Fragmentos diversos: Por el rumbo de Lecumberri (1/2)

El ordenamiento urbano y vial crearon una nueva imagen de lo que rodeaba al antiguo Palacio Negro hoy el Archivo General de la Nación

Me entrego a fragmentos: ¿qué otra cosa puedo hacer?
Lauren Elkin, Flâneuse.  

Por Pedro Sánchez

Un día de 1988

Era la primera vez que nos alejábamos de nuestro barrio. Caminamos por muchísimas cuadras y cruzamos varias avenidas hasta que en el horizonte apareció el mercado Morelos. Alguien, tal vez el Sapo, dijo que era para la derecha, mientras que el Oso dijo: “estás pendejo, es para el otro lado”. Continuamos nuestra marcha, a la derecha, por la solitaria avenida Eduardo Molina y de pronto observamos un siniestro edificio. Era indudable que por ese rumbo no se encontraba la casa en la que se realizaría la fiesta de una compañera de la primaria, pero seguíamos caminando y acercándonos al enigmático edificio. Alguien, tal vez el Alfalfa, sacó un cigarro, lo encendió y roló mientras nos recargábamos en las frías rejas que nos separaban de las gigantescas paredes del triste inmueble. Alguien, tal vez el Dientes, dijo que un señor nos estaba observando desde un balcón. Cuando el cigarro se terminó seguimos nuestro camino. Llegamos a un parque y nos sentamos en una banca. El Ratón sacó otro cigarro y lo fumamos mientras imaginábamos al propietario del edificio: un millonario (y en ese caso sería una mansión bien padrota), una madrota (una casa de citas de súper lujo), el gobierno (oficinas llenas de burócratas), la policía (oficiales y ladrones), un vampiro (un castillo embrujado)… de pronto se escucharon unos ruidos, de los árboles surgieron unos ñeros que nos querían talonear y filetear con sus navajas. Como pudimos emprendimos la huida y cruzamos a gran velocidad el Eje 1 Norte…

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Las mitologías urbanas están compuestas de fragmentos.
Lauren Elkin, Flâneuse.  

 

Un día de 2018

Camino por la avenida Eduardo Molina y observo sus innumerables transformaciones. Tal vez la apertura de la Línea 5 del Metrobús y la nueva remodelación de Lecumberri sean los cambios más importantes. La Línea 5 (muy cuestionada por los vecinos y los concesionarios del transporte público) se proyectó, construyó e inauguró el martes 5 de noviembre de 2013. Desde ése día sus flamantes unidades reemplazaron a los destartalados camiones, microbuses y trolebuses que se disputaban el pasaje de la avenida Eduardo Molina (desde el Metro San Lázaro hasta Puente Negro).

El Metrobús modificó la movilidad (en palabras de algunos de sus usuarios se hizo: más bonita, cómoda, higiénica y moderna; y más onerosa, lenta y pretenciosa), y la percepción de la historia y los hitos urbanos del rumbo (cada estación cuenta con un ícono, como sus homólogas del STC Metro, que evocan la historia natural, en este caso los cuerpos de agua que fueron transformados en concreto o drenaje: Canal del Norte, Río Consulado, Río Santa Coleta, Río de Guadalupe, Río de los Remedios; los primeros medios masivos de transporte de pasajeros: el ferroviario: San Lázaro; los edificios más emblemáticos del rumbo: Archivo General de la Nación, Deportivo Eduardo Molina, y conmemora a las victimas de una tragedia: 314. Memorial New’s Divine).

Uno de los íconos más interesantes de la Línea 5 es el de la estación Archivo General de la Nación. El ícono nos presenta una imagen amigable –e incluso bonita– de la fachada de un edificio con mucha historia. El inmueble comenzó a construirse, sobre las vastas tierras que fueron propiedad de un español que se apellidaba Lecumberri (por esa razón se llama así (1)), el lunes 9 de mayo de 1885. El proyecto arquitectónico estuvo a cargo del ingeniero Antonio Torres Torija, mientras que el general Miguel Quintana se ocupó de la cimentación (tras su muerte la responsabilidad recayó en el arquitecto e ingeniero Antonio M. Anza).

La penitenciaria de Lecumberri (sustituyó a la cárcel de Belén y fue parte de la Reforma al Código Penal de 1871 y del proceso de higienización de la Ciudad de México) contaba, inicialmente, con 804 celdas y se estimaba que podía albergar a 800 varones, 180 mujeres, y 400 menores de 18 años (2).

La penitenciaria (fue parte de las grandes obras públicas del porfiriato (otras fueron el Manicomio de la Castañeda, el Rastro de la Ciudad de México y el Gran Canal del Desagüe) evocaba la arquitectura francesa y el sistema penitenciario estadounidense, y entre sus novedades destacaban el sistema panóptico (inventado por el filósofo Jeremy Bentham), que permitía vigilar a los presos con un reducido número de guardias, y el castigo útil (3) (que dividía la condena en tres partes: 1ª aislamiento total, 2ª trabajo en grupo, 3ª libertad preparatoria).

La prisión fue inaugurada por el presidente Porfirio Díaz, y su gabinete, a las 9 de la mañana del sábado 29 de septiembre de 1900, y a la misma hora del martes 2 de octubre llegaron a sus crujías los primeros presos: Rafael Buendía (que armó un escándalo en la puerta de ingreso), Antonio Andino (de nacionalidad puertorriqueña), Manuel Zúñiga, Cenobio Godoy (alías el Barba Azul) y Pedro Sánchez (todos condenados por homicidio).

Las crujías de Lecumberri (identificadas por una letra que establecía el tipo de delito cometido por el reo) albergaron a personajes famosos (Pancho Villa, David Alfaro Siqueiros, José Revueltas, William Burroughs, Álvaro Mutis, Luis González Obregón, Juan Gabriel, José Agustín, y en uno de sus salones se realizó la autopsia de los cadáveres de Francisco I. Madero, José María Pino Suárez), y a varios presos célebres (Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky; Goyo Cárdenas, el estrangulador de Tacuba; José Ortiz Muñoz el Sapo, Enrico San Pietro, Fidel Corvera Ríos).

La penitenciaria adquirió el mote de Palacio Negro debido a su imponente arquitectura (en la que fueron recluidos los opositores al régimen priísta), y a las innumerables historias de dolor, misterio y muerte que emanaban de sus pasillos, crujías y patios. Algunas de estas historias eran evocadas con un aire festivo por algunos reclusos, naturalmente eran aquellas en las que un preso –o varios– lograba escapar (de forma cómica, trágica o insólita) del infierno penitenciario.

Entre las fugas más recordadas se encuentran las de los narcotraficantes Alberto Sicilia Falcón (por medio de un túnel que desembocaba en la calle San Antonio Tomatlán) y  Dwight Worker (vestido de mujer), y la del asaltante Fidel Corvera Ríos (4).

1. En diversos estudios, notas periodísticas y programas televisivos se dice que los terrenos eran parte de la Cuchilla de San Lázaro, o de la Hacienda de Peralvillo. Los dos capítulos de “El Palacio Negro de Lecumberri”, del programa El Foco, conducido por el cronista Héctor de Mauleón y Cynthia Francesconi, contienen una interesante recopilación de la historia de la penitenciaria, y una muestra de sus actuales servicios. En el primer capítulo el cronista señala que la palabra Peralvillo tiene un origen vasco que significa “lugar nuevo y bueno” (minutos 2-3). El episodio fue publicado en el Canal de YouTube de Proyecto 40 el 13 de agosto de 2013. Disponible en: <https://www.youtube.com/watch?v=odB_UpeINPY>. Consultado el 1 de agosto de 2018.

2. La penitenciaria albergó a presos de ambos sexos hasta 1954, ya que en ese año entró en servicio el Centro Femenil de Rehabilitación Social, conocido popularmente como la Cárcel de mujeres de Santa Martha Acatitla. La fecha no es del todo exacta ya que en varios documentos del Sistema Penitenciario de la CDMX se señala que la apertura fue en el año 1958. Al respecto véase: <https://penitenciario.cdmx.gob.mx/centros-de-reclusion/penitenciaria>.

3. “El Palacio Negro de Lecumberri”,  primer capítulo, minuto 22. Diego Martín, Jefe de Servicios Educativos de la Dirección de Publicaciones del AGN, y Héctor de Mauleón.

4. Algunas veces se incluye en la lista a Pancho Villa, sin embargo, el Centauro del Norte escapó vestido de doctor de la cárcel de Santiago Tlatelolco el jueves 26 de diciembre de 1912. Al  respecto véase Paco Ignacio Taibo II, Pancho Villa. Una biografía narrativa, México, Planeta, 2006.