California comete «racismo institucional»: John Gibler

  • El autor estadounidense comenzó una investigación sobre los últimos movimientos sociales en México, en especial, los ocurridos en Atenco y Oaxaca 
Por Alizbeth Mercado
DISTRITO FEDERAL, México, 21/08/12, (N22).-Octavio Paz escribió en el Laberinto
de la Soledad
que, “Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por
oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado… La relación entre
ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia
de la otra”.
México es un  país que indiscriminadamente utiliza “chingar” para maldecir o celebrar,
depende la situación. Este concepto tiene diversas acepciones, pero el
trasfondo muestra a dos frentes en constante lucha, para demostrar un nivel
superior al contrario.Las relaciones de poder
podrían definirse con esta frase.
Relaciones que trata John
Gibler en su libro México Rebelde,
una crónica de los  movimientos de
insurrección en México. Gibler es un periodista independiente
que trabaja desde 2006 en México, y ha observado los movimientos sociales, no
sólo desde “abajo”, sino como un complejo de redes donde al final, la
desigualdad de condiciones, ya sean económicas, de justicia, de educación, entre
otras, son las que oprimen al ser humano
para desarrollarse como ser libre y social.
La Agencia N22 platicó
con el periodista acerca de su libro y su interés por contar historias que se
tejen a la par de estos movimientos sociales:
Alizbeth Mercado (AM): ¿Es
el primer libro de investigación que escribes?    
John Gibler (JG): Investigación
ya había hecho, en una ONG de California que se enfocaba en política ambiental,
una organización izquierdista que tenía una campaña en contra de la privatización
del agua y luego comencé a colaborar en la justicia ambiental, política ambiental
y anti racista.
California es una zona
comercial muy grande, y las zonas donde se siembra son valles que fueron
alterados, tenían flujos de lluvia, había lugares de lagos o de manglares que se
secaron para poder sembrar ahí. Como alteraron el ecosistema ahí no llueve,
llueve en la sierra, si no tienes el agua de riego no tienes nada. La mano de obra mexicana sin documentos vive sin agua potable, California es la octava economía más grande y las
comunidades no tienen agua potable. Esto es un asunto de corrupción. Esto es
racismo institucional.
Eso fue mi área de investigación
antes de que saliera la declaración de la selva lacandona, leí en La Jornada que hicieron un llamado a los
medios alternativos. Estaba molesto con la cultura de las ONG y en ese momento
quise hacer una transición para trabajar como reportero free lance independiente.
AM: Cuándo estuviste con
los indocumentados en California ¿surgió tu interés por México?
JG: No, desde mucho
antes. Yo crecí en Texas y mi primer concepto de otro país fue México, tuve
amigos mexicanos desde niño, la comida. Tuve un amigo llamado Julio, en la
clase de español, tuvimos que escoger nuestros nombres y no quise ser Juan,
quería llamarme “enero”.
La primera vez que salí de mi país y vine a México fue en 1988, para mí fue impresionante, recuerdo tanques en el centro,
militares en Bellas Artes, en el Zócalo,en Juárez, en Madero. Nací en 1973 y crecí en
la época de las guerras sucias, contra la insurgencia en Centroamérica; la palabra
“guerrillero” la conocí desde chico y cuando llegué a México dije «¡ah acá también la
dicen!» Eso no lo veías en Texas. Fue una experiencia chocante.
En 1994 ver al EZLN me
marcó mucho, ver una rebelión indígena con un discurso distinto a los
guerrilleros de los ochenta, con planteamiento político distinto, tardé dos
años en juntar dinero para venir. Llegué en 1996, no conocía a
nadie ni nada, fuimos a varias conferencias y nos sentamos con chavos de la UNAM,
del ENAH, que nos contaban lo que pasaba en los diálogos, siempre con el afán
de aprender y conocer las historias. Terminé la universidad y
regresé a México, entonces vino la masacre de Acteal, la recuerdo
fuertemente.
Después cuando en el Distrito Federal secuestran a Digna Ochoa, llegué como acompañante
de derechos humanos. Los vi y dije «lo tengo, me voy». Entonces en cuatro días
dejé mi trabajo, cosas  y vine a México,
estuve varios meses y conocí a Rafael Álvarez, él me ayudó mucho.
Me dijo «has leído Guerra en el paraíso, pues léelo». Mi tiempo como voluntario fue algo así cómo un seminario de derechos humanos. Después trabajé con la prensa  cuando estuve con el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan mi
trabajo era relacionarme, 
llevar los datos de los casos y llamar a los reporteros de habla inglesa
y decir «vengo de Guerrero, trabajo en derechos humanos». Íbamos, les explicaba y denunciaba
casos de abuso, tortura, esterilización a indígenas y ese fue mi primer contacto
con los medios. Con esto ellos iban a reportar el abuso, después me acredité en
el IFE como observador en el 2000.

No creo en la objetividad, creo en la honestidad
AM:¿Cuándo
comenzó esta investigación de México Rebelde?
JG: Primero comienza como
reportaje, yo llegué a cubrir como medio alternativo la Otra Campaña; pensé que duraría un año para
desarrollar el plan nacional de lucha; cambió la idea con la represión a Atenco, pero yo tenía a nivel sueño escribir un libro sobre eso. Me dije: «escribe primero
artículos y  sobre lo que pasa, cubre
bien el asunto». Durante cuatro meses viajé en
20 estados a escuchar testimonios diarios, sin descanso, ir a escuchar y de verdad “escuchar”, sacaba un articulo largo
para un periódico de 15 mil caracteres. Después vino Atenco, reporteamos con otros
compañeros, intentamos hacer la denuncia, ampliar el trabajo, escribir para
radio, sacamos una revista propia que vendíamos, se llamaba Palabras de la otra.
A  un reportero que conocí en la Otra Campaña fue a Diego
Osorno lo conocí en Chiapas, estaba parado a mi lado y me dijo «¿cómo viajas?», le contesté -de ride-, dijo- él ofreció que fuera en su carro. Viajamos a Oaxaca, pensábamos ir  a reportear sólo un fin
de semana, llevábamos una mochila, una muda de ropa y nos quedamos casi 6 meses. El año de 2006 formó la
columna vertebral de ese libro, las experiencias vividas y  la  pasión
por escribir se enlazaron. Escuchaba una voz que decía “órale cabrón, no es tour, esto es chamba, a eso vienes, no es la chamba que cambiará al mundo, pero es lo que te toca y escogiste”. El libro nace de ese
compromiso, hay que volver a escuchar y volver a escribir y compartir esas
historias.
AM: Además de los
testimonios, una de tus fuentes son los compañeros periodistas, ¿por qué
tomarlos como fuente?
JG: Pues éramos súper
compas, compartiendo chamba, estábamos parados al lado, los incluí porque eran
parte. Muchas veces los reporteros lo hacemos como si quedáramos fuera, en el afán
de enfocar la objetividad, como mini Dios observador. Yo rechazo esa postura,
no creo en objetividad, creo en honestidad, creo que no queda duda de mi
pensamiento y posturas políticas, y es mi plan de honestidad. Es un libro de
muchas historias que me conmovieron de rabia o amor, a veces me incluyo cuando
me toca vivir la experiencia o volteo la mirada a los reporteros porque surge
algo interesante.
  
AM: Respecto a la
desigualdad, mencionas que el gobierno quiere que exista para alejar a las
comunidades ¿ésta es una visión crítica a la pobreza?
JG: Los pobres siempre
son indígenas, es parte de esa violencia, son pobres, no pueden
participar, ni preguntar qué quieren, nosotros les vamos a decir y todo implica
más miseria. Despojan para que vivas
comprando, consumir. Mucha gente trae el
colonialismo aprehendido, por la enseñanza y de buen corazón van y ayudan pero
eso no es necesario. Por eso la urgencia de una incitativa política como la Otra Campaña, que subvierte
la dinámica colonial.
“Nos
hablan con balas, les contestamos con organización”
AM: En México, los
movimientos son aplastados por la violencia, no existe el diálogo, ¿qué opinas
al respecto?
JG: México tiene una característica
muy propia, Carlos Montemayor lo explica muy claro: el Estado ve cualquier
manifestación como una amenaza y una amenaza de naturaleza político militar,
manda una respuesta militar y no ve la violencia social detrás de un estallido
de rebelión que se da en una manifestación o en un movimiento guerrillero, que
salen del fracaso del diálogo, de encontrar un espacio en la estructura del estado
de exigir y participar. Es algo único del EZLN, hicieron un tremendo esfuerzo,
la Otra Campaña fue buscar otra salida
mientras se enfrena con la violencia del Estado. Atenco sí fue un acto de
los tres niveles de gobierno en venganza del movimiento campesino para aplastar con
violencia el esfuerzo de la Otra Campaña.
AM: ¿Piensas que al callar
a los movimientos es demostrar poder, además de incapacidad para resolver las
quejas?
JG: Sí, es el poder
caciquil, lo que yo iba escuchando en Oaxaca era la continuidad de la conquista. Cada esfuerzo que busca un cambio que no sea colonial, enfrenta una
representación brutal. La violencia social tiene continuidad en el proceso de conquista
AM: Mencionas
dos frases que llaman mi atención, me gustaría que las explicaras. La primera “México
divido y no conquistado”, ¿por qué?:
JG: Recalco que soy
estadounidense y siento deber moral de poner en su lugar el impacto violento de la política
del gobierno estadounidense hacia México.
No hay política justa binacional ni un interés en las altas esferas del gobierno
en Estados Unidos de tratar a México como soberano y vecino, es territorio de
despojo.
AM: La otra frase es: “Oaxaca
encierra contradicciones de la sociedad mexicana y anticipa los movimientos de
otros estados”. ¿Cómo observas a la
distancia esta sentencia?
JG: Pues, es con ese afán
de otros movimientos para calmar la violencia. Creo que Oaxaca es un ejemplo de
un pueblo que se organizó y decidió estar dispuesto a arriesgarlo, de salir de
esos ciclos de violencia. Fue una experiencia de resistencia a la violencia, no
se combatió con  armas. El gobierno quería
que entráramos al territorio donde tienen más poder, nos hablan con balas, les
contestamos con organización.

El #132 politizó a los jóvenes, pero le falta profundizar
Hay algo parecido con el
movimiento de Javier Siscilia, y el YoSoy#132, todos son esfuerzos de combatir
la violencia con organización social, todos tiene retos. Los jóvenes 132 lograron
 politizar a una generación de jóvenes
que se veían excluidos y apagados, contra violencia de los medios y del sistema
electoral que no funciona, el reto que enfrenta es ¿cómo llevar a cabo una
organización política social más profunda que las marchas?, no está mal, pero
en algún momento tienes que ir más allá. Tienen que profundizar en las raíces sociales, con puro plantón pueden ser desalojados, y ahí yo digo que
urge retomar sabiduría y experiencia política de las luchas indígenas, ellas
tienen una onda autónoma más desarrollada, no buscar siempre pedir al
estado, buscar construir. Hacen falta cosas de más
profundidad social, buscar una construcción de poder popular y no sólo
peticiones.
AM: ¿Cómo lograrlo?
JG: Mucho trabajo, una
primera etapa tiene que ser reflexión y preguntas. Decir «acá está Marx, Mao»,
puede ser que sólo hagan copy paste, pero es una visión utópica, la tienes que
vivir y adaptar a tu realidad. Este caso es un reto, México
es un país de muchas realidades
simultáneas, algunas compartidas y otras no. Mucha humildad, nos hacen falta
cosas tan básicas como escuchar y ser humilde.
México
Rebelde

es editado bajo el sello Debate de la editorial Random House Mondadori.

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