Acoso

Para la antropóloga Marta Lamas, «el abuso sexual y el acoso callejero, son problemas culturales. El que te digan algo que no es agradable, no es que te violen». Una aproximación a las ideas en su libro Acoso. ¿Denuncia legítima o victimización?

 

Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- En  la colección Cenzontle del FCE, ha sido editado el libro Acoso. ¿Denuncia legítima o victimización?, de la antropóloga Marta Lamas, quien a lo largo de los años su trabajo se ha convertido en uno de los referentes de los estudios de género. Este libro es el resultado de una necesidad personal por aclarar los diversos temas que se tocan cuando en México hablamos de acoso, y ha anunciado que ya trabaja en otro libro sobre casos específicos en nuestro país.

“No era un tema que yo hubiera trabajado antes. Me resultó muy interesante la discusión generada a partir del surgimiento, por un lado, del movimiento #MeToo; y por el otro, de la carta de unas francesas que cuestionan y discuten algunos excesos del movimiento. Eso fue lo que a mí me motivó a escribir el libro, que es un análisis del discurso dominante, hegemónico, de cómo está funcionando, cómo se está filtrando en la cabeza de muchas mujeres de mi edad, más chicas, más jóvenes, y cómo el proceso de filtración de este discurso genera una demanda punitiva, de que hay que castigar.”

¿De qué manera han impactado en México estas dos formas de entender el movimiento feminista?

Creo que los movimientos feministas jóvenes, antes de responder a la avalancha mediática, están respondiendo a su realidad personal. Antes de aparecer el #MeToo, ya había aparecido el movimiento #MiPrimerAcoso, un llamado que se hizo en redes en donde muchísimas jóvenes hicieron una denuncia de cómo habían sido acosadas. El abuso sexual y del acoso es mucho más grave en México que en Estados Unidos y Europa.

En México las mujeres reaccionan a partir de sus circunstancias personales, y algunas retoman el #MeToo, sobre todo actrices como Karla Souza o el programa de Aristegui, pero no tuvieron la fuerza que tienen movimientos como La Primavera Violeta o el que se ha hecho este año por los secuestros en el metro o el organizado para el 8 de marzo. En México hay una larga tradición en contra de la violencia sexual, desde 1993 con los feminicidios en Ciudad Juárez, es un tema que está en la agenda feminista totalmente.

Sin embargo, no tenemos en México ningún proceso como el de Weinstein y la mayoría de los feminicidios están impunes; y por otro lado, sí se detuvo a un taxista denunciado por una mujer por llamarla “guapa”. La impartición de justicia no toca al poder como sí a la gente de escasos recursos que desconocen sus derechos; la impunidad al igual que en otros delitos es cotidiana.

Eso puede ser, pero también creo que no hay una clase de mujeres con poder dispuestas a hacer denuncias. Las chavas que proyectaron el #MeToo eran actrices de primera línea que al juntarse son escuchadas. Pero quien crea diez años antes la frase #MeToo, es una activista afroamericana que trabaja con niñas y muchachas, no fue pelada en diez años, eso está pasando. No solamente es el poder de los que impiden, ¿dónde están las mujeres con poder que denuncian?

¿Tiene que ver con las generaciones?

Es un conjunto de cosas, en Estados Unidos su sociedad está acostumbrada a tener un litigio jurídico fuerte, donde poner una denuncia funciona. ¡En México poner una denuncia es un horror! Ir a la delegación y hablar con los Ministerios Públicos es una pesadilla. Eso va a cambiar y va a ayudar a que las personas denuncien. Quienes sí están denunciando, son las chicas jóvenes y lo hacen con los movimientos, empiezan a ser escuchadas desde ahora con un nuevo gobierno en la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México, que está abriendo las puertas y haciendo un esfuerzo para poner los controles necesarios para que por lo menos en el espacio público, en el transporte, en el metro, se frene esto.

México va a tener un tránsito muy distinto de esto. Vamos a ver cosas muy interesantes. A mí me pareció muy interesante la salida pública de Karla Souza, pero al mismo tiempo Televisa se cura en salud sin que ella dé el nombre del supuesto violador. Pero a partir de ahí, hemos visto que son muy endebles las denuncias, quien quiso denunciar a Ricardo Rocha fue un absurdo.

Lo que traté de transmitir en el libro (y que a lo mejor no he logrado, por eso escribo ahora un segundo libro con otro tipo de casos) es que tenemos problemas culturales, el abuso sexual y el acoso callejero, son  problemas culturales. El que te digan algo que no es agradable, no es que te violen. La violación es un delito pero “te quiero coger, mamacita”, no es un delito y puede no ser una tragedia. Frente a los problemas culturales no funciona mucho el castigo penal.

Frente a la impunidad y los problemas culturales, a veces parece que para los ojos de ciertas mujeres todos los hombres son iguales.

Aunque me parece muy válida, me preocupa la denuncia de hartazgo. Que ese: ¡Hasta aquí, basta ya, no queremos que se metan, no, nosotras en la calle!, vaya a derivar en una situación que busque endurecer la ley, poner más cosas en el delito, cuando creo que hay que hacer intervenciones culturales, que las mujeres tendríamos que aprender defensa pública. También tengo claro que es una situación muy distinta si te transportas en automóvil a si vas en el metro, metrobús o camión.

Creo que las expresiones culturales de connotación sexual, deberían ser abordadas de otra manera y no con castigos y penalizaciones. Ese es mi tema, digamos.

En su libro también habla de corrientes feministas donde la sexualidad es un peso. Retoma la tesis de Bolívar Echeverría, donde habla de la americanización de la cultura.

México tiene una tradición judeo-cristiana occidental, una tradición donde está el pecado, una tradición que tiene la idea de que hay mujeres decentes y otras putas, en donde la doble moral es una realidad. Es una herencia moral católica española y va a ser muy difícil acabar con eso (los jóvenes están acabando con eso con el poliamor y la libertad sexual).

Usted pregunte en la calle a hombres y a mujeres, y las tienen separadas entre las decentes y las putas; entre las fáciles y las zorras. Cualquier mujer “decente” no le va a gustar ni que la toque ni que le digan, ni nada porque es “decente”. Creo que tenemos que acabar con esta idea de dos tipos de mujeres, y que todos estamos atravesados por una sexualidad, unas las reprimen más y otras menos; pero este asunto del ligue, que las mujeres podamos decir cosas, decirles un piropo a los hombres y no por eso somos una puta.

El proceso de “americanización” del que hablaba Bolívar Echeverría es una realidad, entonces en el discurso político de un sector muy amplio del feminismo, hay esta idea de que los hombres todos son depredadores, abusadores y violadores. Eso habrá que cambiarlo. Sí tenemos una mezcla de problemáticas, un discurso importado, filtrado desde EEUU; y una realidad muy puritana y muy conservadora.

Hay un cambio cultural muy interesante en las relaciones hombre-mujer, y creo que es una pena que las feministas jóvenes se aferren al tema del castigo, de lo punitivo, de: “Me dijo cosas horribles, ¡que lo metan a la cárcel!”. ¿Te dijo cosas horribles? Pobre hombre, es patético, ríete de él.

Hagamos intervenciones culturales divertidas, pedagógicas. Tengo mucha esperanza en el Gobierno de la Ciudad de México, en el proyecto Los Pilares, donde se va a trabajar con jóvenes, podamos meter una crítica no punitiva, sino pedagógica.

Más que de hombres o mujeres, las leyes no tiene género, se supone que el Derecho aplica para cualquier ciudadano. ¿Cómo lograr hablar y respetarnos entre personas más allá del género y las preferencias sexuales?

Además de hablar, que es muy racional, hay que reconocer que hay una dinámica psíquica, que traemos en el inconsciente con muchas cosas. Y yo puedo entender a mis alumnas de la UNAM que viven en Ecatepec, en zonas muy lejanas y vienen en transporte público, están hartas de que las froten y las manoseen. El otro día a una le eyacularon en el pantalón. Esas chicas se están haciendo una idea de que los hombres son bestias peludas. Y va a ser muy difícil cuando establezcan una relación con un chavo decente que las quieran, que no le cobren lo que han estado padeciendo durante mucho tiempo.

Por eso hay que hacer procesos de deliberación, de debate, que ayuden también a entender que los hombres sí han jugado un papel muy negativo con respecto a la violencia sexual y lo siguen jugando en México (diariamente secuestran a chicas para darles servicios sexuales a la gente del narcotráfico). Si vemos el papel masculino, tiene muchos lados oscuros, claro, siempre hay excepciones, hay hombres decentísimos que nos ayudan en la lucha contra eso. Pero va a ser muy difícil que sólo se den relaciones a partir de lo racional. Va a haber relaciones en donde las mujeres les van a hacer cabronadas a los cuates, cobrándoles lo que otro les hizo a ellas. Es ley de la vida. Estamos en un momento en que ser hombre va a tener un costo muy negativo para muchos hombres. Pero también a las mujeres que les gustan los hombres, tienen que hacer un esfuerzo por distinguir y no llevar sus heridas pasadas a su situación actual.

¿Qué reacciones ha recogido de su libro?

Nadie es monedita de oro para caerle bien a todos, yo no le caigo bien a un sector amplio del feminismo, pero sí me sorprendió que para muchas chicas la escritura del libro la interpretaron como si yo quisiera encubrir a acosadores. Me llegaron a llamar “Aliada del patriarcado”. Entonces siento que tengo que hacer un libro menos académico, menos en   cómo un discurso se construye e influye; y fijarme mucho más en qué está pasando en México, tanto en el acoso laboral que he descubierto testimonios muy graves, como de acoso callejero, haciendo mucho más clara mi postura. Va a ser un libro sin menos citas académicas, con más testimonio-relato. Y que se entienda que mi postura no es encubrir acosadores y sí un respaldo a debido proceso.

Yo creo que un triunfo civilizatorio es la presunción de inocencia de la persona acusada. Creo que es un error hacer presión, hacer un linchamiento público y dar a conocer el nombre de una persona (como ocurre ahora con todas las acusaciones mediáticas de acoso). Pero también ahora entendí algo que no había entendido cuando hice el libro, que esto ocurre muchas veces porque a la palabra de la mujer no se le da validez. No se le toma en serio.

El debido proceso tiene que tener dos partes: la presunción de inocencia del acusado, como también la presunción de verdad de quien acusa. Hay que tomar en serio la palabra de las mujeres, escuchar lo que dicen, hacer un proceso de investigación. Y eso es muy complicado, porque a veces es la palabra de un hombre contra la palabra de una mujer. Y son muy importantes los testigos, y en México cuesta mucho trabajo encontrar testigos que testifiquen con verdad. O son los cuates del acosador, cómplices, pandilla; o son amigos de la acusadora. No, testigos que digan lo que vieron y escucharon, no lo que les dijeron. Por eso es tan importante el debido proceso.

El segundo libro que estoy trabajando abundará en eso y en cómo, si queremos acabar con el abuso sexual y el acoso, que son dos cosas distintas, sí es muy importante la postura de la sociedad. De quienes están viendo que algo está pasando y  fingen demencia y voltean a otro lado para no tener problemas. Es un tema que necesita de mayor comunalidad, más comunicación, más vinculación para terminar con este tipo de conductas nefastas.