Arturo Ripstein, cine que permanece

Una charla sobre el cine en México, su relevancia e historia, con el cineasta mexicano reconocido con el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Veracruzana

Xalapa (N22/Huemanzin Rodríguez).- En el marco de la Feria Internacional del Libro Universitaria (FILU), que organiza la Universidad Veracruzana en Xalapa, una de las más importantes y de mayor tradición en el sureste mexicano, fue entregado el Doctorado Honoris Causa a dos personajes importantes para la cultura y la ciencia en nuestro país: José Sarukán Kermes y Arturo Ripstein. Ambos, reconocidos en la celebración por los 75 años de la institución universitaria. En el caso de Arturo Ripstein, cuya semblanza fue leída en la ceremonia por el ex director del IMCINE, Jorge Sánchez, quien le produjo el Evangelio de las Maravillas, este es el primer doctorado honoris causa que le otorga una universidad mexicana. Al recibir el reconocimiento, Ripstein dijo que a través del arte se resuelven las problemáticas urgentes de las naciones y aseguró que hay que defender el arte sin propósito, el cine sin causa y  la creación en libertad.

«El mecenazgo de estado no es una dádiva generosa, no es una limosna con los recursos sobrantes que nosotros, los que hacemos cine, teatro, literatura, pintura, poesía, debemos sumisamente aceptar y agradecer. Es un deber del Estado. Así tiene que entenderlo la sociedad y así tiene que entenderlo el gobierno. No hay crecimiento sin cultura, no hay desarrollo sin cultura, no hay democracia sin cultura. La cultura es la única opción que tenemos para enfrentar a la barbarie. El cine no es un buen prescindible al que se le tomará en cuenta cuando lleguen tiempos mejores, porque cuando lleguen esos tiempos mejores ya no sabremos para qué queremos esos tiempos mejores.»

Poco antes de la ceremonia, Arturo Ripstein conversó con Noticias 22, donde se mostró muy contento.

«Por supuesto que es un gran honor que me hayan considerado para este galardón, que es importantísimo para mí, no sólo estoy muy agradecido, también muy orgulloso. El reconocimiento al buen cine nacional siempre ha existido, siempre ha habido un público que lo siguió, que lo entendió, lo apreció y le dio cause y base. Ahora lo que pasa es que la proliferación que hay con las cantidades de materiales existentes, la mirada es más aguda, severa y crítica. Y la selección ahora debe ser más importante. Eso ha abierto una brecha: por un lado hay un cine comercial y un cine con ciertas ambiciones; que las cumpla o no es otro tema, pero es prácticamente el otro lado, es la antípoda.

¿Cómo entender la idea de cine mexicano que hace en nuestros días?

Lo que ha cambiado enormemente es el público cautivo. Ha cambiado el seguimiento de cierto cine porque el cine popular dejó de existir, entiéndase cine popular entre la India María y los hermanos Almada, y las imitaciones del cine de Hollywood y los coches que salen por las ventanas. Antes había una especie de raíz más reconocible, ahora es más imitativo el cine. Pero siempre está la otra vertiente, que es el cine con ciertas ambiciones que es sin duda lo que quedará y permanecerá, lo que lleva ahora la antorcha y el emblema.

Entre las cintas que permanecen en la historia cinematográfica de México está, sin duda, El lugar sin límites. ¿Cómo ha mantenido sus ambiciones personales en su cinematografía?

Con respecto a mis viejas películas, intento no verlas, porque llega un momento que encuentro lo que pudo haber sido y no lo que es. Uno cree que hay algo que hacer, pero finalmente, sale lo que sale. Uno tiene que saber resignarse a que no soy Kurosawa, soy Ripstein, lo que es una pena, pero así fue. Y sobre lo que vendrá es sin duda, ese grupo que hoy lleva la estafeta que permanecerá. ¿Por qué permanecen? Hay muchas explicaciones posibles, hay algunas películas que en cierto momento tuvieron importancia. Otras que lo pierden. Yo recuerdo que había películas fundamentales para mi formación como cinéfilo, películas capitales que 30 o 40 años después uno dice: ¿Cómo es posible que me haya gustado un bodrio que ahora ni me explico ni me importa, y otras menores son las que me han sostenido y determinado. ¿Por qué pasa eso? Porque el cine es extraño, es un arte joven con apenas poco más de cien años. Nietzsche decía que no había que leer un libro que no tuviera cuando menos cincuenta años de escrito. En el cine, lentamente hay que ver lo que permanece. Y como recomendación a los jóvenes cineastas, razones para aprender historia. Y para los cinéfilos, razones para sostener sus filias.

Hace justo medio siglo junto con Felipe Cazals, Rafael Castanedo, Tomás Pérez Turrent, Jorge Fons y Pedro Miret, fundó el grupo Cine Independiente, donde se rodaron dos películas. La suya fue La hora de los niños, recientemente proyectada en el MUAC. ¿Qué le parece a 50 años?

Eso correspondió a las búsquedas de ese momento que, puedo decir, permanecen. Tal vez solo eso y esa independencia, en todo caso al éxito.

Pero le han dicho maestro Ripstein, ahora, doctor.

¡Eso es lo mejor! Si Picasso decía que para ser maestro necesitabas al menos 25 años de trabajo y 50 de edad; si Nietzsche 50 años de editado para leer un libro, bueno yo tengo 55 años haciendo cine y ya me pueden decir doctor.  

¿Cómo se siente ahora, Arturo, que trabaja en la posproducción su más reciente película?

¡Hombre! Es muy estimulante. Y me remite a los espacios que siempre he frecuentado y la narrativa que he buscado e intentado. Esta nueva es un compendio. Me llena de júbilo, ahora, habrá que esperar 25 años para ver si aguanta.