Redacción/CDMX
China ha emergido como líder indiscutible en la industria de la energía verde, una posición que plantea desafíos significativos para Estados Unidos.
Si bien la transición hacia fuentes de energía más limpias es una prioridad mundial, el dominio chino en este campo genera preocupaciones tanto económicas como de seguridad para la nación norteamericana.
En un mundo ideal, donde la innovación de la energía limpia es la máxima prioridad, Estados Unidos podría ver esto como un problema.
El gobierno estadounidense, consciente de la importancia estratégica de la energía verde, se enfrenta a un dilema.
Por un lado, la necesidad de reducir las emisiones que contribuyen al cambio climático impulsando la adopción de tecnologías más limpias.
Por otro lado, Estados Unidos teme que la dependencia de la tecnología verde china pueda socavar su economía y su seguridad nacional.
La discusión en el actual gobierno de Estados Unidos tiene dos objetivos principales. El primero es reducir las emisiones que contribuyen al calentamiento global, fomentando el consumo de energía verde, pero con la condición de que los productos sean estadounidenses y no chinos.
Temen que el dominio chino en el mercado global de estas tecnologías esenciales perjudique la economía y la seguridad nacional de Estados Unidos.
El gobierno estadounidense no ve con buenos ojos esta situación, ya que ha intentado impulsar las mismas industrias y ha creado un grupo de trabajo para explorar cómo limitar las importaciones de países con una alta huella de carbono.
Sin embargo, China juega un papel fundamental, pues sin su tecnología, los costos de la energía limpia aumentarían, lo que desaceleraría el abandono global de la quema de combustibles fósiles, principal causa de las emisiones de gases de efecto invernadero que están calentando el planeta.
Desde la aprobación de la Ley de Reducción de la Inflación en 2022, las inversiones en energía limpia han aumentado.
(Con información de The New York Times)