Por Miguel Ángel Aguilar Ojeda
En la ciudad de Mainz a mediados del siglo XV un misterioso asesino decide de forma brutal extinguir a la antigua y sagrada congregación de prostitutas del convento de la Sagrada Canasta. Él no quiere sólo acabar con sus vidas sino sepultar en el olvido místico y milenario credo del placer. Simultáneamente, en la catedral de la ciudad se lleva a cabo un suscitado proceso judicial en contra de un Johannes Gutenberg, a cargo del caso estaba el fiscal, sacerdote, notario y una de los más ilustres copistas de Europa, Sigfrido Maguntia. Su delito, inventar una máquina, diabólica para algunas personas, instrumento para los designios de Dios, para el creador; sin duda trascendente para la Historia, este artefacto cambió la forma en que se lee y entiende el mundo.
Estos dos crímenes sin relación aparente estarán unidos por el Verbo, la letra, lo que significan a través de sus evidencias textuales. En los desgarradores alegatos de Sigfrido de Maguntia y en las brutales muertes de las “putas”, se lee la trama que presagia uno de los grandes dramas de nuestra civilización. La creación de la imprenta. Este hecho inició la separación y la pugna entre la lectura mística y racional otorgándole la hegemonía a la última, la cual será la luz del mundo moderno y su símbolo, el libro impreso.
El libro de los placeres prohibidos Federico de Andahazi , Planeta, 2013.