Myrthokleia González, contra el olvido

El testimonio de la primera mujer en graduarse de una ingeniería, quien fuera maestra de ceremonias en el edificio Chihuahua en aquella fecha que marcó la historia de toda una generación

 

Ciudad de México (N22/Julio López).- Myrthokleia González, maestra de ceremonias en el edificio Chihuahua en el mitin del 2 de octubre de 1968 , nos cuenta lo sucedido cincuenta años atrás. Egresada del Instituto Politécnico Nacional, fue la primera mujer en estudiar una ingeniería. A pesar del tiempo transcurrido, la memoria sigue intacta. 

Contra el olvido, la memoria

En ese año del 68 estaba estudiando mi cuarto año de mecánico industrial. A principios de agosto los compañeros me enteraron del pliego petitorio. Como era la única mujer en toda la generación, y en generaciones anteriores, me dijeron que yo me quedara en la cafetería para hacerles de cenar y todo. “Yo no me voy a quedar aquí, yo no sé ni guisar ni nada. Yo no», les dije. 

Mi papá también entró a la coalición de maestros del ‘Poli’ [IPN]. Nos platicábamos lo que ellos platicaban en la coalición de maestros y yo lo que platicábamos en el Consejo; mi mamá volanteaba en el mercado. Así estuvimos, a mi hermano le tocó el problema de la Vocacional 5 y de la ‘prepa’ Ochoterena [incorporada a la UNAM].

Ya  en el Consejo Nacional de Huelga fui a todas las manifestaciones, a la del silencio también; me tocó la toma de CU el 18 de septiembre. Antes de que dieran la orden de que nos detuvieran corrimos y nos brincamos la barda de Odontología, nos recibieron los padres de la iglesia que está ahí cerquita, nos subimos al mirador y de ahí veíamos cómo los militares saqueaban las escuelas. Ya más de madrugada los padres nos sacaron en sus carros para que nos fuéramos a nuestras casas.  

2 de octubre

Me fui como a las 10 de la mañana. Llegando a Zacatenco empezaron a decir: “es que va a haber junta”. El compañero que estaba dirigiendo la asamblea mencionó que las mujeres estábamos participando igual que ellos, que estábamos trabajando hombro con hombro, que ya le tocaba a una mujer ser la maestra de ceremonias del mitin de ese día. Mencionaron a Marcia Gutiérrez Campa, de Odontología y a mí, del Politécnico, porque en el consejo había como diez mujeres, nada más, ¡de 250 que éramos! Y por votación, nada más por un voto, le gané. Nos fuimos a comer y después nos fuimos a Tlatelolco. En el edificio parece que todavía existe una ‘tiendita’ de abarrotes, nos metimos a comprarles cigarros a mis compañeros. Me dice la de la tienda: “¿Para dónde van muchachitos?” Le dije para la terraza del edificio Chihuahua. Y dice: “tengan mucho cuidado porque el ejército se encuentra aquí cerca.”

Nos esperamos a que dieran las seis de la tarde. Empecé a hablar y a mencionar al primer orador que fue Florencio López Osuna. Él terminó lo que le correspondía. Estaban pasando los helicópteros y vi una bengala verde a la altura, más o menos, de la iglesia, después más adelante otra bengala verde casi junto con la roja.

Cuando empezó la balacera, de atrás me dijeron “diles que son de salva que no corran, que es para provocar.” Entonces nada mas grité dos veces: “¡No corran, son salva!”, pero alguien me quitó el micrófono por atrás y me asomé debajo de la terraza para ver cómo iban cayendo. Los que estábamos de este lado izquierdo corrimos hacia el elevador. Ahí timbramos para que abriera la puerta, ¿y cuál fue nuestra sorpresa?: ahí estaban los de guante blanco con metralleta y al suelo con las manos en la cabeza.

Seguía la balacera y seguía la balacera hasta que nos empezaron a bajar. Ni idea de a qué hora nos empezaron a bajar. A mí me preguntaron para dónde se fue Sócrates [Campos Lemus]. “¿Se fue para el piso de arriba o de abajo?” “No lo conozco, no sé quién es.” “No veo, no me dejen sola, no veo, no me dejen sola.» Yo les gritaba a ellos. Les decía eso pero yo veía todo. Yo veía todo. Entonces los dos que me llevaban agarrada de los brazos me iban a meter al departamento y el otro ya estaba para pescarme y ‘madrearme’ y robarnos, cuando dos agentes me jalaron de atrás y dijeron “a ésta no porque es la muchachita especial y la quieren viva.”

No sé cuánto tiempo pasó. Nos sacaron, y me sacaron a mi cargando, hasta la orilla de la banqueta de Flores Magón, me pusieron en una camilla y me subieron a una ambulancia. A la Cruz [Roja] llegaron dos tipos y dijeron: “Nos la tenemos que llevar porque tenemos orden de aprehensión.” Me llevaron a la Cruz Roja de Ejército Nacional, me pusieron en una camilla, me estuvieron viendo los ojos con una lámpara y después de un rato un médico me dijo, en plena madrugada: “la vamos a sacar a los jardines y usted va a correr para donde pueda”, yo nada más dije sí, pero me llevaron a otro cuarto y me amarraron para que no me escapara. No sé cuánto tiempo estuve así. Me llevaron a la Procuraduría, a la ciudadela, a Tres Guerras.

Estuve ahí hasta que amaneció. Un hombre de sombrero muy bien vestido me dijo: “¿Usted qué hace aquí.” «Es lo que quisiera saber, ¿por qué traigo esta bata de loca?», respondí. Porque no traía ropa, nada, más que la bata que se amarra atrás. Me sacaron con dos agentes y me entregaron a la Federal de Seguridad, en avenida Juárez.

No sé cuántas horas estuve ahí, me estaban enseñando fotografías y fotografías. “¿Quién éste?” “¿Cómo se llama?” Yo me hacía la loca, me jalaba el pelo, les tiraba el jugo que me daban, la pastilla para tranquilizarme. Yo les tiraba todo, como si estuviera loca, actuaba así. Me llevaron al Hospital de Traumatología de Balbuena, ahí el doctor me dijo: “¿Qué le pasó?” Le dije que estaba pasando por Tlatelolco y me agarraron. “¿Qué le parece si la interno?” «Pues como usted diga.» 

Al siguiente día fue la del MP [Ministerio Público] a que declarará. Me empezó a preguntar: “A ver muchachita, ¿usted qué libros lee en sus ratos de ocio?” Cómo se hacían las bombas molotov, que si iba armada… Cuando dijo eso yo gritaba “¡llévense a esta pinche vieja que me va a volver loca, llévense a esta pinche vieja que me va a volver loca!”.

El escape

Un día, porque pasaron varios días, me tapaba con las sábanas hasta la cara para que no me vieran y pasó una enfermera y me dijo: “¿Usted es la señorita que no puede caminar?” Sí. Y oí los pasos de que se fue. Después que ya estaba aclarando el día llega otra y me dice: “ahorita o nunca.”¿Qué tengo que hacer? “Sígueme”. La seguí y me encerró en un baño. Se tardó bastante y por fin fue por mí. Corrimos, corrimos hasta que salimos.

Nos salimos y en ese momento se estaba bajando un paciente que iba al hospital, la muchacha abrió la portezuela, me empujó, se subió ella y ya que pagó el otro señor, le dijo al del taxi “sáquennos.” Nos sacó. No sé qué rumbo tomó, no sé nada, me llevó con unos conocidos, eran unos muchachitos que juntaban cartón y botes de refresco. Nos salimos de ahí, dio las gracias. Nos trepamos las dos a un camión. Después supe que me llevó a la casa de otra enfermera de ahí mismo del hospital para esconderme. Al tercer día tocaron el timbre y la señora me dijo: “No muevas la cortina, nada mas dime si conoces a ese señor o no.” Le dije que sí, era el chofer de nuestro doctor particular. La señora abrió el garaje, metió la camioneta y Mirthokleia va a la cajuela hasta el Estado de México.  

El día 25 me disfrazaron, me pusieron peluca de pelo largo y todo y me llevaron hasta Guadalajara porque otra familia estaba de acuerdo en ayudar. Al poco tiempo decía la señora que los niños se espantaban mucho que porque yo gritaba y había muchos granaderos en las noches y que ya no me podían tener ahí. Mis papás se organizaron y se fueron a Guadalajara. Estuvieron unos días ahí. Mi papá se regresó solo y yo me regresé con mi mamá porque todavía estaban vigiladas las casas. Me vine con la condición de no salir de la casa por un tiempo. Mi papá se volvió un poco sordo, mi mamá más enferma de sus presiones, mis hermanas ni me querían ver. Toda la familia estaba mal. Así fue.

Me han preguntado «¿si volvieras a nacer qué cambiarías de tu vida?» De lo que pasé en mi vida, nada. No cambiaría nada porque todo lo que viví fue honesto y todas las metas que me puse las he logrado. Con la verdad siempre sale uno adelante.