Para los habitantes de este estado, todo tiene un significado, incluso los aromas que se conjugan y se sienten. La invitación es ver y entender la tradición más allá de la ofrenda
Morelia, Michoacán. (N22/Huemanzin Rodríguez).- Debido a la pandemia por la enfermedad covid-19, este año las actividades por el de Día de Muertos fueron limitadas. La gran cantidad de turistas que llegan en autobuses bajo conceptos del mercado como all inclusive, para “vivir la experiencia” de las comunidades, vio frustrado su viaje cuando las autoridades decidieron cerrar los panteones para evitar contagios. Para que la fecha no pasara desapercibida, fueron montadas ofrendas tradicionales en el Museo del Estado de Michoacán (Guillermo Prieto 176, en el centro de Morelia). Al respecto, N22 Digital tuvo la oportunidad de conversar con Claudio Méndez Fernández, secretario de Cultura del estado y dos mujeres participantes en el montaje de las ofrendas.
«Aquí en Michoacán tenemos la presencia de cuatro grupos originarios: los mazahuas y otomíes que están en el oriente, junto al Estado de México. Tenemos a los nahuas en la costa. Y el pueblo purépecha en la zona lacustre, que es en donde se concentra gran parte de las manifestaciones culturales. En específico, la celebración de Día de Muertos. Cada comunidad, cada pueblo, cada familia tiene su forma muy particular de venerar y abrir este portal para que lleguen sus seres queridos que se han ido. Es un tema cultural, si bien es cierto que se ha promovido como un tema turístico, es algo mucho más profundo, lo digo con todo respeto. Esto es resultado de un sincretismo entre dos culturas», comenta Claudio Méndez Fernández.
En el patio del museo, donde también hay obra de la Bienal de Arte FEMSA, cuyo grueso de la exposición está en el Centro Cultural Clavijero, están dos ofrendas. La más pequeña viene de la comunidad Santa María de Ostula, Municipio de Aquila en la Costa-Sierra Nahua. Yainé Nemesio Santos es una joven que ha participado en la ofrenda y risueña, nos comparte el significado simbólico y parte de la celebración.
«La ofrenda se pone el 31, dedicada a los angelitos, que murieron antes de los dos años. Para el día 2, es el día grande para todos los fieles difuntos. Se cambia la ofrenda y se ponen todos los alimentos, como el mole de pollo, que es algo que no debe faltar, como el pescado. Hay frutos silvestres como los palmillos. También le ponen chocolate, acompañado de un pan, atole de coco, que es algo básico, pues representa más a los frutos de la costa. El café va acompañado con alcohol, con “piquetito”. Hay tamales, tostadas de coco, empanadas. Cañas, plátanos y guayabas, que dan ese aroma que pues se cree que atrae a los vivos y a los muertos. Uno cuando está arreglando el altar, empieza a comentar eso: «Invítale a tu hermano, a tu hermano, a toda la familia, que venga».
»Pasando el día 2, en la comunidad indígena de Pómaro, hay un juego tradicional con toros y otros animales del campo. Comienza con muchachas sentadas en caballos adornados con flores y globos. A los toros de cartón con varas, se les ponen las flores en los cuernos. A ellas se les nombra caporales, y van arriando al ganado y todos los animales que se van encontrando, y si se encuentran un zorrillo, pues se quedan con ese olor fuerte que se lo pasan a toda la gente que va acompañando, esa es como la diversión, a ver a quién le toca. Así pasa la tarde, y luego se atrapa a personas que las meten en una cárcel «de a mentiras», hecha con espinas. Y con las espinas se les pica a la gente que está adentro, como si fueran zancudos, hasta que paguen su recompensa. Entonces pagan como cinco o diez pesos. Así estamos todo el día. El dinero juntado de las recompensas, un comité lo usa para hacer el ponche o la ginebra que en la noche se reparte a la gente. Y en la noche se escoge a los que dentro de un año serán los encargados de organizar los toros porque se lleva tiempo hacerlos.»
De la zona lacustre viene Alicia Mateo Manso, integrante de la comunidad Tarecuato, municipio de Tangamandapio, Michoacán. El culto tiene pequeñas diferencias y las tareas se reparten entre hombres y mujeres, siempre están juntos.
«Lo que venimos a presentar al Museo del Estado, es el altar de ánimas de la comunidad. Tarecuato es una población grande en donde todavía se habla la lengua purépecha. Por lo tanto, hay un mantenimiento de sus tradiciones con un legado muy fuerte con una identidad que hace que la comunidad, en esta época se vista de fiesta, aunque sabemos en mi comunidad que esta es una celebración.
»La ofrenda que tenemos aquí es para adultos, porque si ven en lo alto del altar hay dos panes con figura humana, uno forma de hombre y otro de mujer. Están los dos juntos, aunque sólo uno de ellos haya muerto, porque en nuestra creencia, alguien tiene que recibir a su pareja muerta. Por eso los dos deben de estar juntos.
»La ofrenda se hace poco a poco. La van haciendo los familiares, los vecinos y la gente de la comunidad. Primero se hace sólo la estructura con las flores. Y poco a poco cada quien participa con velas a las que les llamamos candela en la comunidad, pan; en las ofrendas de mujeres se pone chayote. En todas se pone fruta. Todo eso se pone sobre el petate y lo bonito es que si tú pones un alimento, te corresponden con otro de la misma ofrenda.
»A los costados pusimos otro tipo de ofrenda, está dedicada a hombres, eso lo sabemos porque tiene caña, aguardiente y cigarros. Cuando se hace una ofrenda se trata de poner a toda la familia junta. Es la madrugada cuando se completa la ofrenda. Ahí junto a los panes de hombre y mujer ven unos panales de avispas. Es la ofrenda que hacen lo jóvenes que no se han casado. Ellos lo ofrendan porque las ánimas también llegan en forma de avispa. Es un trueque, porque si el panal tiene miel se deja en la ofrenda, y al dejar el panal se pueden llevar algunos chayotes, frutos o maíz. Si el panal es grande, se pueden llevar una botella de bebida que otra persona ofrendó. Todo tiene un significado. Incluso los aromas que se conjugan y se sienten. Y en una casa se combinan más elementos, de las que están cocinando, se siente el humo. Se están haciendo los tamales. Y aparte de esos elementos, que son visuales. Para nosotros se conjuntan otro tipo de ritos.
»Cuando una de las personas no pudo cumplir con sus responsabilidades, porque murió antes, en estas fechas puede terminar sus compromisos. Por ejemplo: si un hombre y una mujer vivieron juntos y no se casaron, éste es el momento en que tiene que pueden hacerlo. Y los padrinos tienen que ayudar a cerrar ese círculo. Es la forma en la que podemos continuar nuestras tradiciones y aguantar todo lo que hemos vivido, tanta discriminación y marginación. Por eso para nosotros así es como continuamos nuestra tradición.
»Ojalá que cuando la gente nos visite, en verdad viva la comunidad, no nada más vaya a lo vistoso de las ofrendas. Luego van a vernos y nos dicen que los hombres no hacen nada, que nomás están ahí sentadotes mientras nosotras cocinamos. Pero lo que la gente no sabe es que ellos, desde días antes, estuvieron cortando la leña y trabajando para traer cosas necesarias. Por ejemplo, ellos son los que mezclan la masa en la madrugada para poder hacer el pan. Hay muchos elementos que no son visibles. Por eso digo, si vienen otras personas que tengan los ojos abiertos, que vean a la comunidad cómo participa de la tradición y no nada más vean el momento cuando la ofrenda ya está puesta y terminada. El contexto es mucho más amplio.»