En tres, cinco y hasta siete minutos, las autoras de esta aplicación adaptan las grandes historias de la literatura universal para acercarlas a los lectores que no se han atrevido a sumergirse en sus páginas
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- ¿A quién le importan los clásicos? A partir de esta pregunta, el equipo de la aplicación para literatura en dispositivos móviles Ipstori, ha propuesto hacer adaptaciones de algunas obras canónicas como Moby Dick, de Herman Melville, para así invitar a los adolescentes y jóvenes a conocer la obra completa.
Pablo Barbachano, director de tecnología de la aplicación hizo la propuesta, y la selección de las obras son de Ruth Resendiz, directora general de Ipstori y de Paola Tinoco, directora editorial. Al momento ya están disponibles tres adaptaciones: Niebla, de Miguel de Unamuno; 1984, de George Orwell; y El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde. Paola Tinoco cuenta para Noticias 22 Digital, cuáles son los criterios de adaptación.
«Todos estos clásicos se adaptan en no más de trece capítulos. Y en ellos debe verterse todo: El estilo del autor, la historia completa (aunque sea sintetizada) y los detalles más importantes de ella. Y cada mes vamos a tener un nuevo clásico. Esperamos tener en noviembre Madame Bovary, de Gustave Flaubert, adaptada por la escritora Raquel Castro. En este momento estamos trabajando con diez escritores, la mitad de ellos tienen trayectoria, y la otra mitad, son jóvenes a los que estamos guiando para logra la síntesis cuidando el estilo del autor.»
¿Por qué leer las obras clásicas?
A mí me tiene atrapada la actualidad de los clásicos, por ejemplo, la novela 1984, editada en 1949, es una de mis favoritas, incluso la puedes ver como referente para los pleitos tecnológicos contra Apple. A veces me siento vivir en capítulos de 1984. Madame Bovary sigue siendo actual para la mayoría de las mujeres. Y diré la verdad: no he terminado El Quijote.
Hace poco tuve una discusión al respecto con el periodista y escritor Martín Caparrós. Él ha leído a los clásicos, sin embargo, dice que eso no es importante o necesario para todo mundo, a él le parece más importante que la gente lea lo que hay en el momento. Le concedo cierta razón, pero si te gusta la literatura o estás involucrado en ella de alguna manera, los clásicos sí son un punto de referencia.
Raquel Castro, escritora, guionista y traductora, cuya novela Ojos llenos de sombra ganó el premio Gran Angular 2012, tiene en sus manos el trabajo de adaptación de Madame Bovary (1856). Ella comparte su reflexión sobre esa literatura llamada clásica.
Tengo la impresión de que en todas las épocas se produce mucho más de lo que realmente va a permanecer. Estoy segura de que, al mismo tiempo de que Jonathan Swift (1667-1745) estaba escribiendo, había muchísimos otros autores que no llegaron a nosotros, no necesariamente porque no fueran buenos, porque se conjuntan muchos factores más allá de la calidad literaria, como la suerte. Pero de alguna manera, el tiempo filtra un poco con el azar, pero también con calidad, y nos permite ver más claramente lo mejor de los tiempos pasados. Creo que despreciar de un plumazo a los clásicos es perdernos una oportunidad de conectar con otras formas de pensar. Todo el tiempo estamos obsesionados con la idea del viaje en el tiempo, ¡pues los clásicos son esa máquina del tiempo! Nos permiten ver a otra época, ver cómo pensaban los autores, de qué temas escribían, nos permiten ver qué tenemos en común con la gente de entonces y en qué hemos cambiado. ¡Spoiler alert!: seguimos siendo los mismos.
Lo que va cambiando, es cierto, es el lenguaje porque es algo vivo. Y van cambiando algunas formas de pensar que es necesario, a veces, contextualizar.
La forma en la que nos podemos adentrar en estos libros maravillosos es a través de las ediciones anotadas, llenas de notas, que son bien bellas, pero que requieren cierto entrenamiento, ni el Quijote anotado o Alicia en el país de las maravillas anotado se puede aprender a leer de inmediato. Necesitas rodearte de diccionarios y otros libros o, al menos, de tener un buscador a la mano para consultar.
Otra opción es ésta, traer a los clásicos al presente, tratar de acercarlos un poco más al presente, respetando los intereses del autor, sus temas, sus obsesiones. Pero adecuándolos un poco a los lectores de hoy.
Yo no creo que todos los lectores de un clásico adaptado vayan corriendo a buscar el original, pero sí habrá algunos que lo hagan o que se animen a buscar otros clásicos adaptados y que eventualmente lleguen a otras obras que los prejuicios no les habían permitido.
De pequeña empecé a leer clásicos en cómics. Clásicos como Ben-Hur (1880, Lewis Wallace) o El Lazarillo de Tormes (1554, anónimo), que me gustó tanto que busqué otra edición que, aunque tenía ilustraciones, era el texto completo. Así lo leí. Pienso que hay para muchos gustos y lectores. Si queremos que la gente disfrute la lectura, permitamos que esa lectura sea voluntaria, no obligatoria. Cuando alguien te dice: “¡Cómo no has leído a los clásicos!” Pues con eso, hay quienes reaccionan: Antes no los leía por ignorancia, ahora por necedad. Hay que permitirle al lector que se acerque.
Raquel, ¿cómo se define la identidad en las adaptaciones? No es lo mismo El Quijote reescrito en 2015 por Pérez-Reverte que Homero, Ilíada que presenta en 2004 Alessandro Baricco.
Creo que cuando uno hace una adaptación, tiene que definir a qué va a ser fiel. Que tu única intensión sea contar la misma historia resumida, pues no es difícil de hacer, cuando te juntas con tus amigas y amigos nos contamos las películas y chismes… pero si lo que queremos es que esa adaptación sea una introducción a un autor, se trata también de encontrar sus obsesiones y lo que era realmente importante para dicho autor.
En mi caso, la primera vez que leí Madame Bovary fue en la prepa, y ahora la estoy releyendo con otros ojos, y creo que voy a tener que releerla varias veces en este proceso porque, insisto, no es nada más contar la historia, eso es muy simple. Y tampoco se trata de adaptar las historias a la época actual, que también es fácil de hacer. Tiene que ver con este viaje en el tiempo y establecer puentes generacionales entre épocas para que los lectores de hoy entiendan ciertas sutilezas de entonces y poder entrar en los mundos, en la cabeza del autor.
El acto literario ha cambiado, no es lo mismo leer esas maravillosas novelas francesas y rusas en el siglo XIX, cuando no había radio ni televisión y el cine era diversión de feria. Ahora, hay tantos distractores que, para una gran mayoría, leer un libro de más de 300 páginas parece imposible. El efecto zapping que cambió la televisión en los años ochenta, ahora está en todos lados de la producción de contenidos.
PT: El formato que pensamos en Ipstori es pensado para la gente que espera con su teléfono inteligente, como ese objeto es al que ahora más se le pone atención, el formato es para dispositivos móviles. El atractivo no es nada más los títulos o los autores, también las historias cortas que en poco tiempo arrancan emociones. Nosotros podemos contabilizar qué historias se descargaron más y cuál fue la opinión del lector. Y definitivamente, hemos visto que algunos de los usuarios van por historias más largas.
RC: Es como cuando te metes a un servicio de streaming y entre tanta oferta no sabes qué ver, y a veces hasta sales del sitio sin ver nada porque el tiempo que tenías para ver algo, lo ocupaste en averiguar qué verías. Lo mismo pasa cuando entras a una librería y ves libros grandes y gruesos. Creo que de lo que se trata es de respetar el gusto de los lectores, y simplemente ofrecerles una alternativa e incrementar su curiosidad. Me gustaría pensar que, con nuestras adaptaciones, algunos lectores se podrán acercar a textos que en una librería no podrían hojear y leer sin comprar el libro.
El escritor británico Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), con humor y provocación, escribió que un libro clásico es aquel del que todo mundo habla, aunque no lo haya leído. Esas obras clásicas han sido alimento permanente del cine de Hollywood, por ello en nuestros tiempos, mucha gente conoce las historias, pero no a los autores ni a los libros.
PT: Ofrecemos historias que si las escuchas tardas uno, tres, cinco y hasta siete minutos escuchando, no más. Hay gente que empieza con lecturas de uno y tres minutos y se va directo a las de siete. Quiere decir que los atrapamos. Y eso va a pasar con los clásicos, si descubren que esas obras ya las habían visto en el cine, creo lograremos el objetivo de que la gente quiera más.
RC: Para mí, lo más importante es que la persona acabe de leer y diga: ¡Ay, ni somos tan distintos! ¡Somos como eran en la Edad Media, en el Imperio Romano, a como éramos en el siglo XVIII! Despojas al humano de todos sus avances tecnológicos y sus modas y resulta que adentro tenemos el mismo deseo de ser amados, de pertenecer y de que nos reconozcan.
La aplicación, que tiene una tarifa de 49 pesos al mes, próximamente adicionará a su oferta, un tutorial de cuento con Mónica Lavín y otro de crónica de Martín Caparrós.