En
las modestas páginas de los calendarios, almanaques y otras publicaciones
periódicas anuales se narraron, dibujaron o exaltaron los rasgos de los héroes
de la Independencia
de México, como Iturbide, Hidalgo, Morelos o Matamoros; gráficos que contribuyeron
a la construcción del imaginario nacional, al haberse consolidado como el tipo
de “publicación más socializada” durante el siglo XIX.
El libro editado recientemente, Antología de la
Independencia de México, formada de los almanaques, años
nuevos, calendarios y guías de forasteros, 1822-1910, reúne textos que
aparecieron en varias de estas publicaciones anuales o de registro de los días,
que aluden directamente “a los héroes que nos dieron patria”.
Con la intención de desentrañar “cómo se construyó el
panteón heroico alrededor de la guerra”, la investigadora Laura Herrera Serna
ha dedicado varios años al estudio de las publicaciones periódicas anuales, en
las que ha encontrado biografías, efemérides, poesías, narraciones históricas y
románticas, así como diálogos, discursos y géneros periodísticos (editorial,
noticia, crónica y reportaje).
Editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH-Conaculta), dicha antología tiene además “una intención didáctica, podría
servirle a los profesores de historia, porque reúne lo que leía el pueblo en el
siglo XIX, y cómo se formó este imaginario de nuestros héroes desde 1822 hasta 1910”.
Al presentar el libro, recientemente en la Biblioteca Nacional
de Antropología e Historia (BNAH), Herrera Serna destacó que uno de los
hallazgos de la investigación es que, después de 1922, “la figura predominante
es Agustín de Iturbide. Mientras que José María Morelos, Miguel Hidalgo y otros
héroes y heroínas fueron destacados por Fernández de Lizardi en sus calendarios
de 1924, en la mayoría de dichas publicaciones la figura de Iturbide pesa como
principal héroe de la
Independencia”.
La representación del Grito de Dolores, apuntó la investigadora
del INAH, ya aparecía en los grabados de calendarios de mediados del siglo XIX.
“Allí podemos ver al cura Hidalgo en el balcón, con el estandarte y tocando la
campana”. Otra imagen recurrente es la Virgen de
Guadalupe, a quien se dedican poemas en alusivos al 12 de diciembre.
El siglo XIX fue un periodo muy inestable políticamente, por
lo que la labor de los editores tuvo altibajos “en la década de los años 40 de
esa centuria, se produjo el auge de la empresa editorial”, aumentando el
comercio y la importación de imprentas e insumos tipográficos. Después de la
invasión de 1847, “la prensa se convirtió en una importante arma política,
misma que también alcanzó a los impresos populares”, por ello algunos
calendarios tuvieron títulos como el Reaccionario,
el Liberal o el Católico, entre otros.
Algunos editores de la época, como Ignacio Cumplido, Mariano
Galván, Martínez Hermosa y Martín Rivera, entre otros, se asumieron como
“tutores” del pueblo, por la misma razón publicaciones tan modestas, como los
calendarios y almanaques (algunos tenían 32 folios), fueron, además de
instrumentos útiles para medir el tiempo y los ciclos lunares, eficaces
vehículos para educar sobre “lo que significaba ser parte de la identidad
nacional” después del triunfo de la Independencia.
Antología de la Independencia
de México…, explicó Laura Herrera, es una
selección de 58 artículos y 30 ilustraciones, teniendo como criterio que
expresaran el tema de la
Independencia, provenientes del rico acervo de almanaques,
calendarios, guías de forasteros y años nuevos que posee el INAH, y que consta
de mil 343 piezas.
Actualmente, la investigadora trabaja en la conformación de
un catálogo analítico y sistematizado para dicho tipo de publicaciones
periódicas anuales, pertenecientes a la Biblioteca “Manuel
Orozco y Berra”, de la
Dirección de Estudios Históricos del INAH.
Sobre la historia de estos documentos anuales, Herrera Serna
dijo que “fue el editor Felipe de Zúñiga y Ontiveros, quien en 1753 obtuvo el
privilegio Real y publicó el primer calendario novohispano, después le anexó una
Guía de forasteros, que era un
directorio de las autoridades civiles, militares y religiosas para los
extranjeros que veían a la Nueva España a hacer negocios o trabajar”.
Después de la Consumación de la Independencia
—prosiguió— surgieron otros editores de calendarios, como José Mariano Ramírez
Hermosa, Ignacio Cumplido, José Mariano Fernández de Lara, Alejandro Valdés y,
el más famoso de todos, Mariano Galván Rivera, autor del famoso Calendario del más antiguo de Galván,
que se publica ininterrumpidamente hasta el día de hoy.
Durante la época de la intervención estadounidense
(1853-1855), la guerra de Reforma (1858-1860), la intervención francesa y la
caída del Segundo Imperio (1862-1867), destacaron editores que también fueron
escritores como Juan R. Navarro, Manuel Payno, José María Rivera y Juan
Nepomuceno del Valle, entre otros.
Durante el Porfiriato estuvieron activos los Hijos de Manuel
Murguía, Nabor Chávez, Manuel Caballero y la empresa Editores Tampico News, de
capital norteamericano.
El almanaque de ser una publicación barata, con papel de
baja calidad y forros de cartón, se convirtió en lujosas ediciones,
profusamente ilustradas, incluyendo artículos relativos a la historia patria,
obras literarias y también anuncios publicitarios, ejemplos de ello es el Almanaque, Histórico, Artístico y Monumental
de la República
Mexicana, 1883-1884, editado por Manuel Caballero.
Tan populares en el sigo XIX, por su utilidad y bajo precio,
los calendarios desaparecieron poco a poco “y fueron sustituido por los
cromos”, los almanaques “se convirtieron en verdaderas enciclopedias”. En
cambio las guías de forasteros se convirtieron en publicaciones turísticas.