Varias voces hablan de este hecho que ha marcado la historia de nuestro país y hecho aún más evidente la violencia de Estado, del crimen organizado, las complicidades y la incapacidad de las instituciones para cumplir con las funciones para las que fueron creadas
Ciudad de México (N22/Karen Rivera).- «Un poco el impacto que tuvo la desaparición de los 43 estudiantes también fue reflejo de un hartazgo muy grande de la sociedad en general que venía viendo cómo las desapariciones se convertían en una crisis muy tangible en muchas zonas del país, que en el día de hoy hay se reconoce hasta de 75 mil personas desaparecidas», señala María Luisa Aguilar, defensora de derechos humanos y colaboradora del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez.
«El que se ejerciera violencia contra los normalistas no era algo nuevo, esto no fue novedad, quizá sólo para algunos que nunca han querido asomarse a todo lo que padecen las normales de estudiantes, estas normales que se crearon ya hace varias décadas, y que siempre han sufrido de carencias tremendas», apuntó Teresa Santiago, experta en Filosofía del Conflicto UAM Iztapalapa.
Y Julián Canseca, coautor del libro De Iguala a Ayotzinapa. La escena del crimen, señala «a pesar de ser el caso más investigado, en el que más información hay, en el que más recursos se han invertido, es el caso en el que tenemos la sensación de no saber nada.»
Una gran cantidad de investigaciones, libros, declaraciones y demandas giran en torno a lo sucedido la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre, en Iguala, Guerrero, cuando desaparecieron 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa tras una riña entre un grupo delictivo y autoridades estatales. A seis años de este acontecimiento aún quedan preguntas que buscan respuesta. Pero lo cierto es que este hecho generó un movimiento social a nivel nacional e internacional de apoyo a las víctimas y sus familiares.
María Luisa Aguilar: «Después de los hechos del 26 y 27 de septiembre lo que vimos fue a una sociedad muy harta de la incapacidad del Estado de dar respuesta a hechos tan graves como estos. Por ejemplo, el primer anti monumento que se ha puesto en esta ciudad, que ahora ya como sabemos todos hay muchos, es el de +43 que está en paseo de la Reforma.»
«Es un hecho que tocó las fibras más sensibles de los que nos consideramos humanos y que todavía sentimos ese dolor ajeno, ese sufrimiento de los padres, de los estudiantes, de este sector más pobre de los estudiantes mexicanos, que es el de las escuelas normales rurales», señaló Yolanda González, directora de la Facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana.
«Tanto a nivel local como a nivel nacional como a nivel internacional, fue algo que se pudo difundir de manera bastante rápida y que eso permitió o activó la respuesta de segmentos muy importantes de la población, hasta llegar a la gran manifestación del 20 de noviembre del año 2014, que nosotros consideramos que es el culminante en términos de movilización social», apuntó Carlos Illades, experto en Historia Social en la UAM Cuajimalpa.
«Un poco lo que generó fue darle rostro a esas violaciones de derechos humanos que conocíamos en noticias, que se normalizaban alrededor de la violencia, que el propio Estado había estado generando discursos criminalizadores y de estigmas alrededor de las víctimas de todas las violaciones que veíamos»: María Luisa Aguilar.
«Ayotzinapa permitió llegar a esas conclusiones, que hay y había personas del Estado, que había personas del ejército, pero también había gente del crimen organizado, involucrado en este tipo de situaciones»: Yolanda González.
Y vuelve María Luisa Aguilar: «La lucha y la búsqueda de las 43 familias de los estudiantes desaparecidos le dio un nuevo rostro, había una forma de ponerle rostro a quienes buscaban, y eso creo que cambió mucho la forma de entender en la sociedad lo que eran las desapariciones en un contexto ya contemporáneo.»
Entre las indagaciones que se realizaron al respecto de este tema, se encuentran dos libros: De Iguala a Ayotzinapa. La escena del crimen de los investigadores del Colegio de México Julián Canseca y Fernando Escalante; y Mundos de muerte. Despojo, crimen y violencia en Guerrero de los académicos Teresa Santiago y Carlos Illades, ambas publicaciones de la editorial Grano de Sal.
Teresa Santiago: «Mundos de muerte lo que intenta recuperar en distintos capítulos, es las distintas formas de la violencia, las distintas formas en la que se ha tratado lo que sucede ahí y las distintas formas de manifestarse esta guerra.»
Carlos Illades: «Guerrero tiene uno de los niveles salariales más bajos del país, un porcentaje muy alto de la población apenas gana dos salarios mínimos, lo cual es a todas luces insuficiente, entonces lo que trato de subrayar es que Guerrero padece los males del desarrollo en general del país y, sobre todo, los males de la economía criminal. Es una identidad que se desangra en la medida en que ha perdido miles de personas a lo largo de muchos años.»
Teresa Santiago: «Aunque faltan todavía muchos detalles por esclarecerse, se sabe que ellos fueron sustraídos por agentes del Estado, es decir, por policías de Cocula y de la propia ciudad de Iguala, pero el caso es que esas fuerzas del Estado que se supone que deben resguardar la seguridad, que deben resguardar a los ciudadanos, son las que se los llevan.»
Escepticismo frente al caso
María Luisa Aguilar: «Las investigaciones en México sufren de independencia, sufren de eficacia, sufren de tener peritajes independientes, pero también sufren de que tienen avances cuando se ven voluntades políticas involucradas.»
«El problema, por supuesto, insisto en el punto, es que sólo hay una versión oficial, sólo hay una verdad histórica, pero hay infinitas maneras de contradecirla. Como no nos podemos poner de acuerdo en qué pasó porque el único acuerdo que tenemos es que la versión oficial no ocurrió, eso significa que cualquier versión es en principio posible siempre y cuando contradiga la verdad histórica, y produce ese ambiente de confusión en el cual a pesar de que sea el caso más investigado en la última década, no tenemos idea, esa es la sensación en el público. Si vamos a ser escépticos me parece lo filosóficamente serio ponerlo así, que es ponerlo aplicado por igual», Julián Canseca.
«La lucha de las familias de Ayotzinapa nos ha dejado muchas enseñanzas, una es que el incluir a las familias y el seguirlas y el saber que las familias de las personas desaparecidas conocen los contextos en los que están buscando sus seres queridos, conocen a otras familias que han estado en situaciones similares, eso tiene mucha experiencia y mucha riqueza de la cual las instituciones podrían ayudarse para poder generar mejores investigaciones», concluyó María Luisa Aguilar.
Imagen de portada: Yuri Cortez / AFP