La arquitectura y el 68

Si la historia no se puede contar sin hacer referencia al lugar donde se suscitan los hechos, ¿se puede crear, entonces, una narrativa del 68 a través de la arquitectura?

 

Ciudad de México (N22/Ana León).- En 1964 el conjunto de vivienda sociales que se conoce hasta la fecha como Nonoalco-Tlatelolco, se terminó de construir. Junto al Museo Nacional de Antropología e Historia, que se terminó el mismo año, constituyó el epítome del ánimo modernista del gobierno en turno: el PRI. Una ciudad dentro de otra ciudad, la utopía modernista de Le Corbusier materializada en 130 edificios que alojaban 15 mil viviendas, diseñado por Mario Pani.

Después de haber realizado el Multifamiliar Presidente Alemán, construido en 1948, en Tlatelolco, Pani lograba materializar la “ciudad ideal de Le Corbusier”. En Ciudades radicales, Justin McGuirk escribe que “si la ciudad del futuro, a mediados de siglo XX, la formasen hileras de megabloques colocados en zonas de parques y jardines, entonces el aspecto del futuro era el de Tlatelolco.” ¿Qué significa entonces que cuatro años después el emblema arquitectónico de la modernidad mexicana y su futuro fuera el escenario de una de las masacres más cruel y violenta de estudiantes en el país, de la que se tiene registro? El colapso de aquellas aspiraciones de modernidad y de progreso de mediados de siglo había iniciado.

Si la arquitectura es un escenario que crea y moldea comportamientos, pero es el hombre al final el único que tiene la capacidad de modificar y apropiarse del espacio, ¿qué papel tiene en la historia y en específico en el Movimiento estudiantil del 68? Si la historia no se puede contar sin hacer referencia al lugar donde se suscitan los hechos, ¿se puede crear entonces una narrativa del 68 a través de la arquitectura? Para ensayar algunas ideas al respecto, platicamos con el arquitecto Guillermo Ortiz Taboada, miembro del Colegio de Arquitectos de México.

¿A nivel ordenamiento urbano, a nivel arquitectónico, qué sucedió en la Ciudad de México en 1968?

En 1968, México pasaba por un período de efervescencia creativa, cultural y social y el ordenamiento urbano y la arquitectura, no fueron ajenos a ello. Durante el gobierno del presidente López Mateos que finaliza en 1964, ya se había iniciado una etapa de consolidación de grandes ejercicios urbanos arquitectónicos como el Museo de Antropología, el de Arte Moderno, la Galería de Historia (Museo del Caracol), entre otras, así como la modernización de  la infraestructura de transporte, mercados, etcétera. Con este impulso y la obtención de la Sede para los XVIII Juegos Olímpicos, ya en la gestión de Gustavo Díaz Ordaz, se detonó este ambiente de celebración y por primera vez en México, se generó una identidad colectiva nacional al derredor de este acontecimiento. Toda la población, de una manera u otra, quería participar y se apropió del concepto olímpico de las más diversas formas, potencializando la labor organizativa y creativa desarrollada por el Comité Olímpico Mexicano. La industria y el diseño mexicanos, alcanzaron un nivel internacional y durante muchos años, y a través de diversas campañas, se concretó la idea de “lo hecho en México, está bien hecho.”

¿Qué papel juega el diseño urbano en la organización de movimientos sociales?

El diseño urbano es la transferencia al territorio de los fenómenos sociales, demográficos, económicos y ambientales que provoca la aglomeración de los ciudadanos que en este espacio urbano público y privado entrelazados, da significado al mismo a través de las funciones en él desarrolladas y determina su forma, calidad y contenidos; traza y trama urbanas respondiendo a la necesidad de resolver las demandas planteadas por los ciudadanos en pleno uso de sus derechos.

Ciudad Universitaria, el Casco de Santo Tomás (IPN), San Ildefonso, la Plancha del Zócalo, el Palacio Nacional, las avenidas Insurgentes y Reforma, Lecumberri, Campo Marte, lo construido para las Olimpiadas ¿se puede construir una narración del 68 a través de la arquitectura?

Sí. Los procesos de apropiación del espacio urbano responden al ejercicio de los derechos de los ciudadanos y la identificación de la narrativa que imponen determina las características del espacio requerido. Es labor de los equipos interdisciplinarios abocados a determinar las características y la forma de la ciudad llevar a cabo los procesos de análisis, síntesis, propuesta, conceptualización, desarrollo de diseños, ejecución, mantenimiento y replanteamiento de las soluciones diversas, inclusivas, versátiles, es decir, racionales y factibles.

Los ejemplos mencionados, son acciones arquitectónicas y/o urbanas que responden a condiciones muy concretas puestas en contexto en diversas épocas de la historia de nuestro país y en la actualidad se interrelacionan de acuerdo a la dinámica y la complejidad del momento, bien sea en el 68, actualmente o cuando las funciones se den.


El PRI de la época se embarcó en un proyecto de modernidad que se manifestó en construcciones como el Museo de Antropología, el Metro y los Multifamiliares (la ciudad ideal de Le Corbusier), Tlatelolco como emblema del México moderno, y justo a partir del movimiento este emblema empieza a colapsar, se pasa de la ciudad ideal a la ciudad informal…

El concepto del partido oficial permite expresar de una manera muy simple lo que fue el grupo de poder imperante en México durante setenta años, abarcando a un complejo sistema de personajes, sindicatos, estructuras de gobierno, empresariales de todos los niveles y a lo largo del país, soportado por una democracia dirigida que a su vez, emprendió acciones para la integración de nuestro país al contexto socioeconómico mundial, con grandes aciertos y terribles fracasos. La imposición de modelos de desarrollo de otros países no siempre fue la mejor opción y las consecuencias están a la vista. Sin embargo, el concepto de la Ville Radieuse de Le Corbusier, contiene gran parte de los principios de ciudad compacta, policéntrica que inspiran a los planes de desarrollo de las ciudades actuales en México, agregando los temas de equidad, productividad, accesibilidad y sustentabilidad.

Tlatelolco, fue un modelo de rescate y redensificación urbanos que lamentablemente no se completó y representa el esfuerzo más importante que en ese sentido se haya dado en la historia de México. Es allí, en el espacio público, donde confluyen las tres etapas de la historia en donde hace 50 años se marca un hito: la ruptura de paradigmas en todos sentidos. A partir de ese día las relaciones entre padres e hijos, entre maestros y alumnos, entre gobierno y ciudadanos, entre hombres y mujeres ya no volverían a ser las mismas, el arte, la política, la cultura, en todos los ámbitos, se generaron nuevos modelos de producción y de relaciones. La sublevación, largamente construida llegó al límite del hartazgo y la gente se manifestó y no pudo ser en otro lugar ni en otro momento

También hay una transformación de estos espacios de ordenamiento social en espacios de resistencia.

El tema de la apropiación de los espacios públicos (o privados, véase el caso del auditorio Justo Sierra) primero debiera ser, invariablemente, en beneficio de la colectividad; los espacios no son las actividades, son éstas las que dan sentido a los primeros. Es la forma la que corresponde a la función. La resistencia, al momento de la sublevación, pudiera ser un motivo para una emergencia y, en ese sentido, operaría un plan de adaptación de algún espacio para esta actividad emergente.

En las ciudades confluyen fuerzas sociales, económicas y de clase, y éstas son usadas para gestionar los conflictos sociales y producir formas estables de dominación política, pero en ellas también emergen focos de la política revolucionaria y el espacio público le es arrebatado a los intereses políticos y capitalistas, ¿a quién corresponde el control de las ciudades?

Indudablemente, “No hay Ciudad sin Ciudadanos, ni Ciudadanos sin Derechos” (E.Ortiz, 2015), por tanto, la planeación, la gestión y la administración urbanas deben ser participativas, no en el sentido de que sean informativas, sino que los ciudadanos ejerzan plenamente su derecho a la información, si en principio, pero también a la participación, inclusive, a través de acciones de gobernanza que probadamente resultan adecuadas y exitosas en el rescate de espacios públicos, equipamientos e inclusive sectores urbanos completos para programas de aprovechamiento comunitario con la participación de la Autoridad formalmente establecida, la iniciativa privada y la sociedad civil organizada. Acciones no violentas, selecitivas, autogestivas y disruptivas; conceptos que nos refieren invariablemente a la complejidad de los sistemas. Al final, el control de las ciudades es de los ciudadanos, sin lugar a duda.