Su colección es el acervo matriz de esta institución, en la que están documentadas cinco mil grabaciones, hechas y editadas por él mismo a lo largo de medio siglo (1956-2005)
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez). – Fallecido el pasado mes de diciembre a los 89 años, Thomas Stanford, recibió un cariñoso homenaje en la Fonoteca Nacional. La institución busca proyectar el trabajo que hizo el etnomusicólogo de origen estadounidense, quien, desde los años 50 del siglo pasado, generó un mapa sonoro de una buena parte de México a través de las más de cinco mil grabaciones musicales de campo en diversas comunidades del país.
Las grabaciones se encuentran en la Fonoteca Nacional, y también alberga su biblioteca personal porque sus grabaciones musicales también las acompañó de trabajos escritos. El acervo bibliográfico del maestro Stanford está integrado por mil 252 libros, algunos con información imprescindible para entender el desarrollo de las músicas tradicionales y populares de México e Iberoamérica.
Cabe mencionar que 332 grabaciones de esta colección fueron reconocidas por el programa Memoria del Mundo de la UNESCO en el año 2010 por su alto valor histórico. Actualmente la fonoteca tiene digitalizada las grabaciones de Standford, mismas que pueden ser consultadas en las instalaciones de la Fonoteca Nacional y algunas en el sitio Musiteca, que, en una segunda versión de la aplicación, sumará una centena más de documentos sonoros.
La investigadora Mariana Alonso Bolaños, quien trabaja con la Fonoteca del INAH y fuera colaboradora de Standford, cuenta sobre la importancia de su obra.
“Es irreductible a la musicología, es uno de los grandes investigadores de campo que abrevan de la antropología ya aportan a la antropología en su metodología. Es importante resaltar que las grabaciones que donó a la Fonoteca Nacional fueron hechas en campo, in situ, que es fundamental para los investigadores de la música como también para la antropología y etnografía en general. Son cientos de pueblos visitados y por tanto miles de horas grabadas de músicas que van más allá del mero fenómeno musical y sonoro, pues van acompañadas de un contexto, eso es su gran aporte”.
De acuerdo con Alonso, el entendimiento de Stanford hacia las músicas indígenas, mestizas, tradicionales y populares fue gracias a que se acercó a sus contextos y a las sociedades investigadas.
“Se conoce su trabajo de campo, pero poco de su trabajo de archivo, los archivos catedralicios, por ejemplo, de la Ciudad de México y de la ciudad de Puebla para hacer una reconstrucción de la música virreinal. Hizo transcripción de ello, algunas de las piezas han sido interpretadas por agrupaciones musicales especializadas en el tema. Y en el caso de su fonoregistro musical creo que hay que difundirlo mucho más, y me refiero a que la gente considere consultar los documentos sonoros aquí en la Fonoteca Nacional a través de la web, pero también hacer un trabajo de reflexión sobre la obra de Standford, en temas como la forma en que él decidió armar sus rutas para crear el registro sonoro, a veces tendemos a pensar solo en los creadores y sin considerar el contexto de su creación científica. Por eso me parece importante hablar del INAH, porque cuando hace sus registros en campo ocurría algo en todo el país, las disciplinas antropológicas tenían un lugar preponderante para poder documentar el proyecto de nación. Cuando Thomas hace sus primeros registros ya teníamos décadas de trabajo del INAH, eso le permite a Standford hacer la grabación con sus condiscípulos y colegas, así se ha construido la idea de un México que hoy reconocemos como multicultural y plurilingüe.
¿Cómo iniciar una documentación en un país tan grande y basto? ¿Cómo empezar?
Le interesó mucho considerar poblaciones pequeñas, se remitía a censos para saber de poblaciones pequeñas con una tradición musical conocida o no, poblaciones indígenas, poblaciones afrodescendientes, mestizas alejadas del mundo urbano; así se acerca a esas zonas y fue como una bola de nieve que lo llevó a otras rutas, la misma conformación sociocultural del lugar lo vincula con otras zonas. Trató de entender las influencias regionales. A veces es un poco difícil seguirle la pista porque hizo un trabajo vastísimo.
Sí hubo un trabajo metodológico importante, más basado por el trabajo empírico, que definía la ruta a seguir. Hizo consideraciones de lo social, lo político y la geografía. Ese es uno de sus grandes aportes.
Publicó mucho también, sobre el son mexicano, el villancico, la música maya… Todos estos elementos que acompañan a las grabaciones, es importante para los que estén interesados y para el público en general, no solo para especialistas. Y poder acudir a estos trabajos que nos dan el contexto de estas músicas, cómo fueron producidas y por quiénes, en qué ocasiones festivas o ceremoniales fueron tocadas, quiénes son los que pueden tocar, quiénes no, cómo es que se preparan para ser músicos. Cómo se hace una grabación.
Todo ese trabajo de Thomas nos ha dejado un gran legado de las músicas mexicanas. Le interesaba los orígenes de las músicas, pero tampoco tanto, porque él también reaccionó frente a los investigadores preocupados por el origen de las cosas. Él creía que, si se preocupaba demasiado del origen de las cosas, se perdía la posibilidad de entender lo que estaba ocurriendo, perderse de lo vivo, lo que es importante para la gente, lo que se habla y lo que se transmite a través de la memoria colectiva e histórica.
Muchos de esos registros, ese mapa sonoro, mucho de ello con seguridad ya no existe, al menos como entonces.
Creo que la obra de Thomas Standford es un testimonio histórico del México que era cuando estaba grabando. Ahora, el registro que hace es de un espacio temporal muy amplio. Son muchas décadas, son casi 50 años. Mucho trabajo de campo, pero más trabajo el de reflexión y de gabinete.
En muchas zonas es muy interesante cómo perviven diferentes tradiciones musicales, evidentemente hay una transformación desde entonces, pero ahí es donde radica la riqueza de grabaciones que se han hecho a lo largo del tiempo. Hay algo interesante, sabemos de muchos interesados en buscar las grabaciones de Stanford para los propios pueblos, gente que recuerda que Stanford pasó por ahí y grabó con sus abuelos, padres o tíos, y ahora quieren retomar esas tradiciones, olvidadas o no, y acuden a este archivo para reconocer cómo se escuchaban esas músicas en las décadas entre 1950 y 1980. Eso es bello, porque habla por el interés de una continuidad histórica, modificada por su puesto, y la gente puede retomar elementos que son suyos. Eso es muy interesante, ver cuáles son los elementos que la gente ha decidido retomar.
Los estereotipos nos ayudan a imaginar de una manera sencilla algo que no entendemos, pero ese reduccionismo nos ha llevado a pensar en música mexicana cuando sabemos que deberíamos hablar de músicas, como nos lo muestra el trabajo de Stanford.
Creo que jamás podremos hacer el registro de todo México. Ahora pasa otra cosa, ciertas comunidades hacen sus propios registros sonoros. Mostrar esa diversidad posibilita romper los esquemas del canon nacionalista que reduce todo a mariachi, son veracruzano y son huasteco, donde los mexicanos beben tequila. Sí es cierto, pero no sólo eso. Hay muchas cosas que no se conocen y como mexicanos tenemos la obligación de conocerlo, no solo los especialistas. La obra de Stanford nos muestra eso.
¿Cuál es la diferencia más notable entre la forma de abordar la idea de música que ofrece Thomas Stanford, frente a otros investigadores como Vicente T. Mendoza quien, con su Panorama de la música mexicana, ¿dejó un eje rector para entender lo que se tocaba en el país?
En los 40 y 50 los investigadores se basaban en un perfil único de lo que entendían por México, Thomas estuvo cercano a Vicente T. Mendoza (1894-1964), uno de los grandes folclorólogos, quien tuvo un contexto en la producción de sus investigaciones. Él tuvo muchos conflictos con Thomas quien recordaba con su característico humor que, el día que se conocieron fue “un choque de trenes”; justo por la visión hispanista y eurocéntrica desde la cual esos investigadores como T. Mendoza, incursionaban en las músicas mexicanas. El panorama de Thomas es distinto, en muchos de sus trabajos subraya que desea hacer un trabajo musicológico para deslindarse de esos planteamientos.
Los libros que escribió Thomas son prácticamente imposibles de conseguir. No han sido reeditados. ¿Por qué?
Es cierto, son muy demandados en las librerías de viejo y segunda mano porque no han sido reeditados. Sin embargo, hay uno dedicado a la música maya que se puede encontrar en las librerías del INAH y Educal. Para todos los interesados, sus libros están en las bibliotecas de la UNAM, del INAH y en la Fonoteca Nacional. Ojalá se puedan, no sólo editar, también revisar. Hay un libro en ciernes, una edición póstuma sobre géneros musicales en México, que es de lo último que escribió Thomas Standford, todavía no está editado y está en revisión.
Además, la Fonoteca Nacional prepara una centena de documentos grabados de Stanford para la segunda versión de la aplicación de la Musiteca. Mientras tanto, algunas de las piezas consultables son Jarabe charranguero (1957), El toro requesón (1970) y Las huinas (1980)