- En los últimos 30 años, el llamado neoliberalismo alentó el desarrollo de los países, prácticamente de todo el planeta, salvo aquellos en decadencia, que eran los países socialistas, opina Bartra
Por Víctor Gaspar
CIUDAD DE MÉXICO, México, (N22).-
Publicado por primera vez en 2008, y resultado del trabajo de 10 años de investigación y reflexion, el libro El hombre de hierro, de Armando Bartra, es reeditado con cuatro nuevos capítulos en los que el autor aborda lo que denomina «la gran crisis», crisis del capitalismo y la modernidad, y que cada vez es más evidente para el ciudadano global en la economía, la cultura, la salud y las masivas migraciones, crisis que define como consecuencia del neoliberal.
«Es esta múltiple, diversa, catástrofe civilización que vivimos. Tenemos un problema ambiental, tenemos un severo problema energético, que tiene que ver con el petróleo y sus alternativas. Hay una recesión económica que no acaba de remitir. Tenemos un problema alimentario, que en México se expresó en un tortillazo, y que en el mundo entero se expresa en un incremento del hambre. Tenemos problemas de migraciones masivas. Tenemos guerras, tenemos violencia. Esto configura, a mi juicio, una crisis multidimensional que de algún modo le pone fin a una época», comentó en entrevista el escritor.
Para el catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana, el cambio climatico se ha vuelto un emblema de la crisis.
«En los últimos 4-5 años, a partir de que el Panel Internacional de la ONU sobre Cambio Climático empezó a publicar sus informes, diciéndonos que la cosa iba en serio y que además era lo que se llama antropogénico, es decir, que el cambio climático lo provocamos nosotros. Y el cambio climático no es más que el emblema de una serie de fenómenos catastróficos que nos aquejan».
En los últimos 30 años, el llamado neoliberalismo alentó el desarrollo de los países, prácticamente de todo el planeta, salvo aquellos en decadencia, que eran los países socialistas, opina Bartra. Ante ello, América Latina buscó opciones.
Según, Bartra el problema no es únicamente el neoliberalismo, «ha habido una serie de experiencias, sobre todo en América Latina, de buscar una salida al neoliberalismo: el fenómeno venezolano desde fines del siglo pasado, los últimos años del siglo pasado, con Chávez; el caso de Bolivia; el caso de Ecuador; muy notable el caso de Brasil con Lula y con Dilma ahora; también el caso de Argentina y son como buscarle salidas al neoliberalismo. Yo creo que hay una crisis, y esto es un problema, hay una crisis que proviene del liberalismo pero hay algo más profundo.
«Se agotó el modo capitalista de producir. No vamos a pasar mañana a otro modo, pero éste ya no nos está generando opciones, ya no está aportando satisfacciones. También se agotó la ilusión de la modernidad, del crecimiento y desarrollo, de que la tecnología y la ciencia y la democracia, en el sentido liberal del término, nos iban a hacer felices por sí mismos».
No han sido ni el capitalismo, ni el socialismo, ni la modernidad, ni la tecnología. El entusiasmo ha cedido en las últimas décadas su lugar al vacío, a la carencia de paradigmas o, en el mejor de los casos, a la nostalgia. El filósofo señala una posible dirección.
Se necesita volver a mirar el siglo XX, no con amargura, «no como fuimos traicionados por los que condujeron por mal camino a la revolución o fuimos engañados por los que nos dijeron que el socialismo era el paraíso, sino con un poco más de generosidad y de distancia. Algo tenemos que aprender, algo generó el socialismo, entre otras cosas el famoso estado de bienestar, todas las políticas públicas de Estado social en Europa e incluso el desarrollo en América Latina, que no hubieran sido si no hubiera existido una experiencia de equidad social y de justicia que era el socialismo. El ‘desarrollismo’ y el Estado benefactor responden a hacerle la competencia a un socialismo que ofrece justicia y equidad. Entonces habrá que reflexionar sobre esto, pero en todo caso estamos en una crisis de paradigmas».
Armando Bartra afirma que la crisis atañe a diversos órdenes. El dice que la crisis es multudimensional: tiene que ver con el mundo simbólico, el imaginario colectivo, la cultura y con el sistema político. Pero en estas dos últimas dimensiones hay situaciones catastróficas.
«En el orden politico, una violencia que supuestamente el sistema político, el Estado moderno, tendría que haber vuelto marginal, es decir un estado de excepción, las formas violentas con las que el Estado tiene que reprimir en un momento dado, excesos que amenazan con romper el estado de derecho, debiera ser eso: excepcional. Pero nos enfrentamos con el hecho de que en el siglo XX, aun a lo largo de todo el siglo XX en los tiempos en los que ha han habido grandes guerras, guerras mundiales en su segunda mitad, el estado de excepción es permanente».
Hay más de un autor que ha sostenido la idea de un Estado de excepción permanente, explica el filósofo. Es decir, la política es un ejercicio de violencia constante sobre los ciudadanos, de los grupos sociales entre sí, y de los propios ciudadanos contestatarios que si no protestan violentamente, no van a ser tomados en cuenta.
«En el caso del narcotráfico y de la violencia asociada a éste, es una asociación entre la violencia económica y el buscar formas de acumular capital a través de rentas y a través de monopolios que permitan incrementar las tasas de ganancia sin límite y las formas de delincuenciales de hacerlo. Finalmente las mineras tratan de enriquecerse sacando minerales y los cárteles del narco tratan de enriquecerse operando un comercio que es ilegal. La crisis de nuestro mundo simbólico es una crisis probablemente más caladora que todas las demás. Tenemos una crisis de identidad», finalizó.
Imagen: http://bit.ly/V2dPiF
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