Sexto Piso, un camino hacia territorios nuevos

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Renovar convicciones, mantener su esencia original, salir a la calle y vincularse con los lectores son algunas de las ideas que animan el año 15 de este grupo editorial 

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Imagen: Diego Rabasa / TANK Magazine

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Ciudad de México (N22/Ana León).- Iniciada en 2002 en México y extendida a España cinco años después, la editorial Sexto Piso decidió lanzarse al mundo de la edición independiente con un catálogo centrado en la narrativa y la filosofía. Con el tiempo, éste se ha diversificado hasta la poesía y la novela gráfica. Hasta ahora han publicado 386 libros: 148 títulos de narrativa, 78 de ensayo, 95 ilustrados, 11 de poesía, 38 correspondiente a realidades y 16 libros para niños, constituyéndose así como una propuesta editorial sólida y de varios matices.

El legendario editor italiano Roberto Calasso ha señalado que “un editor escribe con los libros que publica”, idea que fue apropiada desde el inicio por este grupo de editores para construir a través de su catálogo una historia que, como señala Diego Rabasa, uno de sus fundadores, en entrevista con Agencia N22, “no es una historia explícita o concreta sino es la articulación de una forma que no es una forma específica sino que tiene que ver con una forma de habitar el mundo o una forma de mirar el mundo o una forma de entender el mundo”. En un presente condicionado por la inmediatez, el horizonte se amplía para este equipo editorial que en México está integrado, también, por Eduardo Rabasa y Felipe Rosete; en España, por Santiago Tobón; y en Francia, por Ernesto Kavi.

Tras quince años de dirigir un proyecto editorial independiente ¿esto sigue siendo como lanzarse del sexto piso?

Cambia mucho, la complejidad de alimentar el catálogo es completamente distinta a aquella a la que nos enfrentamos cuando comenzábamos. Al principio estás buscando una identidad y una forma reconocible para los lectores, voces nuevas y formas de diferenciarse de los muchos proyectos editoriales que hay en las librerías. La preocupación central es ganarte un lugar en este mar de ofertas editoriales y hacerlo con una propuesta editorial que tenga sentido, que sea pertinente, que sea valiosa, que no pase a engrosar este caudal de demasiados libros sino que llegue a ocupar un espacio que antes no existía en el gusto de los lectores. Nunca cesa la búsqueda de nuevas voces tanto locales como extranjeras. Existe la necesidad de mantener lo que nosotros hemos considerado un rigor asociado a lo que consideramos buena literatura. Está el reto de mantener ese estándar. Hemos tenido que ampliar nuestras capacidades como lectores y como editores.

Cambian mucho las necesidades y la forma de trabajar, pero sí sentimos que sigue imperando este riesgo y esta necesidad de conservar nuestro gusto y las cosas que a nosotros nos parecen importantes antes de otro tipo de criterios.

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Cuando describen su catálogo mencionan que tratan de contar una historia a través de todas sus publicaciones y me recuerda mucho a lo que dice Calasso que “un editor escribe con los libro que publica”, ¿qué historia han contado durante estos quince años?

La idea es de Calasso, la tomamos de ahí. La historia no es una historia explícita o concreta sino es la articulación de una forma que no es una forma específica sino que tiene que ver con una forma de habitar el mundo o una forma de mirar el mundo o una forma de entender el mundo. Tenemos una preocupación de índole política, nos preocupa ir a contracorriente con cierto tipo de tendencias culturales y sociales contemporáneas como la rapidez, lo superfluo, lo inmediato, lo pasajero. Definitivamente nos gusta desmarcarnos de esta idea de que el editor siempre tiene que estar pendiente de las tendencias y lo que el mercado le está exigiendo para poder satisfacer esas exigencias. Pensamos que la creación o la edición tiene que tener la capacidad de generar gustos, de proponer formas de leer, no simplemente de ir siguiendo las formas de lectura que van gestándose a partir de las modas de cada época. En ese sentido, la historia que se teje es una historia que intenta construir un espacio, un territorio, un tipo de colectividad en la que hay ideas distintas al reconocimiento, a la riqueza, a la vanidad, todas estas características tan propias de la época en la que vivimos.

Nos interesa mucho hacer un catálogo geográfica, lingüística y temáticamente lo más diverso posible para hacer una configuración de un mundo complejo en donde no existan simplemente ideas de una cultura hegemónica vertical, sino que podamos encontrar la forma de enarbolar una visión del mundo en donde caben muchas formas distintas de usar el lenguaje, de ritmo, de historias que narrar. Esta historia pretende ir ampliando el terreno de su cobertura.

Calasso habla mucho de esta idea de los libros únicos, esta idea de los libros que no podrían no haber sido escritos, que son como el residuo de una experiencia fundamental de aquel que los escribió. Nos gusta sentirnos muy pegados a esa frontera, seguir publicando libros que son el remanente de una experiencia de vida transformadora, tanto en términos de pensamiento como en términos narrativos.

¿Cuál consideras que es el papel del editor hoy en día cuando el adjetivo, a mi parecer, se usa indiscriminadamente, como el de curador?, de hecho creo que hay un símil entre ambos.

Creo que en un entorno como el actual, donde el exceso de información fácilmente crea narrativas falsas o se transforma en un instrumento de propaganda (sólo hay que ver la elección de Estados Unidos), el oficio del editor se vuelve central. Un proceso de intermediación transparente, claro y profesional, que contribuya a orientar a lectores acerca de los objetivos y las intenciones estéticas y políticas de lo que se escribe es fundamental.

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¿Un editor se forma haciendo?

Sin duda el olfato es fundamental. Hace poco participé en un coloquio de edición en el que uno de los directores de un gran grupo editorial dijo que si tuviera alguien que le diera 100 millones de dólares para invertir en algo relacionado con su oficio se los gastaría todos en averiguar qué es exactamente lo que el lector quiere. Esto a mí me parece un despropósito. Anularía cualquier posibilidad de vanguardia, de trasgresión y de innovación en las formas literarias. Muchos de los grandes libros de mi vida transformaron en mí la forma de leer. Me enseñaron que hay muchas formas posibles de escribir y leer un texto. En este sentido la intuición para poder advertir las voces que proponen cambios que van transformando la literatura es esencial en el editor.

¿Cómo es el proceso de selección de las obras y los autores que se integran a su catálogo?

Somos seis editores en el consejo editorial. Cualquiera de ellos puede proponer un texto sin consultarlo con los demás excepto en la colección de poesía que funciona de manera autónoma. El director de la colección es Ernesto Kavi (poeta, traductor y miembro del consejo editorial) y él toma todas las decisiones que atañen dicha colección. Por lo demás el catálogo va evolucionando junto con nuestro gusto y atención como lectores. Por supuesto que la experiencia es fundamental. Cada vez nos sentimos más cómodos con quiénes somos y qué forma queremos imprimirle al catálogo.

¿Qué autores han sido «descubiertos» por Sexto Piso?

Hay muchos autores que o no habían sido traducidos al español o lo habían sido tímidamente y que ahora tienen un muy nutrido grupo de lectores como Goran Petrovic o Etgar Keret. Además tuvimos la fortuna de publicar el primero (y desde entonces todos los demás) libro de Valeria Luiselli. Carlos Velázquez había publicado en Tierra Adentro la Biblia Vaquera pero me parece que su incorporación a la editorial fue central (en ambos sentidos) para la proyección de su obra. Daniel Saldaña y Claudina Domingo publicaron sus primeros libros de ficción con nosotros. Rodrigo Márquez Tizano su primera novela. En un sentido muy puntual de la palabra descubrimos el inmenso talento de narrador gráfico de José Hernández (autor de la trilogía sobre el Che Guevara junto con Jon Lee Anderson y de Septiembre. Zona de desastre). Y hay muchos otros jóvenes narradores y narradoras por los que estamos apostando tanto en México como en otras partes del mundo.

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¿Cuántos libros publican por año? ¿Cuántos tienen pensados para 2018? ¿En qué temas están centrados ahora?

Entre 30 y 32 en España y alrededor de 40 en México. Tenemos pensado mantener esta misma cifra para el 2018. No trabajamos alrededor de temas específicos. Nos preocupamos por conservar un equilibrio –cada vez más complejo– entre clásicos olvidados y nuevas voces, autores de la casa y apuestas literarias, no dejar rezagadas nuestras colecciones más pequeñas (la de poesía y la infantil), participar en la actualidad política a través de nuestra colección Realidades. Nos preocupa mucho esta estabilidad.

¿Cuál fue el primer libro que publicaron?

El crepúsculo de la cultura americana de Morris Berman en el 2002. Ahora mismo circula la cuarta edición de este libro.

¿Qué los motivó a integrar a su catálogo libros ilustrados?, ¿en qué año fue esto?

En el 2005 publicamos una versión en cómic de En busca del tiempo perdido. Fuimos grandes lectores del género en la adolescencia y al toparnos con la impresionante calidad y amplitud de la oferta de narrativa gráfica contemporánea nos enamoramos de inmediato.

¿Cómo seleccionan sus portadas?

Elegimos una imagen que pensamos que captura de manera puntual la esencia del libro (écfrasis inversa, la llama Roberto Calasso) y nuestro diseñador la monta con base en los criterios de cada colección. No es lo mismo la imagen que buscamos para Keret que para Pascal Quignard, ambos invocan espectros muy diferentes.

En algunas entrevistas, cuando les preguntan qué los sigue motivando a mantener este proyecto responden «publicar los libros que nos gustan», es una respuesta un poco ambigua. ¿Cuáles son esos libros?, ¿qué es lo que los atrapa de ellos?

Si ves la biblioteca de cada uno de nosotros te darás cuenta de que es una respuesta muy difícil de responder. Calasso solía responder a esa pregunta diciendo que le gustaban los libros con «la vibración adecuada». Es uno de los aspectos más fascinantes de la literatura: la incapacidad para diseccionar los grandes libros.

¿Consideras que aún editores y editoriales independientes aspiran a formar un criterio y un público lector? ¿Ustedes aspiran a eso?

Sí, hay muchos sellos jóvenes extraordinarios en todos los países de habla hispana y todos apuntan a generar una comunidad de lectores alrededor de ellos. Nadie sueña con un lector que se alimente sólo de un catálogo ¡sería un pésimo lector! pero si aspiramos todos a justificar nuestra presencia en el marasmo excesivo de publicaciones a través de la presentación de libros que reclaman formas de lectura únicas.

¿Qué asegura, en un presente dominado por la inmediatez, la supervivencia de las editoriales independientes?

La calidad y la capacidad que tenga por encontrar nuevas formas de conectarse con los lectores.

¿Alguna vez pensaron en la posibilidad de abandonar el proyecto?

Todos los días antes del primer café de la mañana.

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