Cinco poemas para decir adiós al poeta catalán que a finales del 2020 le fue diagnosticado un cáncer linfático y quien murió este martes
Redacción / Ciudad de México
Con más de ochenta años, Joan Margarit fue el primer autor en lengua catalana en recibir el Premio Cervantes. Se le entregó en 2019 y en 2020, el año más atípico a nivel global en la historia reciente, se le diagnosticó un cáncer linfático que este martes le ha ganado la batalla. Murió en la ciudad de Barcelona. Tenía 82 años.
Formado como arquitecto, a Margarit le han llamado el «arquitecto de la palabra», preparaba Animal de bosc, libro que verá la luz en las siguientes semanas.
El año que obtuvo el Cervantes declaraba: «Trabajo para consolar a gente solitaria, que somos todos. Con eso es con lo que me siento identificado. Y me siendo identificado en dos lenguas».
De Amar es dónde
CONOCIMIENTO
Cavar entre las piedras, los terrones,
las raíces que nunca arrancarás.
Es el precio que tiene lo profundo.
Cavar es religioso.
Es una forma de bondad.
Cavar de noche. Luego arrodillarse
y alzar los ojos hacia el firmamento
sin olvidar que todo ha de buscarse en tierra:
cómo alzar una casa, o escribir poesía.
Incluso desde dónde poder volver a amar
en este temporal de la memoria.
De Se pierde la señal
VISITAS DE OBRA
Durante tantos años he comenzado el día
dentro del ordenado desorden de las obras.
Frente a mi casa han empezado una.
La contemplo a menudo,
recuerdo amanecer en medio del estrépito
al cortar una plancha de acero con el disco
y el fragor ultrajante del martillo mecánico.
Perforar y romper para construir:
es esta música contemporánea
de una justificada destrucción.
Después de la visita
buscaba un bar donde estar solo, a salvo
del ruido y a la vez dentro del ruido,
y con el ángel gris de una estructura
de edificio entrevista en los cristales.
Cielo de hormigón húmedo
de los suburbios, siempre endureciéndose.
Todo el hierro oxidado y laboral.
Una ternura que oigo todavía
cuando graniza el tiempo
en los cristales de mi intimidad.
La vida se termina como empiezan las obras:
perforar y romper para construir.
Una justificada destrucción.
De Misteriosamente feliz
RETORNO
La luna aporta su prestigio antiguo
al pequeño, apartado vertedero
que, clausurado ya, mira hacia el valle
donde tiemblan las luces distantes de unos pueblos.
Cuando veníamos de noche
a tirar la basura,
nos quedábamos a ver el firmamento.
Oigo un rumor de bestias cruzando matorrales.
Árboles, horizonte: todo en orden.
Bajo la luna, al viejo vertedero
hoy lo cubren espliegos y tomillos:
Pero no tiene ya la misma fuerza
de cuando nos quedábamos aquí para mirar,
rodeados de basura, las estrellas.
De Cálculo de estructuras
CÁLCULO DE ESTRUCTURAS
Ya no viene conmigo esta ciudad:
no me hace compañía, ni tampoco
me proteje del viento y de la lluvia.
Aquello que pensaba que aprendíamos
-cálculo de estructuras, templos griegos-
cuando la Diagonal cruzaba descampados
y yo estaba estudiando arquitectura,
es un oficio de albañiles muertos
y cimientos de niebla. También ella,
la cálida muchacha que me amó,
se ha convertido en la desconocida
que, contemplo tumbada, en bañador,
en la fotografía de un jardín.
Un deseo rebelde late triste,
y busco el rastro de otro amor
en el camino que hoy, entre tus piernas
desnudas, todavía me conduce,
cansado, hacia mi sueño.
Así entro en la vejez:
no parece haber cambios al principio,
como una barca que, al llegar a puerto,
ha apagado en la noche sus luces y el motor,
pero en la oscuridad aún prosigue
resbalando en silencio por el agua.
A pesar de saber que recordar
el sexo en solitario es morir solo,
recorriendo su cuerpo ya perdido
hoy calculo mi última estructura.
De El primer frío
SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
Has aparcado el coche
junto a este largo muro de cipreses.
Treinta años hace que vivimos juntos.
Yo era un chico inexperto y tú una chica
desamparada y cálida. Las sombras
de una última oportunidad
van cubriendo la luna.
Soy un viejo inexperto.
Tú, una mujer mayor desamparada.
Todos los poemas han sido tomados de la página www.joanmargarit.com/es/
Ahí también se les puede escuchar en la voz de su autor.
Imagen de portada: El Mundo / José Aymá