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Un nutrido recorrido por lo que fue la octava edición de este espacio de encuentro de tecnología, vida digital y comunidad de emprendedores
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Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado/Perla Velázquez/Óscar Cortés).- Cuando escuchamos hablar de Campus Party pensamos en un sitio donde se reúnen geeks a jugar videojuegos o descargar material porque el Internet del Campus es muy rápido. Este es el mejor de los escenarios, porque en la mayoría de los casos muchas personas no saben de qué se trata.
Este encuentro nació en España hace 20 años y se trata de reunir en un espacio determinado a negociantes, desarrolladores de tecnología, estudiantes y público en general. Hay cuatro ejes temáticos: creatividad, emprendimiento, makers y desarrolladores. Desde 2009 se realiza en México y también se celebra en Estados Unidos, El Salvador, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Brasil, Argentina, Portugal, Holanda y Corea del Sur.
La gente que asiste a Campus Party no es exclusiva de Jalisco, hay jóvenes que tardaron cerca de 36 horas en camión para llegar hasta la Expo Guadalajara. Gente de Playa del Carmen, de Torreón o de comunidades cercanas a Jalisco son los campuseros que le dan vida al encuentro y que pasaron más de cinco días durmiendo, compartiendo, jugando en una consola o desarrollando algún proyecto tecnológico de impacto social. En ese sentido, el encuentro que lleva en su eslogan “la creatividad, la innovación y la tecnología” cumple con acercar a todos los asistentes lo más nuevo que existe en desarrollo tecnológico.
Así, los campuseros que asisten por primera vez se pueden acercar a las conferencias que ofrecen en las distintas áreas, pero también hay grupos de estudiantes que ocupan este espacio para comenzar a desarrollar los proyectos que se les han ocurrido en ediciones pasadas. Por su parte, lo que ofrece Campus a la gente que va con la idea de acercarse al campo laboral es un espacio en donde diversas empresas ofrecen vacantes.
Dentro del Campus no se sabe si es de día o de noche, en el campamento que alberga a 12 mil campuseros tampoco se conocen los horarios. En el primer piso de la Expo Guadalajara, la Universidad del estado, en conjunto con los organizadores, colocaron miles de casas de campaña para que los jóvenes tuvieran un lugar en donde dormir, allí mismo hay baños y regaderas. Si bien se pueden organizar juegos de mesa dentro de una casa de campaña o disfrutar de las actividades que se planearon, lo importante y lo más destacable es la hermandad con la que dialogan quienes asisten al evento.
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Lo gregario como antídoto contra el individualismo
El director del Campus Party México se llama Raúl Martín y él comenzó como campusero, es decir, esto es interesante porque la cabeza está puesta en alguien que sabe del tema y lo vivió, no de un advenedizo que no sabe lo que puede hacer pero llegó ahí por el azar o una decisión fallida.
Cada grupo tiene su propia interacción y sus propias pulseras que los catalogan: verde para campuseros, amarilla para invitados VIP, roja para prensa (que era nuestro caso) y otros grupos como los ponentes, directivos y coordinadores.
El rango de edad de los asistentes es de 18 a 40 años que se subdividen en público que sólo va y viene un día para escuchar una o varias charlas, campuseros que hacen camping en las instalaciones (la mayoría son universitarios) y visitantes advenedizos, espontáneos que no saben a qué van pero les gusta. En el caso de los geeks, buscan la reivindicación de su gremio, si es que decirles geeks no es reduccionista.
Estos jóvenes, sean estudiantes de alguna ingeniería o fanáticos de nicho de videojuegos o artilugios tecnológicos, se toman en serio las cosas. Eso nos debería servir de reflexión (sin catequesis, por supuesto) a jóvenes que nos movemos en el mundo de las ciencias sociales y las humanidades, que por lo general no vemos casos de cooperación porque tememos que nos roben las ideas o desconfiamos de las habilidades del otro.
Este laboratorio llamado Campus Party nos muestra que la otredad es importante. Puedes reconocerte entre pares así como leer quién eres a través de la vista del que está frente a ti y con el que compartes un baile, tienes una reta de videojuego o comes pizza.
Hay acuerdos tácitos de convivencia, quizá porque saben que estarán todo el tiempo en esa esfera y si alguien transgrede puede romper la dinámica de “buena onda” y efectividad, no se puede perder el tiempo en pleitos. Respetan su entorno, limpian si tiran alguna basura, y son considerados con los equipos y materiales de los demás, seguramente saben cuánto esfuerzo requiere su creación.
Lo más destacado es el Hackaton, un evento donde varios jóvenes deben crear un software que solucione problemas y se aplique a la vida cotidiana. Hace un año rompieron el Récord Guinness por ser el Hackaton más grande del mundo con 265 proyectos, pero lo sobresaliente es que los participantes problematizan y resuelven los planteamientos en un tiempo determinado, eso es valioso.
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La noche interminable
Cuando se cerraban las puertas del acceso general de la Expo Guadalajara el campus se transformaba. Era común encontrarse con grupos de jóvenes compartiendo su canción favorita en los karaokes que se organizaban en la mesas de trabajo. Comenzaban entonando una canción popular de rock en español que servía como una invitación a la fiesta. Después de reunirse hasta más de cien gargantas en el mismo coro elegían canciones de mariachi, salsa, temas de caricaturas y finalizaban en punto de la media noche con un homenaje a la Hora nacional: entonando el Himno Nacional mexicano.
Cuando ese mismo grupo se aburría, los líderes comenzaban a gritar: baile, juegos, camping, torre, botella, hasta que la multitud elegía la siguiente actividad. Cuando no se llegaba a un común acuerdo, ese pequeño universo se separaba para buscar sus propios métodos antiestrés pero eso no impedía que en otro momento coincidieran de nuevo.
Las madrugadas eran muy particulares. Los cursos que impartían las marcas patrocinadoras terminaban a la medianoche, sin embargo, muchos jóvenes continuaban con su aprendizaje tomando talleres alternativos que impartían los mismos campuseros.
La arena en donde luchaban los robots se convertían en canchas de fútbol que tenían una caja de pizza como portería y una pelota que no rebasaba los cinco centímetros de circunferencia.
Durante los cinco días de actividades nunca disminuyeron las filas para jugar videojuegos, fue tal la demanda que se organizaban retas en el área de experimentación de casi cualquier título. En esas mismas mesas se podían localizar a los emprendedores quienes vendían productos que se habían generado ahí mismo como dibujos, esculturas de impresoras 3D, drones, playeras, calcomanías y los más atrevidos intercambiaban un beso por un peso.
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Numeralia #CPMX8:
25 mil asistentes
12 mil campistas
mil 500 horas de contenido
300 universidades
470 comunidades de talento
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