La política de infiltración de Yoshua Okón

Colateral, exposición en el MUAC, es la primera retrospectiva del artista mexicano; reúne veinte años de trabajo en 17 obras que muestran un agudo sentido crítico y un profundo sentido estético

 

Ciudad de México (N22/Ana León).- La ficha de sala que acompaña Saló Island, uno de los videos que se presenta en Colateral, la retrospectiva del artista mexicano Yoshua Okón que se exhibe en el MUAC desde el pasado 7 de octubre, remata señalando que este trabajo –en el que vemos un grupo de humanos-perro que pasean (desnudos) durante la noche por las calles de un “laberinto nocturno y surrealista, totalmente desierto, pero perfectamente alumbrado y listo para hacer negocios”–es una “meditación poética, una advertencia solemne”. Si a estas palabras le añadimos el agudo sentido crítico en combinación con elementos del lenguaje cinematográfico, la relación entre la estética, lo obsceno, lo grotesco y un guiño a lo absurdo, podemos tener una buena perspectiva de lo que es y engloba el trabajo de este artista contemporáneo.

La de Okón (Ciudad de México, 1970), fundador de la Panadería (1994-2002) y SOMA (2009-actualidad) es una crítica sin fecha de caducidad. Sus investigaciones que derivan en video instalaciones, esculturas y fotografías, son producto de un agudo sentido crítico y de un profundo sentido estético. Ahondan en el impacto social de la economía neoliberal, del corporativismo estadounidense, de la manera en que se construye la historia y de la violencia de la cultura de consumo.

Tu trabajo echa mano de soportes como instalaciones, videos, esculturas y fotografías para analizar relaciones entre grupos o formaciones sociales «liminales», ¿qué de estos trabajos, realizados en dos décadas, te interesaba resaltar en esta retrospectiva? ¿A qué inquietudes respondió la selección de las obras?

Más allá de la especificidad de cada una de las 17 obras presentadas, la intención en esta revisión de media carrera es pensar en los meta-discursos, es decir, en las relaciones que se establecen al ver la obra como un conjunto. Uno de los ejes temáticos de la exhibición es el contexto de la globalización neoliberal. Todas las obras en la exhibición, de una forma u otra, hacen referencia a este contexto. Estas parten de casos muy específicos, en sitios muy específicos, para ir a lo muy general y así reflexionar sobre la cultura dominante, sobre el «mainstream». Me interesa pensar y analizar la violencia estructural que existe en este este sistema de capitalismo global.

En conjunto con el curador en jefe del museo, Cuauhtémoc Medina, y con el curador invitado, John C. Welchman, se definió este marco conceptual. Y, con base en esto, se hizo la selección de las obras. Como mencioné, este marco conceptual tiene que ver con la noción de la relaciones internacionales y del contexto de la globalización neoliberal que se ha consolidado en las dos últimas décadas.  

¿Podrías hablarme de la relación entre la estética y lo grotesco en tus obras?

En mi obra hago referencia al trasfondo oscuro y violento que acompaña a la cultura de consumo y a nuestras implicación y participación en este sistema. Es decir, por lo general abordo temas que no son muy  agradables, el tipo de temas en los que por lo general preferimos no pensar. Es por esto que a lo largo de los años he desarrollado un lenguaje que está basado en una especie de atracción-repulsión. A través de la utilización del humor y de elementos formales, con mis obras busco seducir al espectador pero a la vez generar una tensión y poner sobre la mesa estos aspectos no tan agradables de nuestra cultura.

¿Qué peso tienen la verdad y la ficción en tu trabajo?

Para mí es muy importante tener un ancla en la realidad. No me interesa crear obras completamente abstractas y ambiguas. Pero a la vez no me interesa hacer obra literal y didáctica. Y mucho menos hacer panfletos. Es por esto que he desarrollado un lenguaje en el que, al mezclar elementos ficticios y elementos documentales, logro una estética en la que el espectador tenga el estímulo y el espacio para formular su propia interpretación de la realidad, de nuestro mundo.  A través de sensaciones y de experiencias estéticas y afectivas, me interesa estimular el pensamiento crítico y la reflexión acerca de la cultura dominante y nuestro papel dentro de esta.

En Flagging haces una bandera por cada obra presentada en la exposición, al hablar de banderas se habla también de nacionalismos e identidades, ¿es tu intención?

Así es. Vivimos en un mundo que ha tenido enormes cambios en muy poco tiempo. Tan rápidos han sido estos cambios que ha sido difícil entenderlos y conceptualizarlos. Las naciones cada vez están más debilitadas ante el enorme poder de las corporaciones multinacionales, intereses privados han erosionado la noción misma de lo público. De ahí se deriva una gran crisis a nivel de identidad. De manera simbólica, las banderas de Flagging hacen referencia a esta gran crisis de identidad que vivimos

¿Cómo definirías esta retrospectiva? ¿A qué responde titularla Colateral?

El título Colateral hace referencia a la noción de daños colaterales, es decir, al trasfondo oscuro de nuestra cultura de consumo. A lo que no vemos a primera vista pero que sin embargo es resultado de nuestras acciones y forma de vida, ya que vivimos en un mundo profundamente interconectado e interdependiente. Por ejemplo, al hecho de que la ropa que usamos muy probablemente fue hecha por esclavos en indonesia u alguna otra parte del mundo, que el pollo que consumimos nunca vio la luz y creció en un contenedor sin poder moverse, etc. Es esta violencia invisible, en la que participamos sin darnos cuenta, es a la que trato de aludir y dar visibilidad en mi obra, y a la que el título hace referencia.

Tras el sismo y sus secuelas, ¿cuál crees que es el papel del arte y los artistas frente a estas circunstancias? ¿tendría alguna responsabilidad social? Esto tomando en cuenta que, por ejemplo, Zona Maco Foto decidió no posponer su inauguración mientras que espacios culturales diversos así como galerías se sumaron a labores de apoyo.

Creo que la responsabilidad social no solo le toca a los artistas sino que a todos los ciudadanos sin importar nuestras profesiones y ocupaciones. Y no solo nos toca en momentos trágicos y de emergencia, como el sismo, sino que siempre. La labor de activismo y responsabilidad social nos corresponde como ciudadanos, como miembros de una comunidad, no como artistas. Es decir, el arte no se debe confundir con el activismo, ya que este opera de manera simbólica, no concreta. Y esto no quiere decir que el arte no tenga injerencia en el mundo, porque si la tiene. Pero esta injerencia no es ni calculable ni cuantificable.

Imagen: Yoshua Okón, Chille, 2009