INAH encuentra vestigios que comprueban que Dzibanché fue deshabitada en el siglo XIII


Distrito Federal, 15/11/12 (N22).-

Un mural de estuco en relieve con policromía, que refiere a una de las dinastías mayas más antiguas e importantes de la antigua ciudad de Dzibanché, en Quintana Roo, así como fragmentos de estuco, forman parte de los últimos descubrimientos registrados el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), que revelan que dicho lugar fue habitado hasta el siglo XIII, y no hasta el XI, durante el llamado “Colapso Maya”, cuando se cree fueron abandonadas por completo las urbes de las Tierras Bajas.

Los hallazgos son dados a conocer luego de que especialistas reanudaron hace unos meses las investigaciones que el arqueólogo Enrique Nalda (1936-2010) efectuaba en esa antigua urbe maya, y quien durante sus últimas exploraciones encontró restos humanos y decenas de objetos de ofrendas, entre los que destaca un punzón de hueso labrado con la escena de un sacrificio humano.

Dzibanché es una ciudad que se ubica en el sur de Quintana Roo, en el municipio de Othón P. Blanco, asentada en 40 kilómetros cuadrados dentro de la selva; se conforma de cuatro conjuntos arquitectónicos: Grupo Principal de Dzibanché, Tutil, Complejo Central y Acrópolis de Kinichná. El asentamiento tuvo su mayor auge en el periodo Clásico (250-1000 d.C.), durante el cual gobernó la dinastía Kaan, una de las más antiguas e importantes de toda el área maya.

La arqueóloga Sandra Balanzario, responsable del proyecto de investigación en Dzibanché, informó que los datos que arrojan estos descubrimientos indican que esta ciudad estuvo habitada hasta el periodo Posclásico Tardío (1200-1550 d.C.), “lo cual es relevante porque nuestras investigaciones anteriores apuntaban a que la ocupación solo había llegado hasta el Clásico Terminal (800-1000 d.C.)”.

Destacó que entre el conjunto de objetos encontrados, sobresale una vasija del Clásico Tardío que fue matada (rota intencionalmente) durante un ritual en la época prehispánica, y depositada como ofrenda; la pieza esta decorada con iconografía que hace referencia a uno de los hermanos de Testigo Cielo, uno de los más importantes gobernantes de la dinastía Kaan.

Esta vasija —que ya ha sido rearmada en 70 por ciento— junto con iconografía de los dos murales, la decoración de estuco y los aplanados con glifos asociados a tal dinastía, indican una continuidad de dicha estirpe en esa urbe maya. “Esto es relevante porque la información que teníamos nos decía que la dinastía Kaan se asentó en Dzibanché en el periodo Clásico, y que para el Clásico Tardío (600-800 d.C.) emigró a Calakmul, pero después de este descubrimiento sabemos que hubo una continuidad, parte de la familia se quedó en Dzibanché para controlar la ciudad”.

Sandra Balanzario indicó que luego de dos años de haber quedado interrumpido el proyecto de investigación en el mencionado sitio, debido a los requisitos académicos que se debían cubrir para dar continuidad a los estudios de uno de los más importantes investigadores del área maya, en agosto de este año se reanudaron los trabajos en Dzibanché cuya primera temporada da prioridad a la restauración y consolidación de las áreas descubiertas por Nalda entre 2008 y 2009.

La arqueóloga del Centro INAH-Quintana Roo recordó que el objetivo de la última exploración de Nalda era encontrar las casas que habitó la gente de Dzibanché, porque ya había descubierto las áreas ceremoniales y edificios con cámaras mortuorias, por lo que decidió buscarlas en dos conjuntos arquitectónicos cercanos al área monumental que no habían sido excavados.

“La sorpresa que se llevó fue que en uno de los conjuntos, en lugar de casas habitación descubrió cuatro palacios destinados a la administración de la ciudad, el equivalente hoy a la Secretaría de Hacienda; 70 por ciento de sus espacios conservan fragmentos de estuco con pintura policromada y grafitis, algunos con glifos de la familia Kaan, y algunas cenefas de color rojo.

Tales edificaciones, abundó, se localizaron en el área conocida como Pequeña Acrópolis, donde también se descubrieron materiales arqueológicos que no estaban asociados a la actividad doméstica, sino que integraban ricas ofrendas de 700 años de antigüedad: objetos de concha, tumbada (aleación de cobre con oro), oro, cerámica polícroma, cuentas de jade, materiales orgánicos como semillas con restos de carbón y madera.

“También se hallaron los restos óseos desmembrados de cuatro individuos que parecen haber sido sacrificados, junto con incensarios efigie, matados (rotos) en el momento del ritual; cuchillos de pedernal y de obsidiana, restos de animales y un punzón de hueso grabado con una escena de extracción de corazón en la que se aprecia a un sacerdote en la escena del sacrificio”.

Sandra Balanzario detalló que los objetos que integran las ofrendas por lo general se encuentran en cámaras mortuorias pero “en este caso los mayas los depositaron dispersos en las ruinas de los cuatro palacios, que ya estaban en desuso; “pensamos que se pudo tratar de un ritual realizado en un momento de crisis para hacer alguna petición o bien como despedida para marcar un cambio político”.

En otro conjunto arquitectónico donde Enrique Nalda buscó evidencias residenciales, la Plaza Pom, el arqueólogo corroboró que se trata de un área habitacional que fue ocupada por la elite (en el periodo Clásico), caracterizada por la construcción de banquetas en el interior de las habitaciones. Además, halló materiales arqueológicos de molienda, cerámica policromada asociada con actividades domésticas y en uno de los edificios conocido como Palacio Sur, se descubrió un mural en relieve de estuco con pigmentos rojo, azul, verde, amarillo y negro.

“Lo importante del mural es que nos da una idea de la decoración de los edificios de esta plaza de elite. Tiene la representación de una serpiente con el cuerpo extendido y las fauces abiertas, sobre su cuerpo lleva personajes de los que solo se conservaron brazos y manos.”

Por su cercanía al área monumental de Dzibanché, los arqueólogos piensan que puede ser la residencia de la familia Kaan. Cerca de ahí, en el Templo de los Cormoranes, el equipo de Nalda descubrió otro mural de estuco en relieve con policromía, elaborado en el periodo Clásico; su iconografía representa la montaña sagrada, en la que se describe el origen y da legitimidad a dicha dinastía, apuntó Balanzario.

Este segundo mural se halló en uno de los costados del Templo de los Cormoranes, que solo había sido excavado por el frente, donde Nalda, en 1995, descubrió la tumba de Testigo Cielo; la obra fue cubierta con un muro en talud por los mayas en el Posclásico Temprano (1000-1250 d.C.), por eso se conservó.

“Dicho mural —con tonos azul y verde— actualmente está en proceso de limpieza para eliminar las capas de cal que se le pusieron luego de su descubrimiento en 2008-2009; previamente se le colocaron morteros de cal y arena para su consolidación y se techó para evitar daños por agentes ambientales. Mientras que la obra de la Plaza Pom recibe baños de cal para conservarlo mientras comienza su intervención en este mes de noviembre”, abundó la arqueóloga Sandra Balanzario

Concluyó que además “dos restauradoras trabajan en la limpieza y consolidación de los fragmentos de murales de la Pequeña Acrópolis, y también se colocan techumbres de palma de guano para proteger los estucos de la lluvia y la acción directa del Sol”.

12MAG

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