- Hoy día con todo esto que estoy viviendo me siento libre, por primera vez, soy yo. Dejé de vivir en el mundo de otra persona para formar el mío. Realmente yo siento que mi encierro, mi cárcel era el estar allá afuera.
Por Perla Velázquez
En los limites de Guanajuato, más cerca de San Luis Potosí que de la capital cervantina, se localiza el Centro Federal de Readaptacion Social número 12. Hace dos años que se abrió y actualmente alberga a poco menos de 3 mil personas. Aquí vive Pablo Luna, interno que cumple una condena de 31 años.
«Sí hemos cometido errores, sí realmente hemos tenido muchos tropiezos muchos de los que estamos aquí, pero no dejamos de ser humanos, la verdad. Y como seres humanos nos vamos a equivocar una y mil veces, pero no importa cómo te equivoques, ni cuántas veces te caigas, sino que cada vez que te caigas tengas la dignidad de levantarte y ser mejor cada vez».
Pablo es oriundo de Tamaulipas, posee una carrera técnica trunca en administración contable y antes de llegar a este lugar trabajó para dos empresas. Descendiente de una familia humilde, Luna es el mayor de 5 hijos. Cuando él tenía 3 años, su hermano, un año menor que él falleció en un accidente:
Esto avoca a que mi madre se esmere en darme todo, a mí nunca me habían puesto un límite, nunca me habían puesto una regla. A mí siempre me habían dejado vivir haciendo lo que yo quería y teniendo lo que yo quisiera.
«Yo usualmente soy muy risueño, muy juguetón, me gusta ser pispireto andar para todas partes, pero cuando me sucede esto que me dan los 30 años, mi vida se apagó, me quedé en un estado en el que todo era lo mismo, no había ningún sentido más».
Soledad, tristeza, enojo y coraje emergen de su mirada al recordar el porqué se encuentra ahí. En el Cefereso Luna lleva dos años, antes estaba en la reclusión de Islas Marías. El estar privado de su libertad es uno de los retos más grandes de su vida:
Desgraciadamente cuando llego a la preparatoria empecé a tener amistades con las que me empecé a relacionar y terminé dirigiéndome hacía otras cosas. A mis 18 años soy detenido por secuestro, me acusan de secuestrar a 200 personas en Tamaulipas, me dictan una sentencia de 31 años cosa que cambió totalmente mi vida.
«En Islas Marías suceden percances y me señalan como un líder y me traen aquí. Llego aquí y me topo con la realidad de estar encerrado 24 horas, de casi no salir al patio, de no ver la luz del sol de no sentirla, ni ver una estrella y esto me deprime más».
El acercamiento de Luna con sus papás era nulo. Su padre pocas veces le mostró ejemplo de cariño, cuando dejó de verlo lo primero que hizo fue llorar, «al ver yo esas lágrimas de mi padre al sentir ese acercamiento con él, me dijo tantas cosas, pero lo más esencial fue: estoy contigo, pase lo que pase, vayas a donde vayas, estés en dónde estés, yo siempre voy a estar contigo».
Estos años en prisión llevaron a que Luna encontrara su libertad. Específicamente el teatro le ha permitido encontrarse e identificarse como un ser humano que comete errores.
Hoy día con todo esto que estoy viviendo me siento libre, por primera vez, soy yo. Dejé de vivir en el mundo de otra persona para formar el mío. Realmente yo siento que mi encierro, mi cárcel era el estar allá afuera.El hecho de que tu cuerpo esté atrapado no detiene tu mente ni tus aspiraciones tampoco,concluyó.
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