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Desde el pasado 25 de mayo y hasta el 23 de junio, el Centro de Cultura Digital aloja la primera Bienal de Ilustración. Aquí un comentario
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Imágenes © Ana León
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Ciudad de México (N22/Ana León).- Las 77 imágenes que reúne la primera Bienal de Ilustración, que aloja el Centro de Cultura Digital, constituyen una mirada que no se acota a la monocromía del presente y de lo cotidiano: las imágenes se articulan como una suerte de mapas de objetos, ensoñaciones, ficciones y presencias que juegan con el tiempo. Los formatos varían de acuerdo a lo que se quiere contar. Varios de sus autores muestran interés por temas como la alienación, la violencia, la soledad y la hiperindividualización de la sociedad.
A principios de este año, la Bienal lanzó su convocatoria a ilustradores mexicanos y extranjeros (radicados en el país mínimo por tres años) para participar. Se recibieron 4 mil 604 propuestas de las cuales se seleccionaron 77 por un jurado integrado por ilustradores como Malika Favre (Francia), Gary Baseman (EEUU), Mcbess (Matthieu Bessudo, Francia), Matthew Cruickshank (EEUU) y David Sánchez (España). Así, lo que vemos en las salas del CCD es cómo se piensa el mundo en imágenes, cómo se articulan y condensan ideas e información a través de líneas y colores (o la ausencia de éstos), cómo se cuenta una historia de manera estética o cómo se entienden las dinámicas de la vida cotidiana más allá de ésta.
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La ilustración, como todo aquello que tiene que ver con el arte, con el contar una historia o con el plantear una visión sobre algo, se trata de tomar decisiones y también de lo mucho o poco que revela el ilustrador de sí mismo intencionalmente y todo aquello que no quiso revelar también. Es decir, hay capas de información que subyacen y que están ahí para que el que mira, si está interesado en ello, intente descubrirlas. Ya sea en formato físico o digital, las historias fluyen. Tomando en cuenta que ninguna de las obras responde a una comisión de un tercero, estando de pie frente a ellas uno se pregunta: ¿Quién dibujó esto?, ¿en qué contexto?, ¿por qué imagina la realidad o la ficción de esa manera?, ¿cuántas ideas fueron descartadas para llegar a esta abstracción?, ¿cómo decidir qué es lo esencial para comunicar un punto de vista?
Las líneas (trazos) rizan el tiempo, lo pliegan o lo expanden, juegan. En una entrevista previa, al ganar la octava edición del Catálogo Iberoamérica Ilustra (que se puede leer aquí) la ilustradora Amanda Mijangos (que no participa en esta Bienal) decía sobre su oficio: en la ilustración “no se trata de resolverle los problemas planteados [al que mira, el lector o espectador], sino de darle posibilidades y dejar que se haga cargo, que descubra.” Pero además, para el que dibuja, es importante “no perder la sensación de estar jugando, nuestro trabajo es hacer dibujos y de pronto lo tomamos demasiado en serio.”
Cada idea requiere de información específica y el punto intermedio entre la realidad y la imaginación es la comunicación, que la ilustración sea capaz de transportar una idea. El ilustrador es responsable entonces de hacer que las manecillas del reloj no siempre vayan hacia la derecha y, aún así, el tiempo (la idea) siga teniendo sentido.
Hasta el próximo 23 de junio, el Centro de Cultura Digital alojará la Primera Bienal de Ilustración. En paralelo a la exhibición de los trabajos, se realizan conferencias, las cuales se pueden consultar aquí.
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