Una entrevista con la actriz argentina Laura Agorreca, sobre su proyecto Otra cosa. Apuntes para mi re-habitación del 31, un ejercicio escénico desde el espacio doméstico
Ciudad de México (N22/Ana León).- Laura Agorreca es una actriz de cine, de teatro y de televisión nacida en La Plata, Argentina, en el año de 1981. Actualmente reside en la Ciudad de México y es en esta urbe donde ha pasado, a lado de su familia, los días de cuarentena. Como muchos creadores escénicos, Laura se cuestionaba sobre su práctica artística en el actual contexto, pero fue la invitación del Museo Universitario del Chopo al ciclo Escena Viva. Intervenciones al espacio doméstico, la razón por la que empezó a hacerse preguntas concretas: ¿Cómo intervenir mi espacio doméstico, íntimo, privado, sin exponerlo? ¿Es posible hablar de Artes Vivas en este contexto? ¿”Lo vivo” es sólo “en vivo”? ¿Cuál es la diferencia entre “teatro digital” y un “cine precario”?
Varias reflexiones surgieron de una serie de ejercicios para re-habitar, como el título de su proyecto lo señala, el espacio de lo cotidiano, de la vida en familia, del retiro, de la privacidad. « Fue entender sensiblemente qué posibilidades poéticas —que son, al fin de cuentas, las que nos hacen sobrevivir emocional y psíquicamente— me brinda el espacio de lo doméstico. Y con esto, un redescubrimiento de él. No por no conocerlo en ese modo, sino por nombrarlo de un modo más propio a la experiencia que otorga.»
Ella no suele hacer este tipo de registros autorreferenciales y tenía una opinión sobre este tipo de trabajos en donde «uno está como centro», además que, como me cuenta, tiene un gran sentido de lo privado. Así que la alternativa planteada por el proyecto del museo no fue fácil, «al principio me resultó un poco difícil. Siempre en mis procesos creativos tengo un momento de mucha angustia. Y una vez que se sortea empiezo a gozar, a danzar en la propuesta.»
En un encuentro vía zoom, Laura nos cuenta cómo fue este proceso y las conclusiones a las que llega sobre su quehacer profesional en un momento en el que el teatro se aleja del tiempo en presente.
Si bien el título general de lo que se presenta en El chopo es Escena Viva. Intervención en el espacio doméstico, hay una idea de resignificación de lo doméstico en todo esto y que justo tú también abordas cuando hablas de re-habitar, porque es resignificar el cotidiano, resignificar la forma de ocupar el espacio, de comunicar o de entender qué es lo colectivo. ¿Hace cuánto inicias este proyecto, con qué idea y cuáles las reglas que te pusiste para desarrollarlo?
Cuando el Chopo, a través de Gabriel Yépez, me hacen la convocatoria, es cuando inicia el proceso para mí. Yo no suelo hacer registros de este tipo. Fue muy interesante la propuesta porque fue muy simple y muy amplia, y con un límite claro que dio lugar a poder pensar y repensar el entorno y uno mismo porque, claro, el propio mundo se reduce a lo doméstico.
Lo inicié exactamente cuando recibí la propuesta; empecé a pensar en esa dirección.
¿Cuál fue el objetivo que seguiste más allá de la intervención en lo doméstico que es muy amplia?
Tenía mis propias opiniones sobre lo autorreferencial y sobre los registros donde está uno como centro y como, inevitablemente, aunque no sea la intención, como ejemplo. Y también tengo un gran sentido de lo privado, esta diferencia de lo público y lo privado. Están más invadidos uno en el otro o más integrados, pero yo quiero preservar ese espacio.
Al principio me resultó un poco difícil. Siempre en mis procesos creativos tengo un momento de mucha angustia. Y una vez que se sortea empiezo a gozar, a danzar en la propuesta.
El objetivo era poder hacer algo específicamente en este momento y para este contexto y que no tuviera nada previo ni ambicioso en un sentido, digamos, por fuera de mi vivencia. Sé que para las personas que no conviven con niños, de repente puede ser propicio porque hay una lentitud en el ritmo de producción, hay menos exigencia, hay una detención de la inercia si se quiere, en algunos casos. Pero con niños es muy difícil, es muy diferente, quiero decir, y también difícil, porque las interrupciones son constantes. No hay ese espacio de concentración o simplemente de no interrupción. Sabía que también ése era un límite natural que yo tenía y decidí que esas cosas participaran. Decidí no quitar los audios cuando de repente los escucho a ellos y se supone no tendrían que estar, hacer uso de esas interrupciones preservando sus caritas; utilizar todo lo demás de su presencia.
Sobre la idea del conjunto, no tuve un objetivo a priori, fue llegando a través de las cosas que iba produciendo, de los videos, con los textos, con las imágenes, con las ideas. Y fue muy al final que dije, “bueno, pero esto sucede aquí”. Ahí me dio la idea de que cada puerta —porque de hecho tuve acceso a otros departamentos—, podía darme acceso a otra intimidad. Esos desarrollos están colocados dentro de esa intimidad como una forma de estructurar que esto es lo que sucede en el edificio.
Cuando haces esto, hablas de lo público y lo privado y creo que ese juego se ha hecho muy evidente con las redes sociales, con lo que la gente publica, sobre todo en redes como Instagram y donde el relato es autorreferencial. ¿Cuál sería la diferencia en un ejercicio como éste de alguien que diariamente está publicando fragmentos o videos de su vida íntima y de su cotidiano?
Yo no soy usuaria frecuente. No puedo decirte si hay una diferencia o no porque no sé. Tú me dices la gente que publica todos los días, de repente publican que se comieron un plato de fideos y a mí no me interesa para nada, o de repente publican cosas que, aunque sean todos los días, tienen una gran fluidez para realizarlo y son cosas que pueden llegar a ser interesantes o disparadores para alguien.
Lo que te puedo decir que para mí tiene de valioso lo que hice es que repiensa el espacio, a mí me hizo repensar el espacio, me hizo repensar los vínculos, me hizo darme cuenta que hay cosas, actividades, que yo pensaba que eran de lo más naturales y digo, no, esto que sucede aquí en mi casa, aunque suceda a diario, no es ni lo más común ni lo más natural.
No sé si hay mucha diferencia. Hay una vastedad tan grande en la nube y en la red que para mí que no la estudio es difícil poder opinar sobre eso. No sólo no la estudio sino que no soy usuaria porque lo presencial me demanda mucho. Es muy poco el tiempo que me resta para estar frente a la pantalla viendo los mundos de los otros.
Tú misma te haces una serie de preguntas respecto a las artes vivas y el límite de éstas o si se tienen que reconfigurar cuando pasan a un formato digital. Después de todos estos ejercicios, de estas aproximaciones que hiciste con este trabajo, ¿para ti cuál es la posibilidad de las artes vivas dentro de esta digitalidad?
Bueno, todas las que ocurran. El tema es saber si tiene ese nombre. ¿Qué implica el arte vivo? ¿Si implica la presencia o no? Son preguntas que todavía no me respondo como tal. Sí, haber hecho estos ejercicios echan un poco de luz en estas preguntas porque algo que, a priori, hubiera creído con cierto dogmatismo y ortodoxia, es que esto no es teatro, voy a ver que hago porque necesito de lo otro de una manera diferente. Toda esta suerte de ideas preconcebidas, con las que sin embargo estoy de acuerdo, empezaron a relajarse y a, genuinamente, permitirme realizar OTRA COSA que yo todavía no puedo nombrar y para mí es muy importante nombrar de una manera adecuada. Porque en el sentido de las palabras que ofrecemos hay un mundo detrás.
No da igual usar una palabra que otra. Yo esa palabra todavía no la encontré. Lo que sí encontré, y por eso estoy también muy agradecida de la propuesta y tengo muchas ganas de ver a los otros artistas que también componen esta convocatoria, es una manera diferente de hacer lo que hago y de hacer lo que me gusta, y con un lenguaje diferente.
Para mí es muy pronto para las definiciones. No es lo mismo. No sé si podemos llamar esto artes vivas. Creo que también tendría que apoyarme de otros materiales, no sólo de lo empírico y lo personal. Y también estoy un poco tomada, porque pienso que volviendo un poco a esto de la comunidad y de lo colectivo, el teatro propone eso que siento que es cada vez más necesario. Adaptar las artes vivas… por supuesto, podemos adaptar a otras maneras y lo estamos haciendo, fue una propuesta que pudimos cubrir y es maravillosos darse cuenta de eso; sin embargo, no creo que este sea el camino, que deba ser el camino de las artes vivas o que deba ser el camino del teatro. De repente puede no ser uno solo. Insisto, si no es uno solo hay que llamarlo de otra manera.
Y posiblemente tampoco indago mucho en esta pregunta que me haces justo por mi falta de interés en ese aspecto. Lo podemos adaptar, podemos jugar un rato a otra cosa, puede ser muy divertido y podemos encontrar un espacio ahí de realización; sin embargo, a mí me gustaría rescatar siempre este hecho colectivo que se da en la presencia y que sucede aún con los ojos cerrados y en silencio.
«Toda esta suerte de ideas preconcebidas, con las que sin embargo estoy de acuerdo, empezaron a relajarse y a, genuinamente, permitirme realizar OTRA COSA que yo todavía no puedo nombrar y para mí es muy importante nombrar de una manera adecuada. Porque en el sentido de las palabras que ofrecemos hay un mundo detrás.»
Al platicar de estos temas también con un coreógrafo, él me decía que habría que diferenciar entre la actividad artística y la profesión, porque el creador escénico sigue creando desde el encierro como el pintor sigue pintando, como el escritor escribiendo.
Te diría que es una manera de vivir también. No es que uno se pone un ejercicio en un momento. Hay cosas que uno las vive de una forma, elige una manera de ejercerlas o ejercitarlas. Yo tuve un paréntesis grande en el que produje otras cosas que no tenían nada que ver con mi formación ni con el desarrollo que venía teniendo, pero eso no significó que en mi cotidiano y en mi espacio doméstico yo no tuviera estas microcreaciones o microficciones o una manera de pensar que es mucho más corporal.
Claramente la profesión, sobre todo la distinción que él hace, la profesión está teñida de una responsabilidad y de una cosa externa y de un cumplir con una serie de cosas que no tiene el ejercicio, el ejercicio puede ser simplemente la experimentación, la prueba. Y creo que en ese sentido, es también el nombre de las cápsulas que hice, son ejercicios. Porque antes de esta propuesta no lo había hecho y me parecía demasiado comprometedor, no me podía parar en un lugar del saber porque justamente nunca lo había hecho. Tenía que pararme en el lugar de la experimentación, de la prueba y del ejercicio. Algunos quedaron, algunos son partes, otros no. Pero son fundamentalmente ejercicios para poder pensarnos de una manera diferente en este momento a la que nos veníamos pensando en un espacio que no ha cambiado para nosotros en su arquitectura.
Cuando hablas de esta manera de pensarnos, me llamó mucho la atención una cosa que mencionas en la descripción del proyecto, que el teatro se vuelve subversivo y peligroso por el encuentro. ¿Qué va a pasar cuando se de el regreso y las presentaciones van a estar sujetas a ciertas normas espaciales de distanciamiento, ¿la creación va a tener que ceñirse a esas reglas? ¿los cuerpos no van a poder encontrarse en escena?
Pienso varias cosas. Me imagino esa situación y me parece delirante. Hace unos días fui al parque con los niños y había muchos perros y había una vecina que conocíamos y sabía que estábamos cuidándonos, saliendo poco, respetando todas las medidas de seguridad que hay que respetar. Pero también yo, como madre, habitante de esta casa, me di cuenta que había una necesidad muy genuina de salir y que si no lo hacíamos iba a ser malo para nosotros. Iba a crecer una tensión innecesaria. Mis hijos son pequeños, son muy cariñosos, y una de las cosas que me daban duda es: ¿cómo le digo a mi hijo que no puede abrazar a alguien?, ¿cómo se lo justifico cuando no quiero, sobre todo? Porque para mí hay un límite en el cuidado y no hay que sobrepasar ese límite; porque podemos cuidarnos mucho de no contagiarnos de Covid, pero estamos descuidando otras partes que es el contacto, que es el vínculo y otro tipo de actividades que también nos reportan salud y bienestar. Hay que tener un equilibrio en eso.
Si a mí hay una disposición que me dice que no puedo estar a más de un metro de mi compañera o de mi compañero, tendré que hablar con la sede y decirle que no lo voy a respetar y si todavía me aceptan, porque también creo en eso, en la responsabilidad propia, en decir “yo asumo el propio riesgo que quiero y es mi vida y es mi salud. Y no voy poner en riesgo ninguna salud ni ninguna otra vida, sino vamos a asumir los riesgos juntas o juntos”.
¿Lo podemos hacer?, por supuesto que lo podemos hacer, podemos estar a un metro de distancia. El tema es eso: ¿Quiero decirle a mi hijo que no abrace a su amigo?, ¿quiero yo dejar de abrazar a alguien que no veo hace dos años? Y ahí bueno, uno como todo, evalúas los riesgos, como todo en la vida. Hay una vieja canción, no sé si era de Sabina, “si lo que quieres es vivir cien años… báñate todos los días y haz todas las cosas bien”, y todas las cosas bien presuponen, en esa canción sobre todo, un poco de aburrimiento; y todas las cosas bien a veces pueden ser un poco extremas y entonces, ¿tiene sentido?, tiene sentido cuidarlo todo tanto o lo podemos usar un poquito y bueno, si se gasta… le damos mantenimiento.
Me parece que hay reglas que tenemos que ponernos de acuerdo para no cumplir, porque sí y el teatro tiene que asumirlo.
¿El teatro está en un momento en el que necesita reconfigurarse o mantenerse como ha estado hasta el día de hoy?
Yo creo que sobre todo en México no se puede hablar de un solo teatro. Creo que si hay algo que reconfigurar en este momento es en relación al público, no a la creación, porque estas normas que se pueden llegar a imponer y que al público van a imponer, que no vas a poder tener a alguien a lado que le digas “che, viste..” o simplemente compartir ese estremecimiento. ¿Qué hacemos con el miedo del público? Si ya en determinados ámbitos es difícil decirle al espectador, “vení a ver esto, que no es aburrido, que lo vas a entender, que vas a salir diferente”, ya es difícil desde antes, ahora además tenemos el miedo. Es decir, pudiendo ver una película en casa, voy a ir a arriesgarme. Creo que el teatro debe reconfigurarse en ese sentido, en el sentido de poder darle la seguridad al público de que lo mejor que puede hacer es asistir, asistir a compartir esa experiencia.
Las artes en general están en constante cambio, movimiento y evolución. Hay reconfiguraciones y se van estableciendo y jerarquizando con el tiempo y eso no es algo que alguien se proponga, sino que son inquietudes que van teniendo los artistas o los colectivos o las compañías que con el tiempo van permeando más o siendo más permanentes.
Yo creo que ahora nuestro reto es decirle a público que asista a esta experiencia, compartir un espacio donde las cosas suceden en un momento, en un lugar, juntos, a la vez y que luego no están en ningún lado. Esa cosa tan íntima, vale mucho. Es un gran alimento. Creo que ese es el gran reto de las artes vivas para lo que viene.
**Con la pieza de Laura Agorreca se cierra el ciclo Escena Viva; ésta se presenta el 21 de julio en la página del museo.