Durante la FIL Guadalajara la ilustradora mexicana recibió el primer premio del Catálogo Iberoamérica Ilustra, charlamos con ella sobre éste y su desarrollo en el mundo editorial en México
Ciudad de México (N22/Ana León).- Dar claves al lector es parte de la tarea del ilustrador o por lo menos esa es la idea detrás del trabajo de la ilustradora mexicana Amanda Mijangos (1981). Pero no se trata de «resolverle los problemas planteados, sino de darle posibilidades y dejar que se haga cargo, que descubra», precisa. En julio del año pasado Mijangos fue anunciada como la ganadora de la octava edición del Catálogo Iberoamérica Ilustra; el premio fue otorgado, formalmente, durante la FIL Guadalajara de ese mismo año.
Su trabajo, elegido entre 673 propuestas provenientes de 19 países, tomó como punto de partida un trabajo previo realizado para la edición ilustrada de Lili, Libertad (1996), de Gonzalo Moure. La ilustradora recupera una idea principal: ¿cómo se puede sentir un niño cuando está solo y el mundo, de alguna manera, no le permite relacionarse? «También aborda un poco el tema de la crueldad de los niños y ese marco entre lo que está bien y no en el que se mueven […] quería jugar con la idea de que todos los personajes fueran ambivalentes, que fueran niños o animales o niños disfrazados de animales, que siempre hubiera posibilidad de ir a un lado y al otro. Me gustaba la idea de que fueran imágenes muy simples pero llenas de contenido: ¿cómo hacer para contar una historia compleja y hacer personajes complejos que tenga muchas lecturas y muchos valores con colores primarios y cuatro elementos con fondo blanco?», se cuestionaba la ilustradora durante el proceso creativo de este proyecto.
Además de participar en diferentes convocatorias como la del Catálogo –no era la primera vez que Mijangos competía por este premio, había participado en cuatro ocasiones anteriormente, una de ellas quedó entre los seleccionados– la ilustradora reflexiona constantemente sobre la disciplina. Para ella es primordial pensar, constantemente, «¿para qué lectores estamos haciendo libros? Porque al final escritores, ilustradores, periodistas, no estamos educando a nadie pero sí estamos contribuyendo a formar productos que van a ayudar a que las personas amplíen su criterio. ¿Qué tipo de sociedad queremos, desde nuestro trabajo, ayudar a construir? y, en ese sentido, las imágenes son dóciles. Si enseñamos a los niños a ser críticos, a cuestionar, hicimos todo […] Otra cosa importante es no perder la sensación de estar jugando, nuestro trabajo es hacer dibujos y de pronto lo tomamos demasiado en serio.»
Formada como arquitecta, Amanda Mijangos se decantó por la ilustración. El proceso no ha sido fácil. Poco antes de obtener el premio del Catálogo se enfrentó a la poca certeza y precariedad del campo laboral en al ámbito creativo (y en lo no creativo, también), además de afrontar diferencias de género: en algún punto su trabajo fue comparado con el de su pareja profesional (en algunos proyectos) y sentimental, el también ilustrador, Armando Fonseca.
«En 2016 me cuestionaba mucho sobre mi trabajo porque tuve varios meses muertos, si mi trabajo estaba valiendo la pena o no. También tuve un par de situaciones en las que había mucha comparación entre mi trabajo y el de Armando Fonseca, yo misma me cuestionaba sobre eso.»
Amanda Mijangos cree que en el ámbito de la ilustración, «como personas que nos dedicamos a crear imágenes», es importante tener «una postura clara y crítica» respecto al contexto, «trato de pensar que quien va a leer los libros es un lector inteligente, sea niño, sea joven o sea adulto. Me interesa que las imágenes tengan muchos niveles de lectura. Me parece importante que todas se relacionen con el lugar del que venimos.»
Cuando un mundo de imágenes nos golpea a la cara al salir de casa, en el transporte público, al abrir la computadora, sobreponiéndose al texto, en un intento por comunicar, el trabajo de esta ilustradora valora en la misma medida la imagen y la palabra pues para ella están completamente unidos: «no puedes decir palabras ni leer un texto sin que haya imágenes que aparezcan en tu cabeza.»
Amanda Mijangos, Nunca me invitan a jugar a las escondidas, Catálogo Iberoamérica Ilustra, 2017 / Imagen de portada, cortesía de la ilustradora