Aculco tiene cabellos de agua

  • Rafael Cervantes, reportero y cronista de la Agencia N22, recorrió varios pueblos del Estado de México. Ésta es la primera de varias entregas. 


Aculco, donde el aire es una navaja

Estado de México, México, 16/08/12, (N22).-¿Cuál es una de las primeras
referencias que se tienen de Aculco? Quizá quien recuerde las clases de
historia de la primaria diría que “ahí fue propinada una terrible derrota a los
insurgentes por parte del brigadier Félix María Calleja y el ejército realista”, lo que
significó el inicio de la debacle del movimiento emancipador encabezado por Miguel Hidalgo. Sin embargo, más allá de la posible “fama” que le dieron los libros de
texto, éste es un pueblo que posee elementos dignos de ser mencionados.

Sobre la autopista a Querétaro, y
luego de pasar el Arco Norte, se encuentra la desviación hacia este pueblo,
donde la comunidad de Arroyo Zarco da la bienvenida. De ahí, son
aproximadamente veinte minutos a la cabecera municipal. La gente se sabe cerca
cuando se pasa del pavimento a un camino empedrado, pues el autobús que viene
de México –con dirección a Jerécuaro o a Tacámbaro– se convierte en lo más
cercano a una diligencia del siglo XIX.
El autobús deja al viajero en la
plaza principal, donde el color blanco abunda en sus construcciones, las cuales
transmiten tranquilidad y ofrecen un descanso a todo aquel capitalino harto de
esta ciudad. Blancos, como uno de los productos representativos de
este pueblo, son los quesos, pues existen locales que venden éste y otros
productos lácteos, casi en cada esquina de la cabecera municipal. La parroquia
de San Jerónimo, construida por los franciscanos en la primera mitad del siglo
XVI, es un referente obligatorio.
Más adelante, siguiendo por la
carretera a Amealco, pasando verdes llanos y milpas, a la orilla del camino,
unas cascadas invitan al aventurero a descender por sus peñas: La Concepción –“La
Concha”, para los cuates–, donde varios niños reciben a los turistas ofreciéndoles
dulces y otras chucherías para ganar el pan de cada día. El agua cae y hace
honor al nombre del municipio, que en náhuatl significa “lugar donde tuerce el
agua”; ésta, como si compitiera con los demás caudales, busca con desesperación
el camino más corto para llegar al precipicio.
Población fundada por el pueblo ñähñü (otomí),
y posteriormente conquistada por los mexicas, cuenta con varias presas, como la
de Huapango, en la primera manzana de San Martín Ejido, y
donde, en verano, puede sentirse un viento helado, que como contaba la
tradición prehispánica: “corta como navajas”. 
Además, se extiende frente a una loma que en su punto más alto está
llena de árboles, lo que le da una mayor belleza al lugar.
Pero si hay algo que impone
respeto y admiración hacia la naturaleza, eso es la sierra que rodea esta
tierra, coronada por la peña de Ñadó, la cual hace pensar que un lugar así pudo
ser la morada de Tepeyollotl, “el corazón de la montaña”, deidad precolombina
responsable de los terremotos. Por último, las cascadas de Tixhiñú, son el
lugar idóneo para cerrar el paseo por este municipio, pues su majestuosidad
asimila la larga cabellera plateada de una sabia mujer, que se convierte en
camino hacia el centro de la tierra, tan sólo a dos horas de la que fuera
México-Tenochtitlan.

12MAG 

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