Mirar[nos]

La conductora de la Dichosa palabra, Laura García, es una de los muchos damnificados del sismo del 19s, perdió su hogar. A un año de éste, reflexiona sobre la solidaridad y la empetía surgida en la emergencia

 

Ciudad de México (N22/Perla Velázquez).- “Lo que queremos recuperar no es recuperable, porque es una paz que teníamos antes, una seguridad que teníamos y eso ni aunque nos construyeran un palacio lo podríamos tener”, dice Laura García Arroyo, quien vivía en la colonia Narvarte, en el sexto piso de un edificio del que ahora solo conserva algunas piedras, “como recuerdo del 19s”.

Su edificio fue declarado inhabitable y en los meses siguientes al 19s lo derrumbaron. Antes de que esto pasara ella, con un grupo de amigos, entró en veinte minutos para recuperar lo poco o mucho que considerara importante. “Ese día fue muy doloroso para mí, prepararlo, vivirlo y recordarlo”, cuenta en la siguiente entrevista que les compartimos.

¿Cómo fue entrar a este edificio y en veinte minutos escoger qué cosas llevarte y qué dejar adentro?

Si uno los cronometra, veinte minutos en algo que haces diariamente pueden parecer mucho para ciertas cosas y no es nada para decidir qué llevarte. Yo había hecho una lista el día anterior como para decir: “no se me puede olvidar esto”. Cuando entramos yo iba dando instrucciones a mis amigos para que levantaran las cosas, pero para mí emocionalmente fue un golpe tan fuerte que en realidad no nos sirvió de nada la lista, ni todas las cosas que yo había pensado.

Quería, no sé, mi almohada quería… algunas eran unas tonterías muy grandes que uno dice “¡no te detengas en eso!”, pero también es parte de lo que tú sientes, que te va a acompañar para sentir que no perdiste todo, que hay algo de tu anterior, no vida, pero etapa, que te pueda acompañar como para hacer tierra con algo que puedas reconocer, que sigue contigo.

¿Cómo has vivido estos meses a un año del sismo?

Todavía no encuentro una palabra que defina todo este año, que quizás hay una que más o menos se le acerca y es ‘adaptación’. El gran suceso durante todo este año ha sido que todo ha estado cambiando cada día, cuando uno cree que ya está sacando la cabecita pues no, vienen otras cosas que hay que resumir o que atender y lo que me ha pasado es que creo que todavía no he tenido el tiempo de asimilar lo que pasó, de digerirlo y de curarlo. O sea, creo que ha sido tan fuerte y tan intenso el atender la tragedia de salir, de recuperar las cosas, de mudarme, de los trámites, de qué se hace, que todavía no me siento a decir ¿Qué pasó? Y un poco a atender ese dolor en el alma.

Ha sido un año de aprender, de adaptarse y que todavía no sé cómo voy a terminar, porque creo que todavía no soy capaz de sacar una conclusión o un diagnóstico, te puedo decir que estoy mejor, que estoy muy agradecida. Básicamente la palabra fundamental es agradecer a la vida por seguir aquí, a la gente que ayudó, y a la posibilidad de seguir caminando y de que he tenido mucho trabajo, mucho apoyo y como sea tengo mil problemas pero estoy entera para poderlos enfrentar.

Es voltear a verte a ti misma y saber en qué estabas ocupando tu tiempo, y en esta rapidez en la que a veces vivimos, también eso se nos olvida, saludar a la gente, al que está arriba o debajo de ti, una situación de este tipo te hace voltear a ver a esas personas y unirse. ¿Cómo fue esta unión con la gente con la que vivías y reconocerte en ellos?

Yo llevaba tres meses viviendo ya en ese departamento, y ya los medio conocía, porque había estado haciendo remodelaciones. Ese departamento yo lo había comprado hacia más tiempo, iba de vez en cuando, pero en realidad los empecé a conocer el 19 de septiembre. Lo primero que me pasó es que me uní mucho con las personas con las que yo estaba en el temblor. Cuando abrí la puerta del departamento y vi a mis vecinas rodando por las escaleras tratando ni siquiera de subir ni de bajar, de mantenerse agarradas a algo y quererles dar una mano para salvarlas, se estableció un vínculo especial, nadie va a entender lo que tú y yo vivimos, por qué sin conocerlas quería salvarlas.

Al principio todo era mucho apoyo mucho “¿Qué hago por ti? ¿Te traigo algo?” Y nos queríamos mucho, dábamos la vida por el otro, subíamos a ayudarles a sacar sus cosas, y a medida que va pasando un poco ese miedo esa desesperación, esa necesidad urgente va saliendo como la otra parte: es que cada uno tiene otra vida, hay gente que tiene niños, hay gente que está jubilada, hay gente que vive sola, hay gente que está viviendo sus propios procesos.

No todo ha sido malo en este temblor, ha habido pues muchas muestras de solidaridad alrededor de gente conocida desconocida, y del propio edificio que sabes que con ellos vas a compartir esa experiencia hasta que te mueras y eso no lo vas a compartir con nadie más.

Rafael Pérez Gay decía en aquellos días posteriores al sismo que un edificio no cobra vida hasta que es habitado, por todas las historias que se concentran allí dentro. ¿Para ti qué representaba el lugar que habitabas?

Había logrado con mucho esfuerzo y trabajo y a base de sacrificar algunas cosas ahorrar dinero para comprar un departamento. Era la primera cosa sólida que yo tenía en México después de 17 años viviendo en este país. Para un extranjero tener algo que te una a un país de acogida,lo conviertes en algo mucho más de lo que es.

Yo lo que hacía cuando empezaron a tirar mi departamento o sea mi piso, me senté en la banqueta a verlo, era como cuando estás viendo agonizar a un muerto o más bien a un enfermo terminal y lo acompañas hasta la muerte, no puedes hacer nada, lo estás pasando fatal pero no te puedes separar de ahí. Cuando terminaron de demoler ese sexto piso y empezaron con el quinto ya yo como que había soltado. El edificio todavía estaba ahí pero mi hogar ya no existía. Ya estaba muerto.

Hablabas de una solidaridad que nació espontáneamente, ¿cómo mantener vivo ese sentimiento y que no se pierda con el paso del tiempo?

La solidaridad y la empatía debe de existir con la gente que te rodea y no tiene que ver con salir corriendo de un edificio que se está cayendo, ni con estar descalzo en la calle durante dos días sino saber que el otro puede estar sufriendo a tu lado y que tú puedes hacer algo para remediar eso. Ojalá no tuviéramos que esperar a sentirnos al borde del precipicio para poderlo demostrar.