Redacción/CDMX
Desde tiempo inmemoriales, lo prohibido ha ejercido un magnetismo casi hipnótico sobre las personas. ¿Por qué nos fascina tanto lo que nos dice que no podemos hacer, tener o experimentar.
Romper reglas en la vida cotidiana, la atracción por lo vedado es un fenómeno que la psicología ha intentado descifrar.
El efecto “fruta prohibida”: cuanto más lo limitan, más lo queremos.
Cuando algo se nos niega, automáticamente adquiere un valor especial. Este fenómeno se debe en parte a la reactancia psicológica, un mecanismo por el cual nuestro cerebro percibe la prohibición como una amenaza a su autonomía.
Al sentir que nos están quitando la libertad de elección, nuestro deseo por aquello restringido se dispara. ¿Ejemplos? Dietas estrictas que terminan en atracones, restricciones de edad que hacen que los adolescentes quieran aún más lo que no pueden consumir, o relaciones prohibidas que parecen arder con más intensidad.
La prohibición no solo nos seduce por el simple hecho de estar fuera de nuestro alcance, sino porque muchas veces lo asociamos con poder y exclusividad.
Lo prohibido adquiere un aura de “lujo secreto”, una especie de privilegio oculto que solo los valientes, los transgresores o los más afortunados pueden disfrutar. ¿Cuántas marcas han explotado esto en su estrategia de marketing? Desde clubes exclusivos hasta productos de edición limitada, la escasez y la restricción aumentan el valor percibido de cualquier cosa.
Finalmente, otro factor clave en nuestra obsesión con lo prohibido: la búsqueda de sensaciones y la dopamina. Romper reglas o desafiar normas sociales activa los mismos circuitos cerebrales que las experiencias emocionantes.
Es un cóctel químico que mezcla curiosidad, emoción y una pizca de peligro. No es casualidad que el cine, la literatura y la música glorifiquen a los “chicos malos” y las historias de amor imposibles: lo prohibido vende porque despierta intensas emociones en nosotros.
¿Entonces… deberíamos prohibir lo prohibido?
Si lo prohibido nos atrae tanto, ¿sería más efectivo dejar de imponer restricciones para que pierdan su encanto? Algunos estudios sugieren que, cuando algo deja de ser un tabú, su atractivo se diluye. Sin embargo, el deseo por lo vedado parece ser parte de nuestra naturaleza. Quizás la clave no sea eliminar prohibiciones, sino entender mejor por qué nos seducen tanto… y si realmente vale la pena caer en la tentación.
(Con informcación de lamentesmaravillosa.com)