió una enfermedad de transmisión sexual, siempre hay circunstancias sociales que hacen que la enfermedad sufra un enfrentamiento con los prejuicios. También cuestionó los tratamientos y la concepción de la muerte, el culto al cuerpo que difícilmente asimila el desgatase de la condición humana.
¿Por qué Norman la llamó “Dama negra de la literatura norteamericana»?
SL: Evidentemente este apodo está cargado de ironía y en este sentido supongo que Susan lo hubiera celebrado, se refiere a su poca de identificación con el discurso dominante en el campo cultural de los Estados Unidos; ella fue siempre una trasgresora a la norma cultural, fue siempre más allá de lo establecido en los lineamientos del campo cultural. No dudó en enfrentarse a los poderes políticos, económicos, sociales y cultuales para defender su posición ante diferentes aspectos de la realidad que le tocó vivir.
En este sentido el apodo es casi un piropo, porque le permitió apropiarse, o más bien, destacó su papel como trasgresora, como alguien que siempre buscó nuevos caminos de reflexión y pensamiento, saliendo de los esquemas de creación, buscando trasformar la realidad a través de la palabra y pensamiento. Es un apodo que ella vivió como un halago, algo cargado de ironía pues describió su papel en el campo intelectual estadounidense.
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Sontag fue relacionada con las posturas del feminismo; sin embargo ella no reconocía este tema como suyo.
SL: Ella, como sucede con muchas pensadoras, a lo que se opuso toda su vida, tanto en lo personal como en su trabajo, fue a las etiquetas, en gran medida su oposición no era a que la consideraran feminista, sino que la etiquetaran; porque justamente su pensamiento buscó romper cualquiera de estas etiquetas que solemos usar en el campo cultural, ya que para acomodar las cosas hay volverlas fáciles. Ella nunca quiso ser una pensadora fácil, desde los 16 años que entró a la universidad decidió crear un lugar diferente para la reflexión. Éste era uno de estos conflictos. No quiere decir que no haya tomado posiciones personales y profesionales vinculadas al feminismo, no quiere decir que no haya seguido y discutido con feministas de tiempos de Simone de Bouvoir o hasta el postfeminismo norteamericano, me da la impresión de que su propuesta de pensamiento, no tuvo como preocupación central al feminismo.
Fue una escritora llena de dudas y de significados. ¿Cómo pudo combinar ambos?
AGT: Sontag era una personaje, era más que una pensadora original, era una representante del intelectual público y lo que hacía era la intermediaria entre saber especializado y la cultura popular, practicó lo que Maurice Merleau-Ponty definió como «alta vulgarización», es decir, tenía el talento para hilar los temas, para debatir los temas en este sentido era dotarle un nuevo significado al saber especializado al llevarlo al ámbito público mucho más amplio.
Susan una vez escribió sobre Paul Godman: «Hay escritores con los que convengo, pero no soy tan leal. Era aquella voz suya la que me seducía, aquella voz norteamericana, excéntrica…”.
¿Sontag se interesaba por el sustento intelectual, por las voces?
AGT: Susan era una autora desbordante no se puede limitar a algún género, fue creadora, pensadora, activista, intelectual dinámica, muy viva, tomó diversos temas, aunque ella era una mujer que se podría calificar en el espectro de la izquierda; sus posturas eran imprevisibles, llegó a ser muy crítica al modelo estadounidense de izquierda.
Sontag se asumía como parte del sistema al que criticaba. ¿Cómo logró mantenerse al margen?
AGT: Yo creo que es este escepticismo frente a sus propias ideas, estar revisando sus posturas y creo que es un proceso de higiene intelectual.
Sontag fue también llamada Iconoclasta, se relacionaba con la cultura pop y la fotografía, ¿cuál es la simbiosis entre Sontag y la imagen?
SL: Susan Sontag pasa por dos etapas en el análisis del discurso fotográfico, una primera etapa marcado por su libro de fotografía donde dice “el exceso de imágenes vinculadas a la realidad y al horror en la realidad nos alejaba, nos hace distanciarnos al horror”, estamos tan acostumbrados a ver imágenes de este tipo que pareciera que estamos “curados de espanto”. Luego entre sus últimos libros está Ante el dolor de los demás, para mí una de sus mejores obras y ahí ella misma retoma la reflexión del ensayo en la fotografía y no le quitemos validez al estar enfrentándonos a las imágenes, ¿cuál sería la medida que nos quita la sensibilidad, si vemos 10 ó 500? No es la cuestión, es un tema de empatía de quién somos y el lugar que ocupamos en la sociedad. Nuestra responsabilidad social como ciudadanos y empatía con el dolor ajeno.
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La vigencia en el pensamiento de Susan Sontag
SL: Va en dos sentido, primer sentido es esta oposición permanente a aceptar lo que está ya establecido tanto en lo social como en lo político y cultural. Ella no dudó en enfrentarse con el gobierno estadounidense (con la polémica que desató después de la caída de las Torres el 11 de septiembre), o su papel en Sarajevo. No dudó en oponerse a cualquiera de los grandes poderes políticos, mediáticos, culturales para sostener un pensamiento crítico, esa es una primera enseñanza fundamental.
Esta capacidad de no dar por aceptado a priori nada de lo que el poder nos está proponiendo, hay que desarmar a través de la reflexión, y hacer a partir de eso una relectura. Por otra parte, tiene que ver con el mundo mediático, el mundo de las imágenes y la vinculación con la propia ética de los –te diría en primer término de los intelectuales- pero sobre todo de los seres humanos, qué postura ética suscita los horrores. Me parecen dos elementos fundamentales.
Fue una mujer que vivió con una libertad absoluta y en muchos casos pagó el costo por esta libertad, es una de las grandes intelectuales del pensamiento contemporáneo y además reivindicaría esta capacidad de libertad de desmarcarse de cualquier lineamiento, encasillamiento en que quisieran meterla. Hizo su vida y obra con libertad. Supo vivir en libertad y cargó con la responsabilidad ética que esta libertad implica.
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Susan Sontag, a lo largo de su carrera literaria, recibió el galardón National Book Award en los Estados Unidos por su obra In América y el Premio Jerusalén de Literatura. El 7 de mayo de 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias, según el jurado, por «cuestiones esenciales» de la actualidad desde una perspectiva «complementaria en el diálogo de las culturas».
Imagen http://bit.ly/SMKibi
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