Una charla con Jumko Ogata, Lía García (La Novia Sirena), Fernanda Latani M. Bravo y Gabriela Jáuregui sobre la imposibilidad de construir desde un feminismo que tiene deudas con las diversidades sexogenéricas y las mujeres racializadas
Ana León / Ciudad de México
El rastro de esta lucha viva que es el feminismo agrega un nuevo capítulo a su memoria escrita. Tsunami 2 (Sexto Piso 2020) ve la luz en medio de una pandemia y en medio de un incremento cruel de la violencia doméstica y la violencia feminicida. El feminismo en México avanza, pero también tiene deudas. Este texto que recoge las voces de trece mujeres, incluida su editora, se convierte en casa, en acompañamiento y en crítica, y se catapulta desde la idea tan importante como es el abrazar la construcción de un nosOtras desde la diferencia.
Si bien son trece las voces que dan forma a este relata mirada, en esta entrevista pudimos platicar con cuatro de ellas: Gabriela Jáuregui, editora y escritora; Fernanda Latani M. Bravo, géografa feminista y escritora; Lía García (La Novia Sirena), pedagoga y escritora; y Jumko Ogata, escritora.
Me gustaría iniciar esta conversación contigo Gabi, que me hables un poco sobre tu perspectiva como editora, mujer y feminista para mirar al feminismo, ¿cómo y en qué cambió esa mirada del primer Tsunami al segundo?
Gabriela Jáuregui: Como editora en el primer Tsunami busqué que fuéramos voces diversas que a veces nos encontráramos desde nuestras diferencias. Y creo que eso sigue presente acá. Pero creo que como dice el título de este libro hermoso de las Periodistas de a Pie y de Daniela Rea, ya no somos las mismas. Creo que conversaciones que allí iniciaron, aquí se profundizaron, se intensificaron. Un poco ha sucedido también en el contexto callejero de las luchas, de los activismos.
La idea de la diversidad siento que de alguna manera estaba “flotando” en el primer Tsunami, pero en este está palpitando y justo escuchaba la plática que tuviste donde estuvo Valeria Luiselli y Lydia Cacho, hablabas de construir un nosotras a partir de esa diversidad, de la diferencia; una diversidad que aglutina.
Gabriela Jáuregui: Sí, como que yo le pondría, si nos pudiéramos imaginar esa palabra escrita, como una mayúscula al otras, nos-Otras. Esas diferencias que van encarnando todas desde sus lugares, desde sus vivencias, desde su forma de escribir, desde sus estilos de acercarse incluso al texto. Los momentos en que ese nos-Otras no se logra aglutinar, los momentos que se teje, los momentos que va también destejiendo, que son necesarios de ver, en qué cosas no logramos encontrarnos.
Pensar los feminismos frente a esas diferencias
Jumko Ogata: Al menos para mí la experiencia de participar en el Tsunami, no sólo de participar y de contar desde mi experiencia lo que yo podía aportar, que es vivir no sólo como una mujer y punto, porque no soy solo una mujer y punto. Sino como una mujer racializada en México.
Leyendo las experiencias de, particularmente, Latani y Lía, encontré cosas similares entre mis experiencias y las suyas, aunque no vivimos las mismas formas de racialización, bueno, con Lía, sí, pero digo, ahí también se atraviesan otras cosas que nos imponen las miradas. Creo que es una conversación [las mujeres racializadas] que hace falta tener una y otra vez, que no ha tenido suficiente atención en el feminismo y que no es “nosotros las mujeres”, porque las mujeres racializadas, antes que mujeres, siempre hemos sido racializadas. Incluso, históricamente, el feminismo fue construido por mujeres blancas; las sufragistas buscaban impedir que votaran las personas negras, hombres y mujeres. Entonces, es importante hacer esa acotación y que también es una discusión que veo mucho en espacios feministas blancos donde dicen “es que la mujer es el sujeto político del feminismo, es que el feminismo no es la madre de todas las luchas” y la cuestión ahí es bueno, tal vez para ti es fácil decirlo porque tu condición de mujer es la única que te oprime, pero a nosotras atraviesan muchas otras formas de violencia que no podemos dejar atrás si estamos en espacios feministas.
Yo ahora ya no me denomino feminista por cuestiones teóricas, digamos, sí tengo un pensamiento antipatriarcal, pero yo no podría estar en un espacio feminista si no sé, por ejemplo, que es antiracista, porque las mujeres también pueden ejercer formas de violencia hacia otras muejres. Esta idea de la sororidad que tanto se ha arrojado tan fácilmente y que no aborda esas formas en las que entre mujeres nos podemos violentar, pues es fundamental.
Para mí el Tsunami fue reconocerme en las experiencias; fue súper valioso aprender de mis compañeras y ver cuáles son las similitudes, cuáles son las diferencias, también por la edad, ¿no? Porque por los cambios que ha habido en la sociedad, nos han tocado distintas representaciones en el espacio público, en nuestras crianzas. Eso también me pareció súper valioso, esta intersección entre identidades como mujeres, mujeres de distintas partes de México, mujeres indígenas, mujeres negras, mujeres trans, mujeres cis…
Fernanda Latani: Sobre esas particularidades de las mujeres, esas propias particularidades nos hacen ser diferentes y creo que es una de als categorías que debemos de instaurar muchas veces en nuestros discursos como feministas o como no feministas: no todas las mujeres y, por tanto, no toda las feministas y, por tanto, no todos los feminismos son iguales. Por supuesto que desde la perspectiva de una mujer indígena, descendiente de mujeres indígenas, que al mismo tiempo reconozco mi privilegio de haber llegado al sector educativo, al sector universitario e incluso sector de posgrado, no es lo mismo que yo me considere una mujer indígena y que yo aproveche esa categorización para poder hablar de mis hermanas indígenas, aun estando consciente de lo que significa para mí mi herencia como mujer indígena. Es algo que desde mi perspectiva como geógrafa feminista siempre lo tomo en cuenta, porque no son los mismos cuerpos, no es la misma memoria, no es el mismo cabello, no es la misma lucha.
«…yo no podría estar en un espacio feminista si no sé, por ejemplo, que es antiracista, porque las mujeres también pueden ejercer formas de violencia hacia otras muejres. Esta idea de la sororidad que tanto se ha arrojado tan fácilmente y que no aborda esas formas en las que entre mujeres nos podemos violentar, es fundamental.»
—Yumko Ogata
Desde la perspectiva de la geografía feminista, yo considero que el cuerpo como categoría y varias representaciones del cuerpo, son las primeras que se deben de tomar en cuenta para poder, incluso, dar una opinión de una mujer. Tú no puedes hablar de otra mujer sin considerar las representaciones corporales e históricas que atraviesan a una mujer.
Lía García: Para mí es importante compartirles que el libro de Tsunami 2 nace en el contexto de México, es un parto colectivo, porque las mujeres no solamente parimos la vida que el sistema occidental nos ha dicho que es la vida, sino que parimos muchas cosas. Y hemos parido este libro en el contexto de México, que específicamente, para lo que a mí me atraviesa, es el segundo país en toda Latinoamérica en matar a más mujeres trans, como yo, mujeres racializadas, que tenemos raíces de opresión completamente históricas y coloniales. Y para mí esto es muy relevante, porque el lienzo en blanco es un refugio para nosotras la mujeres trans, es un refugio para nuestras lágrimas, un refugio para nuestros gritos, es un refugio para nuestro secretos, porque a veces es el lienzo en blanco el único lugar donde tenemos la seguridad de poder existir.
El hecho de que a mí, siendo una mujer trans, racializada, que vivo a quí en la Ciudad de México, Gabi me haya dado la oportunidad y me haya brindado el lienzo en blanco para poder expresar lo que yo tenía que decir, me parece completamente radical para el momento político que estamos viviendo las mujeres trans en el feminismo. Específicamente en el caso de México, pues nos hemos tenido que enfrentar a un feminismo que excluye nuestra existencia, que excluye nuestras ideas y que pone en tela de juicio nuestra propia voz. Y cuando digo nuestra propia voz, entra en juego el cuerpo, las emociones y entra en juego nuestro dolor, porque son discursos que se encarnan, discursos que duelen. Y en un país que produce dolor, porque este país produce dolor y produce muerte, no puedo concebir un feminismo que opte por utilizar mecanismos de control para excluir todo lo que tenemos que compartir nosotras las mujeres trans.
También somos transcestrales, como en una parte del libro digo, hemos existido siempre, hemos estado desde el minuto uno de la existencia como han dicho algunas compañeras en Chile, compañeras trans, el problema es que se nos ha invisibilizado, no se nos ha dad voz y resulta un riesgo, para nosotras es un riesgo siempre aparecer con la voz, aparecer con nuestras palabras, siempre aparecer con nuestras letras. Pero yo sé que en este Tsunami tomo ese riesgo y estoy acompañada por mis hermanas, por Jumko, por Latani, y mi querida Gabi, porque ha sido muy desobediente, porque cuando convocas a mujeres diversas, convocas a diversas corporalidades que encarnamos la feminidad, cuando convocas diversas formas de habitar el mundo, estás siendo muy desobediente en un mundo donde nos sentimos fuera de lugar y donde no hay, ni siquiera, lugar para nuestras lágrimas. Para mí ha sido eso, una resistencia, un lienzo en blanco que se ha convertido en un mar de posibilidades.
Me parece muy importante al escucharlas que justo este Tsunami funciona también para hacer conciencia de todas esas deudas que tiene el feminismo en México y que no puede seguirse construyendo sino salda esas deudas con las diversidades sexogenéricas, con las mujeres indígenas, con las mujeres negras y con todas esas minorías que el mismo feminismo no ve. Por otro lado, me gustaría abordar la idead de felicidad, de amor y de cuidado que está muy presente en sus textos. Ese mirar hacia adentro y el entorno familiar y los lazos que construimos con nuestra memoria histórica, familiar y cómo nos vamos relacionando. Pienso que a veces el feminismo, o cuando se habla de feminismo o se critica al feminismo, se olvida esta idea de felicidad y de amor en la lucha feminsta. Y me gustaría que comentaran justo ese punto desde su perspectiva, en su escritura y en su experiencia.
Lía García: Pensar que encarnas la transición en este mundo racional, en este mundo de lo concreto, pues es encarnar una ruptura. Cuando transmutas, cuando transitas tu vida comienza a tomar nuevos rumbos, tu identidad, tu cuerpo, tu piel, porque nosotras estamos encarnadas, no somos discursos, no somos temas aislados. Durante mucho tiempo se ha pensado que nosotras las personas trans somos temáticas. Hay que hablar del tema trans, hay que abordar el tema trans, yo quiero saber del tema trans. Y no somos temas aislados. Somos vidas que respiramos, vidas que caminamos y vidas que tenemos memoria.
En mi caso, cuando yo tomé la decisión política y ancestral de transitar, porque es una decisión ancestral y espiritual, no solamente política, hubo una ruptura autobiográfica, por eso yo tenía que hacer una lectura personal de mi biografía, que viene de bios, que significa vida, que me marcaron y que hicieron que yo pudiera entender el dolor de otras formas. Porque mi texto está dedicado al dolor, “A mares sobreviviremos. Metáforas del dolor trans”, porque el dolor es político y el dolor hay que colectivizarlo en este país para sobrevivir; el dolor es fuente primaria de nuestra creatividad como mujeres racializadas.
«Y en un país que produce dolor, porque este país produce dolor y produce muerte, no puedo concebir un feminismo que opte por utilizar mecanismos de control para excluir todo lo que tenemos que compartir nosotras las mujeres trans.»
—Lía García (La Novia Sirena)
Para mí era muy importante remembrar a todas las personas que estuvieron cerca de mí en todas esas vidas que yo tuve que pasar y de las cuales tuve que morir para renacer, como mi abuela que estuvo tan presente. Y confrontar el feminismo que pareciera que es un espacio en donde no puedes pensar en tu linaje masculino y muchas veces las mujeres no nos preguntamos cuántos y quienes y cuáles son los hombres que nos habitan. Y hay una parte en mi texto al final donde yo argumento y comparto de manera totalmente abierta y expuesta, que yo deseo retomar mi linaje masculino, porque ahí está, son marcas que ahí están, son cicatrices que ahí están. ¿Y cómo sanas? Pues yendo a la herida, transitando por la herida, sin tocar nada y si lo tocas, pues que sea con mucha ternura.
Fernanda Latani: Tocaste la yaga con esta pregunta, porque con mi texto me atreví a hablar de algo muy íntimo que pocas veces se habla en el feminismo y, más bien, enfocado al movimiento feminista. Pareciese que todo es sororario, que todo es amor, que todo es hermandad, todo es affidamento pero para afuera. ¿Que sucede adentro de? Desde la primera escala que soy yo y desde la segunda escala que es mi hogar, mi espacio íntimo, y por tanto, mi linaje. Llegó un momento en que dije, yo no puedo seguir hablando de cuestiones revolucionarias si no me revoluciona lo más íntimo de mi ser que son mis emociones y mis sentires.
Por supuesto que una parte sustancial del texto está totalmente destinado a una parte de sanación en la relación con mi madre, pero analógicamente lo relaciono con un proceso telúrico-tectónico que sufrió la región a la que pertenezco, que es la región del Istmo de Tehuantepec y, al mismo tiempo, cómo me atravesaron esos dolores al ver a todas mis hermanas, no solamente zapotecas, porque generalmente las zapotecas, las binnizá, ocupan el espacio protagónico en la fotografía, en el cine, en la poesía, en la narrativa, en todo. ¿Dónde estaban las mujeres chontales, las mujeres ayuuk? No estaban esas mujeres. Entonces, yo necesitaba iniciar un proceso de reconciliación con mi linaje femenino, también un proceso de reconciliación con este linaje que vienen arrastrando todas estas mujeres de grupos étnicos que han sido violentadas históricamente al negarles el derecho a la salud, a la educación, a tener una propiedad, a habitar un territorio. Particularmente enfocado al tema de la defensa del territorio, donde las mujeres istmeñas protagonizan desde el 2003, 2005, un movimiento latinoamericano que es la defensa del territorio en contra de los parques eólicos. Pero hay otros grupos minoritarios que también están en oposición y no son nombradas.
El texto es justamente eso, la crónica de mi propia geografía emocional, cómo las emociones son también curvas de nivel en mi propia corporalidad. Cómo son altibajos, cómo de repente son cenotes, de repente son cerros, de repente son depresiones, de repente son planicies, de repente son valles y que, a final de cuentas, son elementos que forman mi propia corporalidad geográfica, emocional, por supuesto.
Me parece importante porque antes de la masividad callejera, de esa potencia callejera, no vemos la importancia de sanar esos lazos más cercanos.
Jumko Ogata: En mi caso esta cuestión de los cuidados y la ternura creo que está en el hecho de que mi narración es mucho de que realmente nunca formo parte de una sola comunidad, porque cuando ya me siento parte de algo, me arrancan. También esa ternura es darte cuenta que tu identidad, tu sentido de comunidad no necesariamente pertenecen a un espacio fijo, únicamente, sino con los grupos de personas que te rodean que te hacen sentir como que estás en tu casa. Para mí eso fue hacer comunidad con mis amigas negras, sobre todo, y mis amigas en general y cuidarlas y ellas cuidarme a mí. Y que también, culturalmente, no expresamos amor de las mismas formas; hay personas que sí se dicen “te amo” y se abrazan, pero para mí es que mis amigas me trencen el cabello y luego yo les hago de comer. Es también encontrar todos estos espacios que la identidad compartida que nos permiten establecer lazos de cuidado y de afecto.
«El hecho de que actualmente las mujeres sean reconocidas como constructoras del territorio simbólico más allá del territorio físico y como delimitación política, para mí ha sido una reivindicación poderosa.»
—Fernanda Latani
Ha sido con amigas que también son pochas, que crecimos en un ambiente bilingüe y bicultural, también ha sido con compañeras de la diáspora asiática, ya no solo japonesa, sobre todo con compañeras en España que también como mujeres asiáticas e hispanohablantes somos súper invisibilizadas, pero también como mujer negra mexicana. Es encontrar en cada uno de esos espacios a compañeras en donde nos cuidamos entre nosotras, nos ayudamos a crecer. Sobre todo, ayudar a entender estas identidades que de alguna forma también son trans.
Creo que la belleza también de los textos reside en esa capacidad de acompañar en diferentes espacios de la vida, en diferentes procesos y eso también es bonito, apoyarnos también en la distancia espacio-temporal.
Gabriela Jáuregui: Contextualizando en el Tsunami en específico, para mí el cuidado tenía que ver con “aquí están mis amigas, también son mis compañeras de lucha y de escucha” y, entonces, me tocaba acompañar, como decía Lía, con ese lienzo en blanco, poniéndolo allí en la mesa, pero también haciendo con mucho cuidado la labor editorial, la labor editorial puede ser en muchos momentos una labor pues muy vertical, incluso podría ser como censuradora o violenta, depende. Para mí era muy importante hacerlo con mucho amor y mucho cuidado, y entender que mi experiencia, con este color de piel, no iba a ser la misma y que no puedo aplicar esa experiencia al pensar los textos de las otras. Al contrario, eso sería otra forma de violencia y de replicar, justo, lo que una quiere desmontar.
El cuidado y el amor tenía que ver con poner en práctica activa, y muy cuidadosa, el antirracismo, la sororidad, pero de verdad, el acompañamiento desde mi lugar y tomando en cuenta todas mis vivencias y mis cuerpos en relación y en diferencia a las demás. El chiste era generar un espacio real de confianza, un espacio real de justicia, un espacio real de acompañamiento y eso también quiere decir practicar el cuidado amoros de las otras y también cerrar el pico y escuchar. Ese acompañamiento era también un acto político y un acto de poner en práctica cosas que luego es mucho “bla bla bla” y poco manchacarle e incomodarse una.
Sobre el arraigo y la lucha por el territorio [que es el propio cuerpo] que es también una lucha feminista
Fernanda Latani: El texto sí muestra parte del arraigo territorial como algo físico, como bien decía Jumko. Una representación de espacio físico, sin embargo, el concepto de territorio para mí y por supuesto desde la geografía crítica y feminsta que es teóricamente lo que yo trabajo y que después de eso lo traslado a la colectividad y a la comunidad, es que concluimos que el territorio va más allá de una delimitación física, el territorio es toda la representación de herencia cultural, de herencia en el lenguaje, de herencia biocultura y lo más importante, de herencia ancestral. El hecho de que actualmente las mujeres sean reconocidas como constructoras del territorio simbólico más allá del territorio físico y como delimitación política, para mí ha sido una reivindicación poderosa. Porque es justamente a partir de esta lucha que las mujeres han abanderado en el istmo de Tehuantepec, que se les empieza a reconocer como constructoras del territorio simbólico. Pero la realidad es que las mujeres han estado ahí aportando muchas herramientas para la consolidación de ese territorio que habitan y tiene que llegar una transnacional para que se les reconozca como constructoras del territorio que habitan y, por tanto, como defensoras del territorio que habitan.
Lía García: más que tierra yo diría agua, porque del lugar donde yo vengo hay mucha agua, Y si te das cuenta yo hablo mucho de cuál, es mi conexión con el mar, porque gran parte de mi familia está en Puerto Ángel y otra en Zapotalito, donde también hay una defensa muy grande por el territorio y por la laguna que se está moviendo de manera muy importante ahorita: el movimiento de las compañeras racializadas de Zapotalito por defender la laguna, es todo un tema.
Para mí es importante compartir que muchas de las historias están arraigadas al lugar donde yo nací, tienen que ver con el agua, con la profundidad, con lo que significaba el agua para mi linaje masculino, y también para las mujeres. Siempre el agua estuvo súper presente en mi infancia antes de ser traída a la ciudad sin que me lo preguntarán, porque muchas veces nos preguntan si queremos venir a la ciudad, como también nunca nos preguntan si queremos tener ese nombre. Cosa que, justamente en la gesta del nombre propio, como decía Lohana Berkins, las personas trans hemos luchado por eso, por defender el derecho a nombrarnos y a renombrarnos las veces que sean necesarias, porque el nombre que te asignan tus padres no te pertenece. Y todo eso delinea una violencia muy fuerte. Por ejemplo, en mi caso a mí me pusieron el nombre de mi papá y es mismo nombre de mi abuelo y de mi bisabuelo. Pero en nuestras comunidades, es también un ritual ancestral que implica afectos. Por eso también en mi texto hablo de mi pasado no desde una situación culposa o de cargarlo negativamente, porque yo sé que también habita un amor en los rituales de mi comunidad sobre lo que implica nombrar y sobre lo que implica sostener los linajes y la generación.
Y yo reclamo esa agua. Y como dice mi querida Latani, uno encarna el territorio. Somos esa raíz. Y quiero citar a la querida Yásnaya en el Tsunami 1, «defender el territorio también se extiende a la ciudad». Porque también aquí en la ciudad, quienes tenemos una raíz en nuestras propias comunidades, pues también estamos defendiendo el territorio, como decía Jumko, nosotras que somos mujeres trans, mujeres racializadas con raíces afrodescendientes, con raíces indígenas, en la ciudad también tenemos que defender el territorio, porque en la ciudad el territorio no es nuestro, el territorio sigue siendo de las mujeres blancas, de los cuerpo cis, de los cuerpos occidentalmente pensados como cuerpos… la ciudad está tejida para esos cuerpos.
Antes de la pandemia había en muchas partes del país una masividad callejera que había tomado mucha potencia, algo más constante. ¿Cómo volver a hacer las calles nuestras después —si es que se puede hablar de un después— de la pandemia?
Lía García: Creo que estos son tiempos políticos de la voz porque pienso que la piel está en pausa. Sin embargo, la piel pronto nos devolverá la certeza de un abrazo, estoy segura. Y entonces, lo que nos queda es la voz y la voz también es una extensión del cuerpo, y nosotras las mujeres lo sabemos porque antes de ser piel somos voz y me parece que ahora lo que nos permite estar conectadas desde nuestras diferentes latitudes, desde nuestras diferentes casas, es la voz. La voz es algo que trastoca y acaricia, y mientras no podamos estar en esos espacios con el cuerpos, espacios de nuestra memoria, espacios de nuestro corazón, pues tendremos la voz.
Creo que es importante decir que, desde mi propia vivencia, cuando inició la pandemia, yo junto con otras compañeras trans que también son activistas decíamos “es que todo este aislamiento al que ahora el Estado está obligando a toda la población, es algo que nosotras ya hemos sentido.” No nos causa ninguna sorpresa una pandemia en la que el Estado te dice: tienes que quedarte en tu casa, tienes que poner sana distancia, no estornudes porque te van a ver raro… Bueno, son cosas que nosotras ya habíamos vivido por años. Lo que se siente estar encerradas, ocultas; lo que se siente que te vean feo porque piensan que los vas a contagiar, lo que se siente que una persona tome 1.5 o dos metros de distancia porque le pareces rara… Son cosas que nosotras ya habíamos vivido, porque el Estado así actúa con nuestros cuerpos a pesar de que nosotras decidimos aparecer en el espacio y salir.
Por eso, esta pandemia fue el inicio, para nosotras, de nuevas formas de creatividad, de habitar la memoria, la memoria se habita cuando con la voz podemos encarnar lo que estamos esperando o lo que estamos soñando. Mientras no podamos estar cerca, hagamos que con la voz nos podamos tocar.
Pero tampoco podemos generalizar, como el feminismo ha hecho con nosotras las mujeres trans, mientras algunas personas pueden estar aisladas, protegiéndose, otras personas, racializadas, migrantes, indígenas, son las que están sosteniendo esas cuarentenas.