«Leo Matiz: El muralista de la lente» en Bellas Artes

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Leo Matiz llegó a México en 1941, después de un periplo que hace por todo Centroamérica y llega para colaborar a la revista Así

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Imagen: Fundación Leo Matiz

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Ciudad de México (N22/ César H. Meléndez).-  Leo Matiz fue el hijo mayor de siete hermanos. Creció en Aracataca, Colombia y se inició en el mundo del arte como caricaturista y pintor. El tiempo y su talento para observar habrían de llevarlo a conquistar México durante las décadas de 1930 y 1940, rodeándose de maestros como Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa. Su vena de artista plástico lo llevó a tender puentes entre la pintura y la fotografía, granjeándose el título de «Muralista de la lente».

Así lo recordó su hija, Alejandra Matiz, presidenta de la fundación que salvaguarda su legado, en una conferencia en la que abordó los tres rostros que dibujan la totalidad de Leo Matiz: el hombre, el artista y el padre. “Yo diría que fue un personaje muy Macondeano, a parte porque nació en Aracataca, y nació encima de un caballo; entonces, yo creo que él representaba muy bien los personajes de Macondo”.

Enrique Santos Montejo, abuelo del actual presidente de Colombia, fue quien obligó a Leo Matiz a volverse fotógrafo. “Le regala una pequeñita cámara y le dice: ‘tú te me vuelves fotógrafo, porque yo no quiero un caricaturista’. Los caricaturistas en Colombia tenían una bohemia muy fuerte y acababan suicidándose. Su papá lo llevó a ver una película que lo enloqueció, que se llama Allá en el Rancho Grande, dirigida por Fernando de Fuentes y con fotografía de Gabriel Figueroa. Y dijo: ‘yo tengo que ir a México, sé que en México haré cosas, en México aprenderé. Tengo que ir a México’”.

Leo Matiz llegó a México en 1941, después de un periplo que hace por todo Centroamérica, saliendo de Colombia. Fue un viaje que duró casi dos años y llega a México en 1941. Aquí vivía su amigo Porfirio Barba Jacob y lo lleva a trabajar a la revista Así donde se da a conocer como fotorreportero, gracias a trabajos como el que realizó con Luis Spota, en el penal de las Islas Marías.

“Yo pienso siempre que mi papá tenía un plus y era que era un fotógrafo latinoamericano. Los grandes fotógrafos que llegaron aquí fueron sobretodo europeos y (norte) americanos, pero este fotógrafo colombiano estuvo muy cerca de la cultura mexicana,  eso ayudó muchísimo a entablar la amistad que logró con el maestro Clemente Orozco y con otros como Siqueiros y Diego Rivera”.

En los años cuarenta, Matiz comenzó a colaborar con David Alfaro Siqueiros en el proyecto “Cuauhtémoc contra el mito”, pero debido a que se vinculó con la revista Selecciones de Reader’s Digest y viajó por varios países de Centroamérica, no pudo darle seguimiento hasta su regreso a México en 1947.

“Se encuentra con la exposición que tiene David Alfaro Siqueiros en el Palacio de Bellas Artes, en 1947, y encuentra sus fotos reproducidas en cuadros de caballete; no era el proyecto de kilómetros de murales que le había ofrecido Siqueiros. Entonces mi papá monta en cólera. Exageró mucho. No sabía con quién se había metido”.

A partir del 3 de agosto, el Museo del Palacio de Bellas Artes inaugurará una exposición centrada en las composiciones visuales de Leo Matiz que dieron origen a ese proyecto que marcó el desencuentro intelectual con el muralista, y que lo orilló a dejar nuestro país, adonde no regresaría hasta medio siglo después.  La muestra permanecerá hasta el 8 de octubre.

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