Por Noé Cárdenas
Distrito Federal, 21/09/12 (N22).- Enrique Krauze acaba de ser galardonado con el premio español de ensayo Caballero Bonald por su libro Redentores. Ideas y poder en América Latina. En estos ensayos el autor cuenta la historia y biografía de 12 vidas, tocando no sólo su ideología sino en general el significado de su existencia como personas de carne y hueso, con amores, pasiones y tragedias familiares. N22 charló con el autor acerca de este talante redentor en ciertos intelectuales.
Noé Cárdenas: El título del libro llama la atención. Redentores. ¿Por qué referirse a estos intelectuales, a estos personajes que estaban cerca del poder como redentores?
Enrique Krauze: Bueno, porque la pasión revolucionaria en América Latina, a todo lo largo del siglo XX y todavía en el XXI, ha tenido una impregnación, vamos a decir, religiosa, una especie de fuego espiritual muy cercano a la religión, lo cual es muy similar a lo que ocurrió en la historia rusa. Entonces no es suficiente con llamarlos revolucionarios. Todos fueron revolucionarios o a lo largo de todas sus vidas o en una parte de sus vidas, como ocurrió con Octavio Paz o con Vargas Llosa. Pero llamarlos revolucionarios no era suficiente porque yo creo que ese compromiso y ese fuego era de índole finalmente religiosa, en eso consiste su fuerza y también su limitación.
NC: Esta relación entre el intelectual y el poder ha sido tratada por usted a lo largo ya de muchos libros y aun antes en la revista Vuelta, y ahora en Letras Libres existe este análisis, ¿cuál es el papel del intelectual con respecto al poder?
EK: En México ha habido integración al poder, o el intelectual como consejero del poder, o el intelectual como revolucionario contra el poder, y el paradigma que finalmente más convenció a Octavio Paz y al propio Daniel Cosío Villegas -yo creo que es el más justo o fue el más adecuado del siglo XX-, es un intelectual que critica al poder, desde una posición de independencia y de autonomía. Lo que ocurre ahora, en el siglo XXI es que la figura del intelectual como lo conocíamos en el siglo XX -una persona, digamos, que podía opinar sobre todas las cosas y que era una especie de sacerdote laico o de oráculo-, se ha ido desdibujado por el avance mismo de la vida pública y democrática, y por la especialización, pero sigue siendo importante que el hombre de letras que tiene algún crédito público ejerza la crítica ahora ya no solamente frente a El Poder, que tenía en el siglo XX el PRI -me estoy refiriendo ahora a México en concreto y, luego, al presidente-, sino frente a todos los poderes: crítica del poder legislativo, del poder judicial, y de los poderes fácticos y la crítica de los medios, y también la autocrítica.
NC: Con la lectura de Redentores surge un cuestionamiento, ¿todo intelectual habría de ser un redentor?
EK: Octavio Paz escribió en su Itinerario: «de joven quise ser héroe, revolucionario, redentor», esa frase estaba dándome vueltas mucho porque yo creo que mi propia generación, igual que la de Octavio Paz, también tuvo ese momento redentorista, la idea de salvar -no de mejorar- la situación de la gente en un país tan desigual y tan difícil y pobre y lleno de necesidades como México, sino literalmente de salvar como una misión religiosa. Yo creo que esta pasión es a su vez muy apasionante estudiarla en los poemas de juventud, en las novelas, en el compromiso de los guerrilleros, pero también es muy trágica, porque finalmente he terminado por creer -más bien siempre he creído-, que la vía de la reforma y de la democracia es mejor que la vía de la redención política. En general pienso que en la historia humana cuando se mezcla el mesianismo con la política el resultado es desastroso.
NC: Usted mismo ha charlado con Isaiah Berlin, él dice que cuando leyó a Maquiavelo se dio cuenta de que los valores cristianos no son compatibles con los valores que debe practicar un gobernante, nunca van a conciliares, y que siempre estamos condenados a elegir.
EK: Sí, bueno, yo creo que Berlin -que tuve ese privilegio de conocerlo, de conversar con él y de tener una suerte de relación, porque tuvo sus editores en Vuelta, le editamos el libro del Tronco torcido de la humanidad, creo que se llama-, él en realidad estudia las ideas y las ideologías que fueron tan importantes el siglo XIX y XX como el nacionalismo, el racismo, todos los fanatismos de la identidad, y ¿qué es lo que le supone?, le supone el valor de la libertad, y toda su vida y toda su obra giran alrededor de ese tema, contra la corriente del siglo XIX y del siglo XX, que es la de los fanatismos de la identidad, que muchas veces lleva a dictaduras de derechas o de izquierdas, a revoluciones o a movimientos como el nazismo o el fascismo. ¿Qué nos queda? Nos queda la libertad individual, pero una libertad individual -hay que decirlo en su caso-, que no festejó la caída del Muro de Berlín como muchos neoliberales lo festejaron, porque Berlin no era un neoliberal -y yo tampoco lo soy, eso es una caricatura que se ha querido hacer de mí y de Octavio Paz, y de la revista Vuelta y de la revista Letras Libres-, como Berlin pensaba: ojalá y no se pierda el sentimiento moral del socialismo, de la justicia social, y por eso Octavio Paz escribió -y Berlin lo hubiera hecho, tuvo ensayos en ese sentido, ambos eran de una edad muy cercana- que había que buscar la convergencia entre esas dos tradiciones: el liberalismo y el socialismo, pero un socialismo como el del siglo XIX, como el de [Alexander] Herzen, por ejemplo, que era el gran héroe socialista y liberal de Berlin. Pero Herzen, a pesar de ser revolucionario, yo creo que no fue un redentorista. Hay algo en el redentorismo que busca el poder y eso es lo peligroso.
NC: Finalmente Enrique, usted ha acuñado la frase “Por una democracia sin adjetivos”, y hoy es necesario recalcar que la democracia verdadera siempre es una democracia liberal.
EK: Bueno, también puede ser una social-democracia. Lo fundamental es que se adjetivaba la democracia como burguesa, formal, puramente electoral, hasta la palabra liberal se usaba y se sigue usando de manera despectiva. Pero finalmente, ¿qué otro régimen es posible? No hay vuelta ni a las dictadura duras y puras, ni tampoco a las dictaduras perfectas. Lo que tenemos es esta democracia y, digamos, en lo que sí estoy convencido por lo que ha ocurrido en los últimos años es que estamos habitando ya el edificio de la democracia, pero no sabemos muy bien ni dónde está la sala ni la cocina, no nos hallamos todavía muy bien en la estructura del edificio. ¿Qué nos falta?: construir una cultura democrática, y Noé, si este libro Redentores sirve como un eslabón más en esta cadena, en este camino de construcción democrática, ese es el mejor premio.
NC: Y así será seguramente. Muchas gracias.
EK: Gracias a ti.
Imagen: http://bit.ly/Q3tYj1
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