Pedro Lemebel entre la zanja y el pináculo

  • La literatura del chileno es un viaje performático, no se podía separar su vida de su obra. Comprometido con las causas de las comunidades marginales, irreverente, fue uno de los máximos cronistas urbanos que transitaron entre la dictadura militar y el regreso a la democracia en Chile. Aquí un reportaje sobre de este autor que retó la hipocresía de la sociedad 

Por Alizbeth Mercado


Distrito Federal, 24/02/15, (N22).-Más allá de la literatura chilena, Pedro Lemebel fue uno de los últimos escritores latinoamericanos, junto con su paisano Roberto Bolaño, que logró realizar el afán romántico de conjugar vida y literatura. Su obra es una extensión de su vida, y su vida fue un performance permanente, auténtico, inevitable, explicó en entrevista el escritor y académico de la UNAM Federico Guzmán.

El escritor chileno Pedro Lemebel falleció el pasado 23 de enero a los 62 años de edad y además de su obra literaria, dejó como legado la premisa de crear literatura a partir de la transgresión, narrar como un estilo de vida y ver la existencia como un tema.  

Pedro podía usar cejas pobladas como Frida Kahlo y el cabello largo, tacones, maquillaje y seguir siendo la misma persona hilarante. ¿Quién fue Pedro? Fue voz y personaje de su narrativa, un autor que habló de los marginales, y en opinión de expertos, el mayor cronista urbano de Chile.

Para Sergio-Téllez Pon, amigo cercano de Lemebel, su literatura fue muy importante en Chile después de la dictadura, incluso después de la democracia instaurada. Muchos de los logros que se tenían por dentro no se habían concretado, había expectativas y en ese contexto la obra de Pedro fue muy importante.

Lemebel nació el 21 de noviembre de 1952 en el  Zanjón de la aguada, barrio de la capital chilena y lugar que posteriormente fuera título de un libro de crónicas publicado por Seix barral. El Zanjón… más que ser un mito de la sociología poblacional fue un callejón aledaño al fatídico canal que lleva el mismo nombre. Una ribera de ciénaga donde a fines de los años cuarenta se fueron instalando unas tablas, unas fonolas, unos cartones, y de un día para otro las viviendas estaban listas.

Pese a las condiciones marginales que lo rodeaban, Lemebel se graduó como profesor en Artes Plásticas de la Universidad de Chile. Mientras trabajaba en la docencia Pedro escribió cuentos que en 1983 le otorgaron varios premios. Tiempo después fue despedido del liceo donde laboraba –aseguran que fue por su apariencia “homosexual”.

Su preferencia sexual le trajo varios desaires. En las filas de la militancia de izquierda no fue aceptado; sin embargo, la primera vez que usó tacones en público fue en 1986, en una reunión de los partidos de izquierda en la Estación Mapocho, donde el escritor leyó su manifiesto «Hablo por mi diferencia».

“Pedro nunca perteneció a ningún gremio, estuvo cerca del Partido Comunista Chileno y esa independencia le sirvió para acercarse a más lectores. Sí tuvo un compromiso con los desprotegidos pero sin estar en el poder y por eso creo que la gente lo sentía más auténtico”, expresó Téllez-Pon.

Estos episodios influyeron, quizá en la prosa del chileno, ya que en opinión del profesor Guzmán, Lemebel llevó la visceralidad y la experimentación que caracterizan a la poesía chilena a la prosa. Por tanto a una sociedad tremendamente cerrada como lo es la chilena, no le quedó más remedio que aceptar a regañadientes su marginalidad, gracias a que exponía con una prosa fantástica que dotaba de luz a las sombras y describía sin caer en la queja, mucho menos en la autocompasión.

Podemos decir que Pedro fue contestatario y trasgresor desde varios frentes: su afiliación a la izquierda, su apariencia y sus actos de performance  y provocación con Francisco Casas que llamaron “Las yeguas del apocalipsis” donde interrumpían de manera sorpresiva y provocadora las presentaciones de libros y exposiciones de arte, transformándose a poco andar en un mito de la contracultura. Algo parecido a lo que hacía Roberto Bolaño en las presentaciones de Octavio paz.

“Él vivía como quería, y esa vida resultaba intolerable para casi todos los sectores de la sociedad chilena. Este afán de autenticidad, de defensa de lo diferente, se advierte también en su prosa, personalísima, lírica y terrible, local, alejada del estilo periodística, generalmente inofensivo, que domina en la actualidad. Si Lemebel es quien es, es porque supo trasladar a su estilo su forma de vida”.

Entre las publicaciones de Lemebel destacan Los incontables, Tengo miedo toreroLa esquina de mi corazón, Adiós, mariquita linda, libro que para Guzmán “aparecen los sueños y pesadillas que poblaban esa sensibilidad tan particular, a veces de una cursilería cruel” y Loco afán. Crónicas de Sidario, ejemplar con el cual Sergio Téllez-Pon conoció al chileno.

Loco afán reúne historias de varios amigos de Lemebel quienes vivieron la dictadura y murieron de SIDA, dibuja la desilusión de la comunidad travesti por saber que no pertenecían al proyecto nacional. En el texto existe una especie de oxímoron, ya que la historia se desarrolla en una fiesta, un gozo a pesar del trágico final.

¿Lemebel dignificó a los marginales?



Más que dignificar a homosexuales y travestis, su obra muestra que la dignidad siempre ha estado ahí, en ellos y con ellos, y que mucho más cuestionable resulta la postura y el discurso de la sociedad dominante, tan hipócrita, que llevado al extremo termina en el asesinato de los diferente por el simple hecho de serlo, agregó Federico.

Aunque parezca que el mundo de Lemebel estaba rodeado de tragedia, él siempre conservó el humor e hizo de la ironía una forma de ver el mundo. “Pedro tenía un humor negro y ácido todo el tiempo “mariconeaba”, no tenía su lengua era rápida y hacía bromas de sí mismo. El humor era característico y eso también extrañaremos sus amigos”, comentó Téllez.

Sergio escribió el cuento homenaje “La noche del erial”, que aparece en la antología Los goces noctívagos (La décima letra, 2015) y  habla de la vida cotidiana de un joven que se dedica a la prostitución, “es un cuento homenaje o plagio de sus aventuras, inspirado por su obra y  después está dedicado, él lo leyó en algún momento y me dijo que yo era una ‘loca de atar’”.

Para Lemebel obtuvo en 1999 la beca Guggenheim y en 2004 fue invitado a la Universidad de Harvard como conferencista, en 2013 ganó el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2013. Existen dos estudios críticos de su obra, el primero realizado por Fernando Blanco, Reinas de otro cielo (2004), y el segundo, por la Universidad de Stanford, Pedro Lemebel (2009).

Dos semanas antes de su muerte el Ministerio de Cultura de Chile le rindió un homenaje al que asistió aunque estaba hospitalizado. “Hasta el momento de su muerte él confesó que había escapado del SIDA pero lo alcanzó el cáncer y así era la vida”, concluyó Sergio.

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