Un hecho escultórico

Ascensión y caída: un sacrificio, de Alberto Odériz, se inaugura esta tarde en el Centro Cultural de España; una reflexión sobre la caída de una piedra como un acto escultórico y la memoria que guarda de la acción ejercida sobre ella

 

Ciudad de México (N22/Ana León).- “La hipótesis es muy sencilla: si esculpir o ascender una piedra sobre un pedestal es un acto escultórico, la caída también debe ser un acto escultórico porque de alguna manera una caída guarda memoria de una acción que se ha hecho sobre ella.” Éste es el punto de partida de la investigación del arquitecto y artista español Alberto Odériz que desarrolla en Ascensión y caída: un sacrificio, una exposición que abre sus puertas esta tarde en el Centro Cultural de España en México. El análisis que Odériz hace de la escultura no es una inquietud nacida de su formación inicial sino de su especialización que tiene que ver con la recuperación del espacio público y lo urbano, de ahí, de mirar hacia afuera, a la ciudad es como llega a la escultura, una disciplina a la que define como “la acción de los humanos sobre los objetos para significarlos”.

Aquí, vuelve a intereses que ya ha planteado en trabajos previos: la resignificación de materiales encontrados en la urbe o el campo, piedras, rocas; y la relación que tiene el cuerpo respecto a los objetos. El Zócalo (2014), Casa manifesto (2017), Y al final, una piedra (2018), son algunos de sus trabajos que se han presentado en la Ciudad de México.

¿Qué idea detona este proceso, este trabajo?

Ascensión y caída: un sacrificio, forma parte de Proyecto1 que es un marco de trabajo que tiene el Centro Cultural de España. Cuando me invitaron a hacer esta exposición no tenía tema de investigación. Yo trabajo haciendo escultura y me hacía mucha ilusión estar tan cerca de alguna de las esculturas más importantes que hay en México, gran parte de ellas se encontraron en los alrededores del Centro Histórico, está la piedra del Sol, la Coatlicue y la Coyolxauhqui. La Coyolxauhqui es una escultura que me fascinaba desde hacía tiempo y estamos apenas a unos metros de donde se encontró, donde los trabajadores de la electricidad, el 21 de febrero del 78 -dentro de poco va a ser aniversario-, la encontraron aquí. La idea fue armar un proyecto de investigación alrededor de esa piedra, que es una piedra muy singular porque es una escultura que narra, de alguna manera, una derrota, por eso está puesto en la base de la pirámide y no arriba, por eso está representada por una mujer asesinada, fragmentada. Y además esa piedra, de toda la historia que nos cuenta, formaba parte, dentro del ritual mexica, de una acción que era un sacrificio en el cual se representaba un poco la historia de la propia Coyolxauhqui que es la diosa lunar, en la cual se lanzaban los cautivos desde la parte alta del templo y caían desmembrados sobre esa piedra. Es una piedra que tiene una historia muy potente, y a partir de ahí, de ese marco de investigación escultórica, lo que he hecho es analizar otras esculturas, otros procesos escultóricos que tienen la caída como tema.

La hipótesis es muy sencilla: si esculpir o ascender una piedra sobre un pedestal es un acto escultórico, la caída también debe ser un acto escultórico porque de alguna manera una caída guarda memoria de una acción que se ha hecho sobre ella. En el caso de la Coyolxauhqui es muy claro que es el asesinato de la diosa lunar a manos de su hermano. Y en otros puntos de la ciudad hay otra serie de esculturas que también guardan memoria de otras caídas voluntarias o por tragedias como los terremotos.

Hablas del proceso y se le da mucha relevancia a éste, para ti como escultor ¿qué importa más, el proceso o la pieza en sí? O, ¿qué valor juega el proceso, todo este ritual?

Mi formación es como arquitecto, entonces en otras disciplinas diferentes a la escultura, como la arquitectura, el trabajo creativo está basado en proyectar. Entonces proyectar comparte raíz con proyectil, que significa lanzar hacia el futuro: uno tiene una idea, la piensa y después la ejecuta conforme la ha pensado. La escultura lo que me permite es trabajar al revés. Trabajás en una idea solamente con un marco de trabajo de experimentar, hacer las cosas, no pensarlas: tirar una piedra al piso, romper un comal, recorrer la ciudad en busca de fragmentos de otras piedras, dejarte llevar por el proceso y por los propios objetos. Entonces la consecuencia, el objeto final, forma parte de esas derivas, de esos caminos que va abriendo el proceso.

Lo que me gusta de la escultura y la manera en la que yo trabajo es primero el hacer y después el reflexionar sobre lo que ha sucedido. El proceso y el azar de las cosas que suceden durante tiene un peso muy importante.

 

 

Hablas de desafiar el hecho escultórico, ¿a qué te refieres con eso?

La escultura es una disciplina que está, digamos, mal vista, forma parte de las disciplinas tradicionales. Y ahora estamos en el campo de lo conceptual, entonces a mí sí me gusta trabajar dentro de las disciplinas, por eso yo nunca digo que soy artista, digo como mucho que hago escultura. Entonces, lo que me permite trabajar desde la escultura es explorar los límites que tiene la disciplina. Lo que llevo experimentando los últimos años es cómo los humanos a lo largo del tiempo hemos significado los objetos, y en específico las piedras, y eso me parece que explica muchas cosas de nuestra manera de estar en el mundo porque ningún animal hace eso. Y creo que significar las piedras, significar los objetos forma parte del ámbito de la escultura, entonces yo creo que eso es la escultura: significar materiales. Agarrar un material que antes estaba abandonado en la naturaleza o en otro sitio y convertirlo en algo que signifique algo. Hasta ahora había trabajado con el tema de la ascensión de la piedra, con el desplazamiento de la piedra, hay una serie de mitos en la historia que trabajan esas ideas; en la reproducción de la piedra, una idea muy moderna, y ahora en esta exposición al trabajar con la Coyolxauhqui es trabajar la escultura desde la caída de la piedra y cómo esa caída guarda memoria del hecho trágico de caerse.

Está la Coyolxauhqui, pero en la sala 4 vamos a ver la caída del Monumento a la Madre que apenas tiene un año y poco que se cayó en el terremoto. Esa caída en el fondo es un memorial a toda la tragedia del terremoto y la escultura caída tiene un significado diferente a cuando la escultura estaba en pie. Es digamos el marco de investigación de qué significa exactamente que un objeto se caiga. Qué significa para los humanos que algo se caiga.

Entiendo entonces que hay una recuperación de materiales de otros sitios que se integran a la exposición.

Todas las piezas que aquí están y digamos que el proceso escultórico o mi intervención sobre ellas es ejercerles movimientos, porque yo creo que esos movimientos o esas acciones sobre la piedra ya es hacer escultura. No necesariamente hacer escultura es esculpir o tallar, sino que a veces levantarla, equilibrarla, rodarla o romperla, son acciones de la escultura. Todos los objetos que hay aquí, todas las piedras que hay aquí son encontradas y entonces la aventura o los hechos o el contexto social, incluso que está alrededor de esos encuentros, de esos descubrimientos, forma parte de la exposición.

Por ejemplo, un video [que se reproduce en la sala contigua] es un video rodado en España en el cual con la ayuda de una máquina levantamos una piedra que era imposible levantar por humanos. Eso habla mucho del contexto de industrialización que está pasando el campo allá, pero esa otra piedra [en sala] que está ahí rota, la encontramos en una cantera en el Edo. de México, y en cambio ahí lo que estaba sucediendo es que la comunidad que estaba alrededor, trabajaba de manera ejidal la cantera y lo hacían con sus propias manos. Entonces el tamaño de las piedras que puede hacer un cantero con las manos es diferente al que mueve la máquina, la manera de trabajarla también. Y están expuestos para que la gente entienda la historia que hay detrás de trabajadores, del contexto social, de ambientes, hasta de paisaje.

Presentar el objeto con la acción que lo dio: la caída, la ascensión, el desplazamiento, y después contar un poquito del contexto en el cual se encontró esa piedra.

 

Dices que la escultura no sólo es el modelado de una piedra o de un material, ¿qué es para ti además de eso?

La escultura, como yo la entiendo, y creo que además es una línea contínua desde la prehistoria hasta ahora, es la acción de los humanos sobre los objetos para significarlos. Podríamos irnos atrás y explicar un dolmen o un menhir como una piedra levantada y en el momento que esa piedra se levanta deja de ser una piedra vulgar cualquiera que está ahí para marcar un hito, un enterramiento. En cualquier caso, es un acto cultural que humaniza al entorno. Sigue habiendo hoy en día una disputa por lo que significan las piedras. Y eso es el objeto de mi trabajo: ¿cómo un objeto cualquiera lo incorporamos a nuestra sociedad? Incluso disputándonos si es una cosa u otra.

¿Crees que eso también sería parte de los retos a los que se enfrenta la disciplina en un siglo en el que muchas cosa ya no tienen el valor de antes, por ejemplo una piedra que tiene todo un valor de mitología, cosmogonía, de pensamiento, de vida o de entender el mundo?

Sí. Yo pensaba hasta hace poco que la escultura era una disciplina que ya no tenía sentido. Y claro, eso yo creo que sucede en el marco de un muse. En el marco de un museo es un objeto decorativo, inofensivo por completo, pero cuando uno trabaja fuera de los muros del museo, se encuentra que aún los humanos estamos significando los objetos y peleándonos por ellos.

Otro de mis ámbitos de trabajo es la ciudad, la historia de la ciudad, hice una maestría en la UNAM sobre la disputa por el espacio público de la Ciudad de México, entonces creo que el campo de batalla de la escultura es mucho más rico, más político, más poderoso incluso formalmente fuera de las paredes del museo que dentro. Aunque el museo sirva después para exhibir todo ese trabajo.

 

 

El gesto a destacar en esta exposición es la caída, cuando se fractura y se rompe la piedra. Y tú como arquitecto estás formado en una disciplina en la que se busca la permanencia de lo que se construye, ¿cómo empatas o contrastas estos dos gestos en tu forma de pensamiento: uno que evoca la permanencia y otro que evoca lo efímero de un ritual y la memoria de algo que ya no existe?

Digamos que otra vez la manera de responder sería en los límites de trabajo de esas dos disciplinas. Las diferencias que habría entre lo que hace la arquitectura y lo que hace la escultura. Si hemos dicho que el ámbito de la escultura sería la significación de los objetos, el ámbito de la arquitectura sería transformar los objetos y la materia al servicio de la sociedad. La arquitectura siempre está obligada a cumplir una función social, cosa que no hace la escultura, como está obligada es una disciplina con una responsabilidad muy alta con base en lo que está haciendo, porque si no hay ese cambio de la forma a lo que va a suceder en el interior, la arquitectura es un fracaso. Por es a mí me gusta explicar que la arquitectura está más cerca de la medicina, de la abogacía o el periodismo, porque sus actos repercuten directamente en la sociedad. En cambio, y esto puede ser un poco polémico, a mí me parece que la escultura no o el arte no. El arte es mucho más irresponsable porque de alguna manera primero hace las cosas y después la sociedad juzgará si esas cosas son significativas, tienen sentido o no, pero no impacta directamente en nuestras vidas, por lo menos hoy en día.

La Coyolxauhqui podría decir que no es cierto porque había un sacrificio real sobre ella, pero era una época en la que las disciplinas no estaban tan separadas: religión, escultura, arquitectura, guerra, formaban parte de un todo. Hoy en día lo tenemos más separado, sí podemos marcar una barrera que antes no la había, entre arquitectura y escultura.

 

 

¿Cómo es que decides, teniendo una formación en la arquitectura, explorar la escultura?

Originalmente mi primer contacto con las artes fue la pintura. A partir de ese interés entré a la carrera de arquitectura que me llevó al tema social y ahí me especialicé con la maestría en temas urbanos, y curiosamente al analizar esos temas urbanos y la disputa del espacio público, apareció el tema de la escultura, que digamos que a nivel trabajo de materiales tienen muchas cosas en común con la arquitectura, pero lo cierto es que yo llegué desde la ciudad, llegué a la escultura desde la ciudad.

¿Y de alguna manera la escultura transformó tu visión como arquitecto?

Normalmente contesto a esa pregunta que no. Que me gusta verlas separadas, pero yo creo que sí. Realmente aquello que hacemos nos transforma. Una manera de aprender las cosas es estudiando, leyendo, hablando; y otra manera de aprender las cosas es haciendo. Entonces hacer las cosas transforma la manera de entender los materiales, por ejemplo, en esta exposición todas las rocas tienen un tamaño tal que las puedo mover yo y eso hace que mi relación con la materia y con el peso de los objetos se transforme, y eso tiene implicaciones con la arquitectura, con otra serie de disciplinas, de empezar a entender los materiales desde otro punto de vista. Creo que al final sí me está transformando en el sentido de que aprendo cosas nuevas.

Todas las imágenes: © Centro Cultural de España