Una Estela llamada Paul McCartney

Por Huemanzin Rodríguez, Liliana Arteaga y Marcos Daniel Aguilar

Del Azteca al Zócalo 

DISTRITO FEDERAL, México, 11/05/12, (N22).- Al salir del Estadio Azteca, me dirigí hacia la Avenida de los Insurgentes, caminaba rápido para salir pronto del gentío. 
-¿Ya acabó?-  Me preguntó un miembro del cuerpo de granaderos de la Ciudad de México en la oscuridad. –
Sí, no tarda en venir el resto de la gente-, le dije.
 -¿Y qué tal estuvo?- Volvió a preguntar. 
-Bien, cantó puras canciones buenas- dije mientras veía en la cara de Isidro (así me dijo que se llamaba) una sonrisa.
Él siguió: Yo viví unos pocos años en Estados Unidos, por eso aprendí un poquito de inglés, cuando oigo las canciones del macarni, del yon y de los bitles si les entiendo, no se crea, no todo pero sí entiendo las letras y están bien bonitas. A veces cuando vuelvo de trabajar las escucho porque ¡me relajan un buen! El jueves no voy a trabajar, quiero ir al Zócalo para verlo. Entonces ¿me recomienda el concierto?.-
– No se lo pierda, son canciones que todos nos sabemos, respondí.-
– Pues a ver si nos vemos por allá, no creo pero a ver si nos vemos por allá, pero seguro que va a estar mejor allá, ¡pues es el zócalo! Me dijo el granadero al despedirnos.-
 Es curioso, adentro en el Azteca los boletos de 12 mil pesos se habían agotado, y afuera muchos como éste granadero tenían la certeza de que en el zócalo iba a ser mejor que en el Azteca. ¿Por qué la certeza?
En el Azteca todo fue a pedir de boca, el concierto duró dos horas y media, estrenó en vivo las canciones “The night before” y “I’m looking trough you”. En “Blackbird” todo el Azteca sincronizó su rugido en canto simultáneo, fue hermoso, pero con un ligero detalle: Black bird singing in the dead of night… ¡cerveEZAAASS! …take these broken wings and learn to fly… ¡Cuántas cerveEZAAASS! All your life… ¡cerveEZAAASS!…
Esa misma noche, muchas personas intentaron acampar en el Zócalo para tener el mejor lugar en este concierto. Pero no les fue permitido, ni tampoco la noche siguiente. Fue hasta las 8 de la mañana del jueves 10 de mayo que hubo libre acceso a la Plaza de la Constitución.
A partir de finales de los años 90, cuando la izquierda ganó las elecciones locales, el escritor Alejandro Aura, quien estaba al frente de las actividades culturales del gobierno del D.F., diseñó con su equipo una serie de actividades culturales en el Zócalo, recuerdo que decía: “Hay que darle un nuevo significado al Zócalo y que la gente lo sienta como suyo, que vuelva al centro de la ciudad. Desde entonces han pasado 15 años de conciertos y de la izquierda en el D.F., pero nunca había llegado una producción de este tipo. Paul deseaba hacerlo hace dos años, quería colaborar con los festejos del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución, no sabemos si entonces no pudo o la estrategia de campañas electorales prefirió la nueva gira mundial del ex Beatle este 2012. 
El jueves sólo se podía llegar a pié al Zócalo,  desde Izazaga el acceso era peatonal, revisaban mochilas y estaban prohibidos cualquier tipo de envase o botella. En la plaza ya había 35 mil personas, y se especulaba por dónde llegaría McCartney; desde helicóptero hasta el edificio de gobierno era una de las posibilidades.
Al igual que la gente, los medios de comunicación teníamos horas esperando instrucciones. Pocos medios internacionales, es extraño, pensé que habría más.
Llovió un poco y después salió el sol. A las 17 horas nos llevaron a la parte dedicada para prensa, pero preferí caminar un rato más. A esa hora el cansancio causaba estragos y no era raro ver a montones de personas acostadas en el piso, descansando o durmiendo.
El ambiente era familiar aunque el público muy diverso, en edad, educación y riqueza. Desconocidos empezaron a poblar los balcones del edificio de gobierno, su edificio gemelo, Palacio Nacional y todos los hoteles, restaurantes y bares al costado del escenario que estaba delante de la fachada de la Catedral.
Veo a alguien, un señor con varios niños y discos de acetato: Tug of war, All the Best, Revolver, Goodnight Viena, etcétera… es uno de los que vendían en el Tianguis Cultural del Chopo, lo recuerdo de mis años de adolescente cuando buscaba ediciones raras.
– ¿Con cuántas personas vino?-, – Somos 12, con mis hermanos y mis sobrinos, los únicos que faltaron fueron mis hijos, eso me duele, pero les mando saludos.-
– ¿Por qué trae los discos? -,-Pues para que vean las nuevas generaciones que los buenos grupos se dieron a conocer en acetato, como éstos, para que no se les olvide.-
Igual que él hay varias personas que llevan objetos como reliquias en el camino de Santiago de Compostela. A la espera de que, cuando cante Paul, la reliquia sea bendecida. 
Por ahí se ven varios que tienen sacos como los del Sargento Pimienta.
A las 19 horas el Zócalo tiene 80 mil personas, desde una de lo que parece es una habitación del Hotel Majestic, una persona saca una pancarta de apoyo a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI a la presidencia, la rechifla y mentadas de madre retumbaron. 
Mientras tanto abajo, en la esquina de 5 de Febrero y República de Brasil entró una camioneta desde donde se veía una mano salir de la ventanilla, que saludaba a la gente. Gritos. Fotos. Gritos. Sonrisas. Más gritos. Entró en la parte posterior del escenario. Una señora tiene el rostro con lágrimas, sobre saltada pero luminosa. ¡Lo ví! ¡Lo ví! ¡Paso por aquí y saludó!…
Después de que Paul entró por la puerta de producción, salieron unas personas cargando los fuegos artificiales con detonador electrónico. Son bastantes. Los llevan a la parte trasera del escenario, a la altura de la acera de la catedral.
La manta priísta desapareció del hotel, abajo, entre la gente, una joven se paseaba con un cartel que decía: “All you need is AMLove”. 
Las siete pantallas colocadas en sitios estratégicos presenta un largo collage de 30 minutos con imágenes de Paul y Wings, mientras un dj mezcla música de o relacionada con el cuarteto de Liverpool y de los discos solistas de sus integrantes.
Oscurece, aún no hay reportes de cuántos somos, seguramente muchísimos. Se ven cámaras por doquier, grúas en diferentes partes de la plaza, un dolly entre el público a la altura del asta bandera. El concierto será grabado. ¿Editarán un DVD?
 Son 21 horas y puntual sale Paul al escenario, cambia el inicio de su concierto, en lugar del “Magical Mystery tour”  interpreta “Hello Goodbye”. Es la locura.
Hace 19 años del primer concierto de Paul en México, y en cinco semanas cumple 70 años, pero el bajista se ve vital, contento, disfruta el instante. La banda suena mejor que nunca, pues ya tienen 10 años juntos. En los primeros temas Paul toca el bajo y sigue una sección con guitarras, luego el piano, guitarras y hacia el final otra vez su famoso bajo Hofner.
La selección musical era para complacer a un público Beatle, México es uno de los países en donde más se programa música de ellos en la radio. De hecho, en Inglaterra se recomienda a sus ciudadanos que para entablar conversación con los mexicanos cuando se visite éste país, un buen tema puede ser Los Beatles.
Paul habla mucho en español, se esfuerza y lee. Se conecta: “¡Viva México cabrones!… ¡Son a toda madre chilangos!… ¡Ésta es una canción dedicada para todas las mamacitas!… Por favor hagan eso de las luces, las encienden a tiempo, eso nunca lo había visto, sólo aquí”.
En “Live and let die” fue maravilloso ver iluminado todo el Zócalo, con la gente mirándose en las pantallas, euforia en los cuerpos. Sonrisas sin edad. “Hey Jude” y coro fraterno. La sorpresa “Helter Skelter”, no la tocó en el Azteca. La banda se prende. “Band on the run”, “Yesterday”, “Get back”, “Carry that weight/The End”.
Al final Paul dio un concierto con 35 temas. Para despedirse sacó una gran bandera tricolor, agitándole en el escenario. “Son el mejor público, ustedes lo saben. Muchas gracias por todo esto. Son los mejores”. Y cañones de confeti expulsan verde-blanco-rojo. Se acabó.
La gente quería más y se lo hizo saber pero la verdad, ya estaba cansado. Al final fue reportado que más de 200 mil personas estuvimos en el concierto. 
Después de esto cualquier cosa quedará pequeña, se escucha decir. Un reportero de radio graba la voz de un hombre quien dice: “Y para que cierre bien su sexenio, que el Ebrard nos traiga a los Rolling”.
Una última pancarta dice: Paul para presidente.
En el Zócalo, un triunfo para todos
Muchos vieron el concierto de Paul McCartney desde Liverpool. Sí, desde la pantalla que estaba al lado del Liverpool sobre la calle de 20 de noviembre. Aunque se formaron por horas, y aunque intentaron dar portazo ante los granaderos de la policía capitalina, muchos no pudieron entrar.  Otros, como unos 110 mil individuos sí pudieron pasar a la plancha de la Plaza de la Constitución en donde la euforia, la emoción, e incluso el llanto fue provocado por la música del británico.
Calor, sed, cansancio, hambre, entre otras cosas, no impidieron que los espectadores se dieran cita en el Zócalo capitalino y estuvieran ahí desde muy temprano para agarrar un buen lugar y ver mejor al ex Beatle. Niños, mamás, abuelitos, jóvenes, adultos, todos se dieron cita para ser partícipes de este  concierto gratuito ofrecido por McCartney, quien se entregó a su público.
La gente esperó por horas este momento. Algunos durmieron en las calles aledañas al Zócalo hasta un día antes. Para pasar el tiempo, algunos fanáticos coreaban algunas canciones de The Beatles, las cuales eran reconocidas sin importar las edades, todos se las sabían de memoria.
El reloj de la catedral marcaba las 19:30, y los organizadores adelantaron una hora  la presentación de un DJ, programada originalmente hasta las 20:30 de la noche. Quince minutos antes de la hora esperada, las dos pantallas gigantes, colocadas al lado del escenario, proyectaron singulares y conocidas imágenes de la vida de Paul. Imágenes en donde el mismo músico quería decirle al público que él había nacido en los tiempos de John Lennon y George Harrison, que había estado al lado de Jim Morrison y Janis Joplin, que había vivido en los años en que Marilyn Monroe, The Who y Steve Winwood habían pisado la misma tierra. Abbey Road, Penny Lane y Liverpool eran un solo lugar en su imaginario y en el de los asistentes en esta tarde noche de mayo.  
Al fin, a las 21 horas apareció repentinamente en el escenario un hombre arropado en un saco rojo y pantalones negros. Aquel con facha de adolescente era Sir Paul McCartney. Las luces de las pantallas y el escenario se apagaron, la emoción no se hizo esperar. Todos en el Zócalo se volvieron una sola voz al corear “¡Paul… Paul… Pau…!”  Todos en la plancha sabían que era el momento; la espera había terminado.
 
Hubo quienes no aguantaron y comenzaron a llorar, otros más brincaron de la euforia, y siguieron ovacionándolo a coro. Había también algunas caras serias, como escépticas, incrédulas mejor dicho. Quién iba a decir que esos mismos rostros parcos tornarían a alegría infantil hacia el final del concierto.
 
De las bocinas comenzó a escucharse “Hello goodbye” canción con la que daría comienzo este recital, que desde hoy ya es histórico. Luego de esta interpretación saludó a los asistentes: “Buenas noches, México. Hola, DF. Estamos muy contentos de estar aquí en el Día de las Madres», gritó McCartney en español para después regalar a las festejadas cada estrofa de «All my loving».
Padres emocionados cargaron a sus hijos en hombros; dos niños con la camiseta-souvenir del concierto que el mismo británico diera en el Estado Azteca, sólo dos días antes, comenzaron a brincar de alegría, estaban poseídos por el demonio. Parejas se besaban entre melodía y melodía; grupos de amigos agitaban las cabelleras, otros que no tenían cabelleras largas también hacían su lucha; algunas mamás, que estaban festejando su día, incluso derramaron algunas lágrimas de emoción. El coro de “¡Olé, olé… olé… olé, Sir Paul, Sir Paul!” se retumbó en este enorme cuadro vigilado por la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional. Olé… Olé… Olé.. Olé… y McCartney azorado sonreía;  Olé… Olé… Olé.. Olé… y Sir Paul detenía su andar una y otra vez.
Sobre el escenario interpreto éxitos de The Beatles, de su etapa solista, así como con “Wings”. «Jet», «Drive my car», «Sing the changes» y «Paperback writer», sólo acentuaron lo evidente: los mexicanos se rendían a los pies de McCartney con cada segundo que pasaba.
Interpretó “Hope of deliverance» y «And I love her». Todos cantaban. Algunos comenzaban a bailar con la cabeza.
«Esta es una canción para las mamacitas», exclamó. Y al entonar «Mrs. Vandebilt» soltó un sonoro «¡Viva México, cabrones! «
Paul también regaló a todos los mexicanos “Obladi – oblada”. Un mariachi entonces entró al escenario para seguir los acordes.
Hubo momentos emotivos. Cuando Paul dedica la canción “Here today” a su amigo John Lennon. Y cuando dedica “Something” a su “hermanito George”. La gente coreó una y otra vez el nombre de estos dos Beatles ya desaparecidos.  
Sin duda esta fue una noche de muchas anécdotas, los mexicanos no lo dejaban ir, tres veces se despidió, las mismas veces que regresaba a complacer a los mexicanos. Algo nunca antes visto.
En el primer encore, de tres canciones, fue «Day Tripper» la que hizo temblar los edificios aledaños. «Ustedes son increíbles», externó Paul, cuando regresó en el segundo encore y comenzó a interpretar «Yesterday». Aun seguían varias emociones por vivir, su reaparición con las banderas de México e Inglaterra con «Live and let die» iluminó la estampa al mostrar juegos pirotécnicos; momentos en que la gente vibró al ver el espectáculo lumínico, nostálgico, melódico.
Sin duda «Hey Jude» fue una de las canciones que le puso la piel chinita a más de uno. Después, este adolescente de 70 años, que no paró por más de tres horas de cantar y bailar, de moverse e interactuar con el público, cantó al piano “Golden slumbers”, “Carry that weight” y “The end” para despedirse de la eufórica voz de más de 100 mil personas que gritaban su nombre, ese nombre legendario que desde hace 40 años está presente en la cultura popular del mundo. «Este fue una gran noche. Ustedes son los mejores. Nos vemos a la próxima». De esta manera decía adiós al Zócalo.
Las luces se apagaron y la gente comenzó a llenar las calles del Centro Histórico. Familias con sonrisas en la cara platicaban sobre el concierto. Unos más en el trolebús y en el metro seguían chiflando y cantando una que otra canción de The Beatles, y del mismo McCartney. A paso lento se vació el Zócalo, y en el aire se respiraba una emoción de victoria colectiva, como si todos hubieran ganado un juego, cuya recompensa, sería una silenciosa sonrisa que en cada rostro se evidenciaba. Si esa clave secreta, esa complicidad alegre es capaz de reunir a tanta gente para cantar y cambiar aunque sea un día a este país: ¡Oh gran Paul!, ¡Oh gran Paul!   

Foto: Hugo Enrique Gil @Jugo_de_Uva_ 

12MAG 

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