Giuseppe Caputo, poblar el despojo

El escritor colombiano presentó en la FIL Zócalo Un mundo huérfano, una ficción escrita en 2016 que contrapone la naturaleza humana frente al neoliberalismo 

 

Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado).- Un mundo huérfano, de Giuseppe Caputo es un libro que cuestiona el abandono desde diferentes perspectivas: social, política, afectiva y económica porque los protagonistas no tienen las capacidades para insertarse en el modelo capitalista neoliberal.

“Son un papá y un hijo, los protagonistas de la novela, que están pasando por un momento de mucha precariedad económica y en medio de esa situación ocurre un episodio de violencia que los termina aislando aún más de la sociedad en la que viven, pero también les ayuda a construir una red de afectos con otros habitantes del barrio, este episodio de violencia produce estos dos efectos contrarios”, dice Caputo, escritor nacido en Barranquilla, Colombia en 1982, con quien charlamos en su paso por la FIL Zócalo que sucede estos días en la Ciudad de México.  

La red de afecto se sostiene desde la privacidad del padre y el hijo, hay una relación afectiva bastante sólida entre ambos porque, para Giuseppe, la ternura funciona como instrumento político.

Siempre he querido reivindicar estéticamente, intelectualmente, la ternura, y la herramienta, sobre todo, como una herramienta política. Uno a veces piensa la indignación, la rabia, como herramientas políticas efectivas, que lo son, pero también está la ternura, y uno piensa por ejemplo en Colombia, las madres de Soacha, que son las madres de los llamados falsos positivos, que el ejército hizo pasar por guerrilleros y los mataron para sacar recompensas; las madres de Plaza de Mayo en Argentina, ahí está la ternura como herramienta política ¿por qué mueve? Porque la ternura ablanda.

La novela también habla de la precariedad, ¿cómo escribir de estos temas sin romantizar la pobreza?

“La pobreza no se puede romantizar, la pobreza es una calamidad y sobre todo la miseria que es una situación por la que están pasando los personajes de la novela. Ellos están constantemente creando una narrativa que los vincule al mundo y que les dé un principio y un fin. Son personas totalmente desposeídas, no tienen nada, no tiene bienes materiales, lo único que tienen es imaginación, entonces ellos se están dando a sí mismos, todo el tiempo, lo que la sociedad no les da, lo que el Estado no les da, ellos se están vistiendo socialmente y se dan a sí mismos un status artístico, es su manera, digamos, de poblar un despojo.

¿Cómo tratar la vida pública y la vida privada de los personajes si pensamos en un trato estético y político de la historia?

Bueno, eso nos lo enseñó el feminismo, que lo personal es político, que el sexo es político y eso está muy claro en la novela, por eso hay tantas páginas dedicadas al sexo, porque, finalmente, en un contexto de tanta opresión y de tanta escasez, de las pocas cosas que este personaje tiene (aparte del amor de su padre, que no es suficiente) es su cuerpo deseante. Entonces, él dice, “yo me voy a dar, desde el sexo, todo lo que no tengo socialmente”.

Leí que en una entrevista te describes como “más lector que escritor”, ¿estoy en lo correcto?

Más bien, dije que antes que ser escritor debes ser lector, he tenido que ganarme el pan con los libros.

Y al mismo tiempo, has trabajado en distintas editoriales como corrector de estilo y durante tres años fuiste director de la FILBO.

La lectura me parece como el mar: hay libros que, como las olas, te dejan cosas, hay otros que se llevan la fe y hay libros que te dejan en la completa indiferencia. Cuando uno se dedica a los libros, uno tiene que dejar trascender sus gustos personales.

¿Qué otros retos tienen los organizadores de eventos literarios como esta Feria Internacional del Libro en el Zócalo?

Además de “salirse de la propia biblioteca” es pensar en la diversidad, leer, tener voracidad, estar empapado de varias estéticas; en una feria del libro deben converger estéticas y políticas muy distintas para crear conversaciones. Y hay que saber conectar, si uno invita a un autor los libros tienen que estar, el libro tiene que ser el punto de encuentro de todos los gustos posibles.

Fuiste parte de la lista Bogotá 39 que eligió el Hay Festival en español en 2017 ¿Qué relevancia tienen las listas? ¿qué opinión tienes sobre las polémicas que generan?

La asumo como lector, como una carta de navegación. Ya había leído a varios de los autores como Valeria Luiselli, Emiliano Monge, Samantha Schweblin; fue una lista que me permite descubrir otros nombres, pero lo maravilloso de cualquier lista es que genera más listas porque salen nombres que “debieron haber estado” como Fernanda Melchor, la leí y me encantó. Estas listas paralelas alimentan y diversifican.

A veces ocurren nimiedades como que una persona que debía estar acaba de cumplir 40 años, también es artificial pensar la literatura de esa manera, es una propuesta. Para mi la novedad es el libro que llega a mis manos. Me llevo de México a Pita Amor y a Salvador Novo.