Una entrevista en la que se habla de la relación y la negociación entre este parlamento y el gobierno de Noruega, los desafío en las fronteras, la relación del turismo con los pueblos indígenas y la filosofía de las culturas indígenas
Ciudad de México (N22 Digital/Huemanzin Rodríguez).- En el año 98 d.C. el político e historiador romano Cornelio Tácito (56 d.C.-120 d.C.), hizo una crónica con los rumores que se tenían de un pueblo salvaje que vivía más allá de los pueblos germánicos, en los territorios del norte, hogar del dios Aquilón. Tácito escribió que esas tribus no tenían posesiones, se cubrían con pieles, no tenían casas y no cultivaban, comían lo que recogían y cazaban, dormían en el piso y se movían con sus animales. Ese pueblo al que se refirió, son los Sami, los indígenas del norte de Europa, quienes ahora viven entre Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Como todo pueblo indígena ha padecido de abusos y despojos. Desde los años setenta, las organizaciones Sami se han puesto en contacto con otras organizaciones indígenas en el mundo, en la búsqueda de alianzas para defender sus derechos. Aili Keskitalo, quien actualmente cumple su segundo mandato como la presidente del Paramento Sami de Noruega, participó en febrero pasado en las actividades celebradas en Los Pinos, para cerrar el Año Internacional de las Lenguas Indígenas. En entrevista con Noticias 22 Digital, Keskitalo, habla sobre su pueblo y los puntos de encuentro y desencuentro con el gobierno de su país.
«Nosotros somos los indígenas del norte de Europa. Los Estados han dibujado fronteras a través de nuestro territorio. Hoy vivimos en cuatro Estados: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Y somos una minoría en todos los países en que vivimos. Nosotros hemos luchado continuamente para ser un pueblo. Hemos luchado para ser un pueblo incluso en las fronteras de los países nórdicos, que son fronteras suaves. Pero la frontera con Rusia es muy dura, es muy difícil la cooperación y más complicado estar juntos como pueblo.
»Desafortunadamente todos los países en los que vivimos, a través de la Historia han tenido políticas de asimilación para nuestro pueblo, incluso cuando oficialmente esas medidas de asimilación terminaron y ahora vivimos en una nueva era política, aún luchamos contra las secuelas.»
Hasta hace muy poco, ser sami no era algo que se dijera abiertamente en Noruega, más allá de los territorios de Laponia. Ante siglos de segregación y maltrato, ¿cómo ha sido construir una nueva relación con los gobiernos de los países que habitan?
Estoy segura que algunos samis dirían que no deberíamos cooperar con los colonizadores. Pero nosotros somos un pueblo pragmático. Nosotros no tenemos una estrategia de aislamiento, porque casi en todas las partes en donde vivimos tenemos vecinos que no son samis. Nosotros hemos estado en ese territorio, estaremos ahí y las otras personas no se irán, así que tenemos que intentar comunicarnos y cooperar, porque es claro que somos una minoría.
Actualmente el pueblo Sami tiene cerca de ochenta mil personas, la mayor parte de ellas viven en Noruega y desde 1989, luego de décadas de protestas por la construcción de una presa en el en territorio de Alta, se creó el Parlamento Sami de Noruega. En estos treinta años de trabajo, ¿qué se ha logrado?
El Parlamento Sami fue establecido por la democracia noruega, para asegurarse que haya una voz para la gente indígena. Aunque tenemos una buena cooperación con las autoridades en temas como lenguaje, educación y cultura; hay otros temas que permanecen en disputa, algunos son: los derechos sobre la tierra y los derechos sobre el manejo de los recursos naturales. Es en estos temas en donde, desafortunadamente, tenemos conflicto nosotros como pueblo con titulares de derechos, las autoridades noruegas y los desarrollos de negocios.
Esos temas son difíciles porque tenemos que lidiar con el desplazamiento interno y la migración forzada que han provocado. Incluso, el que nuestra historia haya sido olvidada o escondida, porque no es conveniente. No somos convenientes. Déjame tocar el tema del desarrollo energético, creo que pasa algo similar en México, el desarrollo energético ha sido la fuente del robo de tierras de los pueblos indígenas. Es lo mismo en los países en donde nosotros vivimos. Lo mismo que pasa con el desarrollo energético, también ocurre con el desarrollo de infraestructuras como la construcción de trenes y la industria de la extracción, como la minería.
Esas actividades entran en conflicto con la vida que tenemos, con la vida tradicional que hemos tenido, basada en el contacto y la relación con la naturaleza. Necesitamos de la tierra, del agua, de los mares para pescar. Tal vez puedas reconocer nuestros conflictos en México y en otros lugares con zonas indígenas.
Cuando nos referimos al pueblo Sami, en ese término agrupamos a todos los sami, pero no son iguales los que viven en Noruega que en Suecia, Finlandia o Rusia. El espacio nos transforma. ¿Cómo ha sido posible que esa diversidad tenga una agenda común?
Es por eso que tenemos el Parlamento en Noruega, ahí los sami podemos estar juntos y tener una opinión común, y discutimos cuando no estamos de acuerdo. En cada frontera hay diferencias entre los sami, pero la diversidad es una fuente de vida, de creatividad y desarrollo. Creo que es bueno que seamos diferentes. Y pese a esas diferencias, cuando conoces a otro sami sientes la conexión, está en nuestros corazones, en nuestras manos y en nuestras cabezas. Es la herencia que tenemos y que queremos darles a nuestros hijos.
Si en los motores de búsqueda ponemos “Sami” y “Noruega”, uno de los resultados es Mari Boine, la famosa cantante sami que en 2011 vino a México. Otros resultados me llevan a la oficina de turismo de Noruega. Eso me ha hecho pensar que en muchos países, la mejor forma en que los Estados han aceptado a los pueblos indígenas ha sido como referentes culturales, particularmente en la industria turística. ¿Ustedes han podido negociar su participación en esa industria?
Es una paradoja, pero muestra el valor de la diversidad cultural y lingüística. Es importante para nosotros poder compartir con otras personas aquello que poseemos y nos alegra también, que muchas otras personas puedan disfrutarlo, ya sea en el turismo o en escenarios internacionales. Pero si un gobierno quiere tener esas referencias culturales, éstas deben de ser genuinas. No pueden ser creadas o recreadas con esos objetivos. Debes de tener a gente sami, a gente real de una cultura viva. Entonces podemos participar, ser socios y podemos compartir lo que queramos compartir. Para lograr eso se debe ser culturalmente sensible y ético, si no es así, el valor se pierde. Muchas culturas indígenas están terriblemente explotadas por el turismo y al mismo tiempo, la cultura viva está oprimida. Eso no es correcto. Si quieren tener algo que mostrar a los turistas, tienen que apoyar a las culturas vivas.
Desde su creación, el gobierno de Noruega ha destinado millones de coronas para el Parlamento Sami. ¿Cómo se logró esta decisión?
El parlamento fue una necesidad del pueblo Sami como de las autoridades noruegas, que reconocieron que necesitaban a alguien para consultarle sobre temas Sami. Así que estuvimos de acuerdo en hacer un parlamento elegido por los samis, para los samis. No tenemos poderes legislativos, pero el gobierno noruego está obligado a consultarnos en temas que nos atañen. Las consultas son algo bueno, tenemos que intentar más poder ponernos de acuerdo. Tenemos que intentar tener la mente abierta y con buena fe. Las soluciones que beneficien a la mayoría de la comunidad vienen de ambas partes. Esas consultas son muy buenas para las sociedades multiétnicas. Yo estoy orgullosa de ello, incluso cuando no siempre estamos de acuerdo, pues al final siempre es el gobierno noruego quien decide. Estoy orgullosa de que nos reunimos en intentamos encontrar las mejores soluciones.
Desconozco cómo sean las cosas en México, pero me parecería interesante que en cualquier lugar donde haya pueblos indígenas, se pudiera explorar un modelo como el nuestro, que les permita decidir por sí mismos y tener un diálogo con las autoridades, que es algo muy importante. Eso se verá reflejado en toda la sociedad y en una democracia más sana.
Desde hace algunas décadas se han cuestionado las decisiones que han llevado a la humanidad a las problemáticas actuales. ¿Considera que hay algo que se pueda aprender de las culturas indígenas para mejorar el rumbo en el siglo XXI?
Pienso que mi cultura, así como otras culturas indígenas, tiene una aproximación holística en su manera de vivir. Solemos vivir de manera sostenible. Eso no quiere decir que todas las prácticas indígenas sean sostenibles. Pero lo que he aprendido desde niña es mucho más cercano al desarrollo sostenible. He aprendido sobre economía circular, que es una tendencia hoy, en donde no se debe de usar más de lo que se necesita. Siempre se debe dejar algo para después o para la siguiente generación, ese es un valor en nuestra cultura. No se trata de acaparar todo. Me apena decirlo, pero la peor parte del capitalismo es que roba para tener más de lo que puede. Es comerse vivas las cosas, es destruir. Problemas globales como el cambio climático son parte de eso. Creo que todos podemos inspirarnos por las filosofías de las culturas indígenas, que no necesitan comer más de lo que pueden.
Imagen de portada: Parlamento Sami de Noruega / © Thomas Mayer