En la época del Impero Romano había una celebración a Saturno y era conocida como la Saturnalia, una celebración que estaba profundamente arraigada en el pueblo romano
De la redacción / Ciudad de México
La noche de ayer 21 de diciembre, se pudo observar a simple vista el fenómeno astronómico de la conjunción de Júpiter y Saturno. La lineación de los dos planetas se dio durante el solsticio de invierno en el hemisferio norte de nuestro planeta y con el inicio del verano en hemisferio sur. Dicho fenómeno no se presentaba desde el 16 de julio de 1623 y no volverá a ser visto hasta el 15 de marzo de 2080. A este fenómeno astronómico se le ha asociado con la tradición judeocristiana de la estrella de Belén, la cual guio a los Reyes Magos al lugar de nacimiento de Jesucristo. Lo que resulta cierto es que en la época del Impero Romano había una celebración a Saturno y era conocida como la Saturnalia, una celebración que estaba profundamente arraigada en el pueblo romano.
Las celebraciones tenían lugar del 17 al 23 de diciembre de nuestro actual calendario gregoriano y estaban dedicadas a Saturno, dios de la agricultura y la primavera eterna, las cuales, tenían por objetivo la rememoración de la época áurea en que los hombres se encontraban en igualdad de condiciones y traían consigo la relajación moral y subvertir el orden establecido en la sociedad romana. Es por eso en estas celebraciones había un intercambio en los roles sociales. Así, el amo podía actuar como el esclavo y viceversa.
Las Saturnalia eran festividades que estaban dedicadas al bienestar, a la libertad y a la jocosidad, sin embargo, también poseían una función catártica, ya que los días que duraba la celebración, todos los habitantes gozaban de los mismos derechos, por lo que eran participes de una alegría común, ya que por ley, ninguna actividad laboral estaba permitida (excepto aquellas actividades que estaban relacionadas con la propia festividad y los banquetes). Otra de sus características era que se regalaban figurillas de arcilla, o algún otro detalle tanto a las amistades o a los familiares por los servicios dados en el año.
Las Saturnalia dejaron de practicarse una vez que se consolidó el cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano y fue considerada una fiesta pagana (vista moralmente así por sus excesos y libertinajes). La iglesia cristiana del siglo III, sitúa ya el nacimiento de Jesucristo en diciembre, para que hacerle heredero esa tradición de siglos que relacionan a la divinidad de Saturno con el solsticio de invierno.
Como se puede ver, hay ciertos aspectos del espíritu de la Saturnalia que perduran en lo que ahora ubicamos en la celebración de la Navidad, esto es en propiciar la felicidad, la risa, la alegría, los banquetes y, por supuesto, el intercambio de regalos o de las bromas que caracterizan el “día de los inocentes”. Saturno, que era un dios bueno y que propiciaba la paz y la bondad entre los hombres, es por el que los romanos dejaban a un lado su «severidad» para poder demostrar lo más importante de esta celebración: transmitir y desearse felicidad unos a otros.