El recuerdo de un verano de amor y de rock

Leto, la décima cinta del director ruso Kirill Serebrennikov, una postal del rock ruso y de su juventud durante la Perestroika 

Ciudad de México (N22/Ana León).- Hace poco más de un año, H y yo mirábamos en la computadora fotos de Rusia, un viaje que había hecho años atrás por parte del trabajo, como muchos otros. No recuerdo que lo animó a regresar a esas fotos y a la idea de sacar algo de eso en este espacio. Pensando en cómo podíamos darle salida, se me ocurrió que fuera en forma de texto-postales, instantáneas de esas memorias. Entonces me habló de San Petersburgo, de sus paisajes, del clima gélido y de su escena under. Ahí apareció el nombre de Viktor Tsoi. Ahí apareció el nombre de Kino. Luego hizo lo que suele hacer cuando se entera de que algún compañero no conoce un tipo de música: me pidió una usb y llegó el contagio. 

Me gusta la idea de que la música, como los libros, te encuentra, se te pega y sólo te suelta cuando es tiempo, cuando ha sido suficiente. Al igual que con los libros, el abandono no es total y el contagio regresa a ratos. 

Hay algo en Kino, además, que te hace volver y es su vocalista. La imagen de Tsoi no es como la de los rusos comunes. Hijo de madre rusa y padre coreano, su rostro revela la geografía de sus orígenes: ojos rasgados, mentón cuadrado, cabello oscuro. También está el hecho de esa idea de héroe del rock, de cantante que vivió congruente en palabra y acción. A ratos volvía entonces a sus canciones, pero ya no en la usb sino en Spotify. Qué fácil acceder a tanta información, al trabajo de alguien que murió cuando aún era muy joven. 

Víktor Tsoi

Ahora Kino y Tsoi vuelven a sonar en mi celular. Leto los ha traído de vuelta. La décima cinta del cineasta ruso Kirill Serebrennikov se centra en esta banda y en la historia de su país de origen en los años ochenta, en plena Perestroika, y en medio de todo eso, su juventud. La música abriéndose paso en un sistema que controla el cuerpo con vehemencia, con fervor, como si su lenguaje amenazara el orden establecido (y sí).

Hace tiempo Jorge Drexler hablaba de la rigidez de su cuerpo que creció en dictadura, y es contra esta rigidez del cuerpo, del pensamiento, de la no expresión de la más mínima emoción contra la que se revela la juventud rusa de la época contrabandeando LPs de Lou Reed, T. Rex, David Bowie, Talking Heads, Iggy Pop, cantando esas canciones en la lengua del imperio, mientras componen sus canciones en su propia lengua y se hacen de una identidad en la que nada tiene que ver el Estado.

Leto.
Víktor Tsoi.


Leto, que en México la distribuye Piano, es un poema. Un retrato íntimo, sensible, de ese momento histórico tenso y aplastante. Aunque juega con la realidad y nos planeta cosas que “realmente no sucedieron”, historias de amores imposibles, de amistades más allá de los límites, de compañerismo, Serebrennikov se mofa del estreñimiento del pensamiento político de su país en aquellos días –en otras cintas se ha mofado del estreñimiento del pensamiento político de su país en estos días. Y no nos aleja de la vida real de la juventud, “punk” de la época: departamentos colectivos, control económico por parte del Estado, trabajos en fábricas, responsabilidades; pero en medio de todo y dándole sentido a todo: la canción. 


Tsoi murió joven, a los 28 años, en un accidente de auto. De 1982 a 1990 estuvo en activo con su banda, Kino, y luego de su accidente, la banda grabó el Chorny Álbom, o Álbum Negro, un homenaje a su vocalista basado en las grabaciones de lo que sería su siguiente material y que fueron halladas en su auto. Tsoi es un músico de culto en Rusia, un héroe para muchos y Serebrennikov nos lo devuelve en esta nueva postal rusa. 

La cinta se estrena este 12 de julio en cines.